Llanto por Andalucía


Los socialistas andaluces andan a la greña, y no es para poco. En el horizonte se les dibuja la pérdida de un cortijo de gran valor, de un califato amurallado que ha resistido toda suerte de embates. Su fuerza era de tal que, lo que hubiera podido derribar a gobiernos en cualquier otro lugar, apenas les afectaba, porque siempre tenían a quien cargar con las culpas; véase, por ejemplo, el caso Marbella, en el que, pese a las obvias responsabilidades de la Junta, consiguieron que todo quedase reducido a la corruptela de un político atípico, y de cuatro pájaros de la farándula, aunque uno de eso pájaros, ¡qué casualidad! goza de celda de lujo y de trato exquisito en la cárcel andaluza que le cobija.
La salida de Chaves fue un síntoma de que algo no acababa de encajar. Empezaron a menudear las informaciones sobre las cacicadas sin cuento en que anda envuelto alguno de los aplicados miembros de su extensa familia, hermanos, hijos comisionistas, hijas capaces de conseguir subvenciones millonarias, en fin, un portento de parentela. La cosa no llegaba a más porque la unidad de poder y la coordinación de funciones no flojeaba, y había conseguido que la inspección fiscal fuese siempre favorable a los intereses cortijanos. Pero la prensa empezó a atar cabos, a contar cosas, a comparar situaciones y casos, ese feo vicio de la opinión que pretende imponer una cierta uniformidad sin respetar las peculiaridades regionales que saben dar tanto juego cuando se manejan con tino, y empezaron a menudear los escándalos.
Apareció entonces la madre de todas las arbitrariedades, las virguerías conseguidas por los servicios de empleo con un vigor y una creatividad verdaderamente dignos de encomio sino fuera que se aplicaron a timar al resto de los españoles, a esa gente vulgar y poco imaginativa que cree que para ganar hay que trabajar, y no tiene el garbo necesario para adjudicarse indemnizaciones millonarias por el despido de un puesto que nunca se ha ejercido.
La certeza del ocaso, abrirá en canal las luchas intestinas que siempre se agudizan cuando se adivina quiebra. Las dimisiones de Pizarro y de Gómez Periñán son un sonoro aldabonazo sobre la seria situación en que se encuentra el gobierno  de Griñán, que no parece conformarse con ser teledirigido desde la fantasmal presidencia que ocupa el señor Chaves, con los eficaces auxilios del gran muñidor de cuanto se ha cocido en Andalucía, del señor Zarrias. Es muy probable que el familión de Chaves no esté teniendo exactamente las mismas oportunidades que tenía  cuando el patriarca estaba en activo, o que el reparto de las subvenciones de IDEA, que se hacían a pachas, ya no contente tanto a los amigos del expresidente, lo que no deja de ser muy ingrato y hasta un punto injusto, tras tantos años de sacrificio por Andalucía.
Las fotos de la familia se asoman a los periódicos nacionales y ya se sabe que la fama es mala compañera para según qué cosas. Como en el poema de Lorca: “En la mitad del barranco/ las navajas de Albacete,/ bellas de sangre contraria,/ relucen como los peces”. No es un espectáculo edificante, pero es lo que suele pasar cuando un poder sin control se enquista por más de tres décadas en una región y la somete para vivir a su costa. Los especialistas dispuestos a borrar cualquier huella ya no dan abasto, mientras la Junta le niega documentos a la Justicia con las más peregrinas disculpas. Todo un espectáculo que deja un irreprimible hedor, y que agudiza su pánico.



¿Una nueva forma de leer?

2,77%

Decididamente, buena parte de la clase política toma a los españoles por idiotas incurables. No hay otro modo de explicar que el socialista que dirige el servicio de empleo en Andalucía, el servicio a través del cual se han perpetrado fraudes vergonzosos, inimaginables en un país medianamente decente, como incluir en el ERE de una empresa a personas que jamás habían trabajado en ella para que cobren indemnizaciones millonarias, o hacer que figure alguien con tanta antigüedad como vida, y tropelías similares, cometidas en cientos, seguramente miles, de expedientes administrativos, se haya atrevido a afirmar, como si tal cosa, que esa clase de irregularidades solo ha afectado, según él, que habrá que ver, al 2,77% de los expedientes de regulación de empleo.
Pongamos que se descubre que en las Casas cuartel de la Guardia Civil se expenden drogas o se facilitan armas ilegales, y el responsable explicase que solo ha pasado en el 2,77% de los cuarteles; o que se descubra que en las sedes judiciales existen casas de putas perfectamente organizadas, y el Consejo del Poder Judicial explicase que solo en el 2,77% de los juzgados; o que en la Casa de la Moneda desapareciesen los billetes de 500 euros, y el director arguyera que solo en un 2,77%. No sigo, para no cansarme y no cansarles.
Es literalmente escandaloso que un individuo se pueda llegar a imaginar que esa explicación sirva para algo, que suponga que su palabra nos vaya a dejar más tranquilos respecto a la moralidad pública que impera en sus servicios que antes de oírle semejante excusa. Lo diré con toda claridad, ese individuo es un peligro público, un cínico, un absoluto inmoral, un hombre sin ninguna especie de vergüenza. Pero más indignación, si cabe, me produce el pensar que, diciendo lo que ha dicho, le han oído los presentes, y se han marchado a casa como si tal cosa. Verdad es que no se puede caer más bajo, aunque, al menos últimamente, no me gusta ser optimista. 
Felipe Gonzalez dijo que el cambio, socialista, por supuesto, consistiría en que el país funcionase. Tras treinta años de cambio en Andalucía la cosa parece haber consistido, más bien, en que se ha perdido cualquier asomo de decencia, y hasta el menor atisbo de capacidad de indignación: hay que reconocer que ha sido una terapia de eficacia portentosa.