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Llama realmente la atención la absoluta falta de discernimiento de algunos políticos en cuanto se refiere al momento histórico en que vivimos. Repasemos, de afuera adentro: el mundo es hoy algo profundamente distinto a lo que era hace solo diez años; Europa está en una crisis grave; la situación política española es enteramente de final de un largo ciclo de 35 años que no comenzó mal, pero que puede acabar muy mal si no se acierta a encontrar las salidas adecuadas, la mejora y la profundización de la democracia, sobre todo. Pues bien, hay quien, en la cumbre en que todo debiera verse con más claridad, se obstina en confundir lo normal con lo extraordinario.Libros (¿?) en Google Play
La imagen que me manda mi amigo Boris Levy es el puro retrato de una situación contra la que nada se hace. Con la levísima excusa de la presunción de inocencia, todos los sistemas se apresuran a proteger a quienes, entre los suyos, son merecedores de repulsa y de sanción. Los partidos defienden a sus corruptos, que son millares; los jueces, que trabajan coordinadamente en empeorar la fama que merecen, defienden a un jefe descarado que tiene que irse a su casa cuanto antes; los legisladores no toman ninguna medida que pueda contribuir a acabar con esta lacra que desprestigia a la democracia y hunde nuestra economía; en fin, para qué seguir. Urge modificar la Constitución para establecer normas de mínimo cumplimiento que promuevan la democracia interna de los partidos, y es inaplazable imponer reglas de trasparencia en todo, absolutamente en todo. Siempre que algo está oculto es porque no se puede mostrar, así de simple: las cuentas de los partidos, los gastos reservados, las atenciones protocolarias. Hay que acabar con todo esto para que una ética pública exigente permita que la democracia rinda frutos de prosperidad real, no de burbujas basadas en la especulación, la mentira y la recalificación arbitraria del valor de los terrenos para que unos cuantos puedan forrarse a costa del esfuerzo ímprobo de muchos.La wikipedia del 15M
Un artículo de José Ignacio Torreblanca pone en negro sobre blanco uno de los temas de mayor importancia para el futuro de España, el rescate de la democracia. El problema de Bankia, por ejemplo, como Torreblanca subraya, es antes que un problema de regulación bancaria un caso desdichado de autoregulación política de ambos partidos que todo lo ocupan y todo lo pervierten. Torreblanca no se refiere al caso de las autonomías, pero es idéntico, no es tanto un exceso de las regiones como un abuso de las mesnadas partidarias (remember Valencia y su Estatut demente). Desgraciadamente, no hemos aprendido gran cosa de la democracia, la hemos reducido a ser algo así como el franquismo con otros libretos, no siempre mejores, con idéntica unidad de poder y, habitualmente, peor coordinación de funciones, sin poliarquía alguna, y eso tendría que acabarse, aunque los beneficiarios se resistirán.
También aquí puede verse la cortedad del actual gobierno que cree que se trata de reformar algo para que todo siga igual, cuando es obvio que sin cambiar las causas no se podrán evitar los efectos muy amargos que ahora padecemos. El drama es que el PP tiene legitimidad política y electoral para acometer reformas de verdad pero se limita a chapucear. ¿Qué clase de democracia es la que ampara la corrupción evidente del presidente de uno de los poderes del Estado con excusas de reglamento? Cuanto más se tarde en acometer los cambios de fondo, más dolorosos serán, pero no dejarán de ser inevitables. Peculiaridades españolas