La oposición a la energía nuclear suele incluir una dispensa general de razonamientos, lo que es doblemente lamentable, porque resulta que haberlos, haylos.
A propósito de Japón, y bajo el liderazgo de desinteresados franceses y alemanes, siempre concienzudos y sutiles, hemos alcanzado un grado de histeria realmente digno de mejor causa: lo nuclear, ahí es nada. En medio del paroxismo se menciona habitualmente Chernobyl, y entonces se produce algo así como un fenómeno de conversión súbita de los dubitativos. Yo creía recordar que lo de Chernobyl no fue tampoco para tanto, pero, por si acaso, me fui a verlo en la Britannica, que me dejo frío y con síndrome de carencia de cifras, y también en Wikipedia, que pensé sería más impresionista, pero quiá: en ambos casos vi confirmadas mis sospechas de que el caso era de una exageración más que notable. Resulta que muertos, lo que se dice muertos, ha habido 32 en la gran catástrofe ucraniana. Esto me recuerda al chiste del centinela que avisa al capitán del fuerte en el Far West de que se acercan los indios, y, al ser preguntado por su número, respondió que 2004; ante tan extraña cifra, el comandante quiso estar al tanto del método de conteo, y el centinela le explicó que había visto claramente a 4, y luego como a unos 2000. En el caso de Chernobyl, los conteos posteriores no son ni menos imprecisos, ni tienen menos voluntad de alarma, la causa lo merece, pero padecen del mismo síndrome de imprecisión que el centinela a la hora del computo. Mucho hablar de decenas, centenares o millares de afectados, pero ni una sola cifra precisa que llevarse al coleto, ni el más ligero dato mortuorio, nada que supere en precisión a la información de que algunos resultaron muertos, destino que nos espera a todos, me parece.
Yo no puedo evitar quedarme estupefacto ante este extraño estreñimiento contable, y ante una situación tan desagradablemente comparativa para lo nuclear, porque resulta que, por citar solo el caso de España, el gas, que es una energía que no parece amenazante, ha causado miles de muertos en los últimos años. Es decir que ha muerto más gente en el camping de los Alfaques en una sola jornada que todas las víctimas de la energía nuclear a lo largo del mundo en una década. No quiero seguir porque no soy un experto en esta clase de datos, pero me gustaría continuar teniendo una cierta capacidad de asombrarme cuando no me salen las cuentas y, me parece evidente que el pánico nuclear está reñido con las prácticas contables generalmente aceptadas.
¡Menos lobos con las redes sociales!
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