Vivimos tiempos confusos y hay quienes se aprestan a sacarle un rendimiento a esa negrura. Los españoles estamos descontentos, pero me preocupa que abunden tanto los que quieren llevar cada vez más lejos el motivo y el peso de ese estado de ánimo, con el fin, bastante presumible, de que nos olvidemos de quienes han causado el porcentaje más alto de desastres.
Se nos quiere inducir al pesimismo. Como dice Rafael Núñez Florencio en su reciente libro sobre el tema, la melancolía y el pesimismo son realidades universales, pero en España han criado robusta y diversa progenie. Yo creo que tras muchas de esas actitudes hay, entre otras cosas, pereza e hipocresía. Frente a la tentación del derrotismo, hay que preservar el optimismo y actuar: no es cierto que no haya nada que hacer, hay muchísimas cosas y en muy diversos niveles, de manera que menos quejarse y más energía.