Robert K. Merton ha sido uno de esos grandes académicos que solo parecen existir hoy en día las grandes universidades americanas. Su obra está llena de interés, se mire por donde se mire, aunque yo prefiera, por encima de todo, uno de los libros que más me han hecho admirar y reverenciar el oficio académico, A hombros de gigantes, un trabajo magistral, lleno de buen humor, de sabiduría y de conocimientos de lo más variado. Cualquier buen lector pasará con él uno de los períodos más agradables de su vida intelectual.
El caso es que me acordé de Merton al ver ayer, el partido del Barça y el Real Madrid. La razón es muy simple; Merton bautizó como efecto Mateo al hecho de que, conforme al dicho evangélico (capítulo XXV del Evangelio de San Mateo, versículo 29), de que “a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene”, se produce una muy frecuente acumulación de fama y premios en quien previamente los tiene, fenómeno muy conocido, por ejemplo, en la sociología de la ciencia, y que hace que los laureados tiendan a multiplicar sus laureles, muchas veces sin otro mérito que el haberlos recibido previamente. Pues bien, a mi me pareció que el efecto Mateo explicaba muy bien cómo los forofos del Madrid han disculpado un clamoroso fallo de Cristiano Ronaldo, mientras que crucificaron el año pasado a Drenthe por un fallo muy similar, pero en el fondo mucho más disculpable. La lógica es muy simple: si Cristiano Ronaldo es un crack no puede cometer un fallo tan clamoroso, luego el fallo no es lo que parece; en cambio, como Drenthe no es ningún crack, se vio castigado con un descenso a los infiernos del aprecio madridista, pese a que su fallo fue mucho menos grave y más disculpable que el del astro portugués. Moraleja, no falles ante la portería del Barça, salvo que seas Cristiano Ronaldo.