Como era de esperar, ya han aparecido comentarios negativos sobre los deseos del nuevo Papa de que la Iglesia sea pobre y para los pobres, por ejemplo los del comecuras ocasional Espada. No puedo decir que los comparta del todo, pero sí espero que el Papa sea consciente de las dificultades de interpretación que afectan a la expresión de sus deseos. No puedo entender que la pobreza se convierta directamente en un ideal, tal vez porque sepa demasiado bien lo que significa esa palabra para la mayoría, aunque creo entender lo que dice el Papa, lo que quiere decir, sobre todo, y lo comparto. Sin embargo, hay el riesgo de que incluso el Papa se meta en un berenjenal si llegase a insinuar que todas las relaciones económicas pudieran reducirse a una cuestión moral, o, más específicamente, religiosa. Porque una cosa es que exista, y vaya si existe, un aspecto moral fundamental en las relaciones de las personas y el dinero, y otra cosa es que la economía pueda reducirse a la moral o, incluso, que haya una verdad sobre la economía y que esa verdad esté, por ejemplo, en la Doctrina Social de la Iglesia, por adaptable y versátil que ésta haya sido a lo largo del tiempo. De pensarse así, el paso a un Regnum Christi político sería inmediato, y la democracia, especialmente la única que merece el término, la democracia liberal, pasaría a ser un mal en sí mismo. No sería la primera vez que se pensase algo como eso, pero me parece que sería un error enorme volver a intentarlo. Veremos.