Tradicionalmente se ha pensado que el vicio nacional era la envidia. Al margen de que esas caracterizaciones son siempre objetables, creo que ahora habría que cambiar el diagnóstico e inclinarnos por la mentira. Casi todo es mentira, y de mentira, la Duquesa de Alba, la cantante, el pequeño Nicolás, Podemos, las becas de investigación, la sanidad de Madrid que «es una de las mejores del mundo», las cifras que se dan sobre las manifestaciones a favor de la moral, o en contra de ella. Para mi que a base de no ser nada, nos ha dado por aparentar, por ser todos como es fama que son los catalanes y los vascos, un poco bastante fantasmas. Eso y la picaresca de fondo han hecho un país en el que no te puedes fiar de nada, pero, además, hemos tenido mala suerte, porque ese nuevo vicio nos ha caído encima en una época en el que mentir es más fácil que nunca, y, claro, nos hemos hecho los campeones. Lo peor de la mentira es que es el camino más directo a la estupidez, quiero decir, a una estupidez de cultivo, muy técnica.
Sobre la inutilidad de los wearables tipo reloj
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