Lo que quieren los electores


Las elecciones legislativas convocadas para el próximo veinte de noviembre supondrán un ejercicio de soberanía por parte del pueblo español, que dará y quitará el poder. Pocas veces ha estado tan clara la voluntad popular como lo está ahora. 
Hay que subrayar, en primer lugar, que los electores rechazan rotundamente al PSOE, sin que haya servido para nada el cambio de líder ni el retraso de las elecciones, una añagaza que hay que atribuir a la supuesta sagacidad de Rubalcaba y a sus delirios respecto a su capacidad para dar la vuelta a unos resultados muy adversos para el PSOE. Los políticos están tan pagados de sí mismos que olvidan que no son las personas, sino las políticas las que merecen la aprobación o, como en este caso, el varapalo político de los votantes.
Con Rubalcaba, el PSOE obtendrá el peor resultado de su historia reciente. El rechazo a las políticas que ha llevado a cabo el PSOE, desde el reconocimiento de un supuesto derecho al aborto hasta las vergonzosas negociaciones con ETA, pasando por su irresponsable gestión de la economía y las cuentas públicas, inclina claramente al  electorado  a dar la mayoría absoluta al Partido Popular, lo que coloca a Mariano Rajoy ante una responsabilidad enorme, y ante un altísimo nivel de exigencia. 
Los electores están justificadamente hartos de la escasa calidad de la clase política, de su insensibilidad frente a la crisis, de su impudicia al seguir gastando como si estuviésemos en Jauja y la crisis económica fuese solo un mal sueño de antipatriotas, de manera que cerca de un ochenta por ciento de los españoles  se fía poco o nada de los políticos, lo que difícilmente puede considerarse un elogio. 
La actuación del nuevo gobierno deberá desmentir desde el principio esta impresión tan extendida sobre las verdaderas intenciones de los políticos, sobre su egoísmo y su insensibilidad. No le esperan al nuevo Gobierno retos pequeños, pero cualquier intento de evitar un supuesto desgaste mirando para otra parte le supondrá un deterioro infinitamente mayor, el abandono y el desprecio de sus electores y, consecuentemente, entrar en una etapa pronta de intenso deterioro e ineficacia que agudizaría hasta extremos peligrosos la crisis política y económica que atenaza a la sociedad española. No sabemos qué actitud tomará el PSOE en la oposición, pero vistos los antecedentes, no cabe tener grandes esperanzas; ahora bien, si el nuevo Gobierno se enfrenta con decisión y mano firme a los problemas la oposición socialista no tendrá otro remedio que moderar su mensaje y que colaborar con las medidas que el nuevo Gobierno promueva, de manera que también por este flanco le convendrá dejarse de eufemismos e ir directamente al corazón de las dificultades que nos atenazan.
Alfredo Pérez Rubalcaba, que hasta ayer mismo era el vicepresidente primero del Ejecutivo socialista se ha atrevido a presumir de ser “el único político del mundo que ha anunciado una subida de impuestos en una campaña electoral”, lo que muestra hasta qué punto le importa lo que los españoles de verdad piensan. Pero los electores parecen decididos a dejar de creer en tonterías y a echar cuentas sobre nuestra situación; saben que se debe exigir mucho más a los políticos, y que Rajoy inspira más confianza por su seriedad, su buen sentido y su preparación. Esperan mucho de él, y hay que apostar porque el nuevo presidente no tenga demasiado interés en defraudarnos.
De la confusión en la red ¡líbranos Señor!