Jugar con Internet o tomarse la democracia en serio

Ahora resulta que El PSOE golea al PP también en Internet. Leo en la Gaceta de los negocios un estudio sobre el uso de las páginas web, los buscadores,  las redes sociales y un cierto etcétera, en relación con los dos partidos que concluye con ese dictamen. También leo, en varios lugares, que Rajoy piensa convertirse en el Obama español y que para eso se ha agenciado la colaboración de un grupo de expertos (alguno de los cuales da mucha risa) con el fin de ponerse a la tarea.

No quiero engañar a nadie: ¡ojalá lo consiga!, pero me temo que, en esto, como en tantas cosas, suele ser inútil por completo querer arreglar la fachada del edificio sin ocuparse de los desequilibrios y problemas estructurales que la llenan de grietas. 

Los votantes del PP se preguntan muchas veces, sin duda, por las razones que hacen que su partido, salvo las escasas excepciones que están en la mente de todos, tienda a perder las elecciones más allá de la frecuencia que sería razonable vista la composición de la sociedad española. El diagnóstico está hecho y es rara la unanimidad de los analistas al respecto, de manera que lo que empieza a resultar intrigante es la inusual habilidad de los cabecillas del PP (de muchos, aunque no de todos ni siempre) para comportarse de manera inadecuada. En mi opinión personal, el error de análisis que precedió a la derrota de las últimas generales fue de los que hacen época, porque el sesgo que hizo ganar a ZP es más simple que el mecanismo de un chupete. Nunca he logrado adivinar a qué se dedican exactamente los que asesoraron a Rajoy en esa ocasión en que, al parecer y por una vez, sí se estaba jugando algo. Pero bueno, eso es ya historia, es decir aquello que desprecian los que se obstinan en ser más listos que la realidad.

Volvamos a Internet y a preguntarnos por las razones de esa diferencia. En primer lugar, habrá que considerar que la edad es un factor importante: los más jóvenes son más navegantes y, grosso modo, es un hecho que están prefiriendo a Zapatero. No entraré en este asunto que merece, por lo sorprendente, análisis aparte. Tiendo a pensar, sin embargo, que la sola variable de la edad no sea suficiente.

Otra variable creo que podría ser el grado de pericia tecnológica de los dirigentes y los asesores, pero me parece que ese es un factor que debiéramos desconsiderar porque por malo que sea el nivel de Rajoy  y los suyos no parece fácil superar el nivel de impericia del que ha dado muestras ZP en una entrevista reciente. Por lo demás, González Pons, que me parece que algo tiene que ver con esto, sí es persona competente y capaz de orientarse en estos asuntos, o, al menos, lo era.

A mi entender, la verdadera causa del desaguisado es que los militantes y simpatizantes del PSOE se sienten más motivados que sus pares  del PP porque su partido es relativamente más permeable, primera razón, y, en segundo término,  porque cada uno de ellos se juega más en el triunfo de su partido. Lo primero me parece evidente. El PP presume de tener cientos de miles de afiliados pero o bien no sabe aprovecharlos, para lo que bastaría con no querer que la competencia interna sea fuerte, lo que es un deseo muy razonable en los bien colocados, o bien los militantes y los simpatizantes saben que no cuentan realmente para nada y tratan de no sufrir más de la cuenta intentándolo en vano.

Internet representa un tipo de apertura que el PP está muy lejos de poder representar, de manera que los intentos de la maquinaria por simular mayores cuotas de participación conducirán inevitablemente a lo contrario.  Internet no es ya una imagen, sino una realidad bien granada en la que se mueve a su gusto la parte más dinámica y responsable de la sociedad española. De nada sirve tratar de engañar a este tipo de gente a la que su experiencia navegando le ha hecho capaz de buscar eficazmente lo que merece la pena y le ha enseñado a pasar ampliamente de las meras fachadas, de los simulacros. 

Un partido que evita el debate interno, que simula los congresos, que privilegia insensatamente los mecanismos hereditarios y que hace todo lo posible para designar desde arriba a los que habrían  de elegir desde abajo, está condenándose a ser un partido con muy escasa movilidad, con menos reflejos que la Cibeles, como diría un castizo.  El PP necesita tomarse en serio la democracia no solo hacia fuera sino, muy sobre todo, hacia dentro y, mientras no sea capaz de hacerlo en serio, seguirá fortaleciendo la impresión de que es un partido que ni se fía de los ciudadanos ni se gobierna democráticamente, de modo que seguirá sin ser capaz de merecer directamente el voto de la mayoría. 

Las últimas orientaciones estratégicas del PP, seguramente tomadas con la mejor intención, dan la impresión de que los dirigentes ya no se fían tampoco de las ideas que les dieron el poder hace casi quince años y que andan a la espera de que se produzca el abandono de los votantes socialistas, por otra parte extremadamente lógico. Pero se equivocan de medio a medio si piensan que esos desencantados van a votar una versión oportunista y acomplejada de la derecha porque siempre verán en ella no a un manso cordero, sino a un lobo cobarde, pero peligroso. La batalla hay que darla muy de otra manera, no disimulando sino convenciendo y para eso hay que ser, para empezar, ejemplar. 

El PP tiene que empezar a creer en serio en la democracia y eso significa apostar de manera efectiva por el debate de ideas y por la nitidez ideológica, de cara al exterior, y, hacia dentro, por un partido abierto en el que la gente de valía pueda  progresar sin necesidad de inclinar a todas horas el espinazo ante el que se encuentra momentáneamente arriba. El Obama que dicen andar buscando no saldrá de simular el empleo de Internet, sino de tomarse en serio la libertad, el debate de ideas y  la democracia.   

[Publicado en El estado del derecho]