Deporte y política

No cabe duda de que los éxitos de los deportistas españoles llaman la atención, y que eso nos lleva a preguntarnos: ¿qué hay detrás de ello? Lizawetsky anda dando a entender que él tiene que ver en eso y habrá que disculparle porque la vanidad es tentación asaz común, especialmente cuando no hay motivo real. Creo que deberíamos descartar factores políticos porque es precisamente el fracaso político, y me refiero, sobre todo, a la ruina económica, el disparate institucional, el egoísmo más cateto, el corporativismo, y a la incultura política, lo que más contrasta con el éxito deportivo.
Lo que ha ocurrido es que distintos grupos de personas se han puesto a trabajar olvidándose de pedir el maná y fiándolo todo a su esfuerzo, a su imaginación, a sus ganas de competir y de tener éxito… y los resultados han ido acompañando. En el orden económico hay unas cuantas empresas que han hecho algo parecido, pero la mayoría del país sigue esperando que alguien le arregle sus problemas, una subvención, un apoyito del gobierno… y por ahí no se va a ninguna parte. El deporte es una buena imagen de lo que habría que hacer: salir fuera, competir, seleccionar a los mejores, no rendirse, ser ambiciosos, lo contrario de echarse la siesta, culpar a los demás de la propia mediocridad y protestar.

El secreto de un éxito

No soy de los que creen que el secreto de los éxitos del deporte español se deba a que ZP se haya hecho cargo de su gestión; más bien pienso que Zapatero se ha hecho cargo del éxito a ver si le tocaba algo en la pedrea. Me parece, por ello, que es interesante analizar las causas del éxito deportivo español. Nombres como los de Fernando Alonso, Rafael Nadal, Alberto Contador, Marta Domínguez, Pau Gasol, Fernando Torres, Andrés Iniesta o Iker Casillas, y muchos más, además de los éxitos colectivos que han supuesto los triunfos europeos de las selecciones nacionales de fútbol y de baloncesto, son algo más que una casualidad. Creo que la causa hay que remontarla al trabajo serio y persistente de un personaje decisivo que se llama Juan Antonio Samaranch, y a muchos que han seguido seriamente su estela. El deporte nos ha rendido muchos beneficios en todos los terrenos y, especialmente, ha hecho mucho por nuestra estima colectiva, demasiadamente expuesta a la crítica insolvente y disolvente de nacionalistas del más diverso pelaje, y de personajes dispuestos a triunfar a costa de hablar mal de todo lo que huela a común.

Acaso pudiéramos tomar ejemplo de este éxito para aplicarlo en otros contextos. No será fácil, pero me parece obvio que se podría hacer, y que debiéramos intentarlo. Cogeré solo dos campos, eso sí, decisivos. Me referiré la política y a la ciencia. En el campo político tuvimos unos comienzos extraordinarios en la primera transición, pero comienza a insinuarse entre nosotros una mentalidad derrotista y volvemos a preguntarnos qué va a pasar en lugar de decidir qué vamos a hacer, por emplear la sabia fórmula de Julián Marías. El remedio está en manos de todos, aunque no nos vendrían mal unos cuantos Samaranch. En el campo de la ciencia es aún más cierto que la clave está en nuestras manos, aunque ahora el gobierno ha decidido ponerse a ahorrar, precisamente, recortando en cerca de un 40% los fondos destinados a investigación. Pero todo gobierno es un mal pasajero, si el público decide que lo sea.

[Publicado en Gaceta de los negocios]