Categoría: filosofía del fútbol
El fútbol y la pasión de los comentaristas
Un partido con todo
Del azar y la pasión
El fútbol deporte y espectáculo
Creo que es extraordinariamente razonable que quienes no hayan sufrido la pasión y la frustración de jugar a la pelota, sientan una enorme indiferencia ante el fútbol espectáculo, ante un juego que puede parecer brutal, ordinario y monótono, lo que de ninguna manera quiere decir que no existan forofos que jamás han jugado a la pelota; existen y son abundantes porque el fútbol tiene una gran capacidad de exportar los atractivos y el peculiar agonismo de este deporte grupal. Hay una manera clara de distinguir ambos tipos de aficionado: el que ve fútbol porque ya no puede jugarlo, es capaz de ver cualquier partido con interés, y experimentar una pasión pura y no maniquea ante cualquier buena jugada que anuncie su culminación en un gol, o que proporcione un lance de belleza perfecta, a su entender; los espectadores del segundo tipo necesitan del catalizador externo para gozar del fútbol: van al fútbol en sustitución, o en continuación, de otras guerras, lo que no es necesariamente malo.
No es fácil la distinción entre el deporte y el espectáculo, pero éste no habría podido darse sin las extraordinarias propiedades del primero. El primero es, digamos, un drama grupal, el segundo es un espectáculo público, pero ambos coinciden en su naturaleza visual, y en que dan mucho que hablar. porque el fútbol reside, sobre todo, en la imaginación, tanto en la de quienes lo juegan, así sea bien o mal, como en la de quienes lo contemplan con interés y entendimiento. Lo más notable del fútbol, y creo que es clave en su éxito como espectáculo, es que cada jugada es una de las centenares de jugadas posibles en cada momento, de modo que, si se me permite la pedantería, cada acción representa el colapso de una posibilidad en mero pasado indeformable. En eso es como la vida, y por eso la gente le echa tanta pasión, porque, además, la vida no se repite y nos agota, mientras que en fútbol siempre hay una nueva oportunidad, nunca se repite nada.
Una lección
El señor Mourinho ha dado ayer una lección, de fútbol, por supuesto, pero una lección que vale para algo más que para ganar partidos. Tal vez me equivoque, pero me parece que lo que hace Mourinho es lo siguiente:
1. 1. Adaptarse a lo que tiene
2. 2. Simplificar los objetivos: ir a ganar
3. 3. Mejorar el rendimiento de su equipo con ideas originales, pero sujetas a los principios 1 y 2
4. 4. Convencer a sus jugadores de que eso es lo que hay que hacer, y tratarlos con rigor y afecto
Como es fácil de ver, se trata de un vademécum que también podría aplicarse a la política, por ejemplo.
El resultado es que ha ganado cuatro títulos en dos años con una plantilla que no envidiarían ninguno de los grandes equipos españoles, que ha conseguido el triplete con el Inter, eso que hizo el Barça el año pasado y que parecía imposible, y que ha ganado dos copas de Europa con equipos que no eran claros favoritos.
Ahora parece que podría venir al Real Madrid. La pregunta es si le van a dejar hacer lo que sabe hacer, o si le tenderán trampas escasamente sutiles. Es posible que el Real Madrid quiera seguir viviendo de la retórica valdanesca, de la inflación florentiniana, del poder de la marca: en ese caso Mourinho no podrá hacer nada y acabará, más o menos, como el segundo Camacho, pero dudo que se deje.
El fútbol profesional es pasto de memeces, pero también la ciencia sufre de esa plaga, por ejemplo; quiero decir que, más allá de las bobadas que se oyen a hora y a deshora, el fútbol profesional es una realidad muy compleja y que hay quien sabe entenderla y manejarla, y quienes no. Mourinho, como Capello, por ejemplo, sabe de esto, y si le dejan trabajar con una plantilla, mejorable pero excelente, como la del Real Madrid, llegará lejos. Al tiempo.
Más dura será la caída
Algunas de las reacciones de los jugadores y el entrenador del Barça después de la derrota frente al Inter, han puesto de manifiesto algo evidente, el temor a que, casi en el último minuto, se les estropee una temporada magnífica. Aunque soy descaradamente madridista, confieso que este Barça es un equipo descomunal, seguramente el mejor, no sólo de ahora mismo, sino de muchos años. Pero el fútbol es como es, y se ha hecho muy difícil mantener la hegemonía. Los del Barça deberían hacernos el favor de no excederse en la pataleta ante el caso, que tengo por poco probable, de que caigan, finalmente, ante el Inter, y/o no ganen la Liga. El fútbol es tan maravilloso como imprevisible, y bien puede pasar que un equipo mediocre, como lo es el Inter comparado con el Barça, deje fuera de juego a los que pensaban ganarlo todo. ¿Acaso no se acuerdan de lo que le pasó a su rival de siempre con un equipo de la periferia madrileña? Puede pasarles, y mejor será que se acostumbren a la idea de que alguna vez les pasará, porque esto de ser los mejores, no sirve para ganar todas las competiciones, puede llegar a no servir, incluso, para ganar ninguna.
Un adiós a Cappa
El fútbol como sorpresa
El fútbol no es lo que cree Florentino
¿Cuáles son las razones del estrepitoso fracaso del Madrid al ser eliminado, por sexta vez consecutiva, en los octavos de la Champions y por un equipo apenas normalito? El fútbol no es una ciencia exacta, y en eso consiste parte de su atractivo y su grandeza, en que siempre se puede perder, en que no siempre puedan ganar los mejores. Eso es lo que hubiese habido que decir si la eliminación del Madrid hubiera respondido a alguna de esas cosas que pasan en el fútbol y que no son evitables, pero no es ese el problema. El Madrid pudo haber ganado ayer de casualidad, por ejemplo, si hubiese entrado alguno de los balones de Higuaín o alguna de las faltas de Ronaldo, pero no fue así, de manera que, al no ganar por casualidad, perdió la eliminatoria por necesidad. ¿Cuál es la causa? El Madrid actual, pese al espejismo del partido contra el Sevilla, ni es un equipo sólido y fiable, ni tiene un entrenador que lo potencie: los jugadores lo saben, y se vinieron abajo al comienzo de la segunda parte porque estuvieron ciertos de su impotencia.
La razón de ese fracaso hay que ponerla en una plantilla no bien configurada (las ausencias de Xavi Alonso y de Marcelo debilitaron al primer equipo), en la que se han invertido cantidades millonarias, en jugadores de discutible utilidad (Benzema o Kaká, por ejemplo), en la que se han fichado a jugadores medianos (como Arbeloa) sin que se sepan bien las razones, en la que se ha prescindido por razones presumiblemente mezquinas de jugadores de calidad (como Robben o Sneijder), y en la que han permanecido jugadores que, por unas u otras razones, no aportan nada (como Raúl o Drenthe, incluso Guti que no es capaz de jugar con el nivel físico exigible en este equipo).
La filosofía que ha inspirado estas contrataciones es la de Florentino, aunque levemente escaldada por el anterior fracaso galáctico, y empeorada por las vaciedades de un charlatán oportunista a quien no nombro para que el lector se ejercite en las artes adivinatorias.
No se puede negar el madridismo de Florentino, ni su ambición. Pero su filosofía ya ha demostrado ser desastrosa en la anterior ocasión que presidió el club y es la verdadera responsable de estos años en que el Madrid solo ha conseguido dos ligas, bajo la presidencia, por cierto, de Calderón, una de sus bestias negras, pero una de sus criaturas. Quienquiera enterarse de lo que piensa Florentino hará bien en leer Los ángeles blancos, un excelente libro de John Carlin en el que, pese a su manifiesta intención de loar la etapa dorada del florentinismo, quedan expuestas de manera muy obvia las limitaciones de su concepción del fútbol.
Florentino piensa que el fútbol consiste en contratar a los mejores, y en jugar al ataque. En ambos casos se equivoca. Por los mejores se acaba entendiendo a los más caros (cree de hecho que los más caros son los más baratos), y el Madrid de Florentino (lo que heredaron Fernando Martín y Calderón ha sido siempre el Madrid de Florentino que ahora acaba de recuperar tras un paseo militar sin elecciones) lleva años gastando dinero inútilmente sin salir de la mediocridad europea en la que se ha instalado. En seis años ha tenido siete entrenadores y ha contratado a más de treinta jugadores con el resultado que está a la vista de todos.
Parodiando a Shakespeare, y mal que le pese a Florentino, hay entre el cielo y la tierra del fútbol más cosas de las que sospecha su filosofía. Hay que hacer un equipo y eso sólo se puede hacer desde abajo, apostando a largo plazo por un entrenador de categoría, justo esos que no quieren venir para que Florentino los ningunee, al que hay que dejar que diseñe un equipo en el que se pueden incrustar figuras de relumbrón, jugadores espectaculares, pero no puede hacerse un equipo a base de talonario y supuesto señorío. Eso es muy antiguo y se ha demostrado absolutamente estéril.
Hay que echar a la calle al charlatán para que vuelva a largar sus ingeniosidades y su sabiduría progre por las radios. Hay que buscar un entrenador serio y prometerle con garantías una década de trabajo, como poco. Tiene que terminar esa situación que hace que entrenadores de verdadera categoría (con un valor demostrado) no quieran venir al Real Madrid, al reino del capricho presidencial. Hay que dejar que un nuevo entrenador con auténtica categoría reajuste esta plantilla, en la que hay elementos muy valiosos, de antes y de ahora, y hay que ser más humildes, más exigentes con los jugadores, y más profesionales y serios. Y hay que hacerlo ya, sin consolarnos con una Liga que no está claro que este equipo pueda ganar, aunque en el fútbol todo sea posible, incluso que le metamos una paliza en el Bernabéu al Barcelona. Pero no se puede vivir del azar cuando se quiere ser el mejor equipo del mundo, lo que ha sido el Madrid y lo que Florentino tiene que intentar en serio… o marcharse cuanto antes para no volver jamás.