El arrepentimiento

El hecho de que los filoetarras hayan mostrado su pesar a todas las víctimas de ETA podría ser una buena noticia de no ser una noticia absolutamente falsa, pura hipocresía, posibilismo de quienes han obtenido  unas posibilidades políticas que ni ellos mismos se crees. Poner en el mismo plano a las víctimas de ETA, entre los que hay abundancia de personas absolutamente ajenas al supuesto conflicto, y a los muertos de la banda es una indecencia y una muestra de cinismo que nadie puede tomarse en serio. Lo terrible es que formamos parte de un país en el que la cobardía se está haciendo homologar como valor cívico, y la hipocresía funciona como sabiduría política. Un asco, la verdad. 
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ETA pretende la rendición de una democracia a la que no respeta

El último comunicado de ETA trata de ser cuidadoso y disimula su vinculación con las organizaciones  que se han creado para heredarla, pero  no hace ni el menor esfuerzo por aparentar siquiera un cambio en sus objetivos, una renuncia a sus utopías. Los terroristas pretenden conseguir mediante una renuncia simulada a las armas lo que no han podido conseguir con su lucha armada, con esa guerra unilateral, cobarde e injusta que ha sembrado de sangre y de dolor la tierra vasca,  a España entera, que se ha cobrado la vida de cerca de mil personas, y que ha dejado a muchos miles más malheridas en cuerpo y en alma.
Es difícil imaginar el deprecio que ETA debe albergar hacia los dirigentes políticos que supone capaces de aceptar un trato tan inicuo, tan cobarde, tan absurdo. Ceder a todo, sin una entrega efectiva de las armas por los terroristas, y sin que la organización  ponga sus efectivos a disposición de la justicia, darles cuanto siempre han pretendido a cambio de  una serie de vagas promesas, equivaldría  a escupir sobre la sangre de la víctimas, a tirar por la borda el sacrificio y el valor de cuantos han combatido a ETA, con la ley en la mano y respetando siempre los derechos de todos, incluso de los asesinos.
Es comprensible que ETA se pueda hacer estas ridículas ilusiones cuando se ve cómo algunos líderes políticos, aquellos  que habían prometido no hacer de ETA un tema de campaña, aseguran ahora haber logrado su desaparición, una situación delirante en la que, de hacer caso a lo que ETA pretende, no obtendríamos ni siquiera una victoria pírrica, sino que tendríamos un caso claro de traición, de estupidez extrema disfrazada de grandeza moral y de hipocresía, como siempre. Estamos tan acostumbrados a las mentiras de algunos que harán mal en creer que puedan engañarnos de nuevo.
Por mucho que nos duela, ETA no está todavía completamente vencida, y juega sus bazas porque, aunque se sabe fracasada, pretende tornar su derrota política en una victoria, en un paso hacia  esa paz que tan poco le ha importado cuando asesinaba, incluso a niños.
Es posible que ETA no vuelva a matar, pero, hasta ahora, no hay garantía alguna de que la proclamación de sus buenas intenciones sea algo más que un acto de propaganda. ETA pretende aprovechar la oportunidad que le brinda un gobierno absolutamente fracasado y con verdadera necesidad de apuntarse algún éxito para ver si consigue alguna concesión simbólica en la que poder apoyar su estrategia de convertirse en una fuerza de apariencia irreprochable colgando de un supuesto conflicto superado gracias a su generosidad el recuerdo de todo el dolor que ha provocado. Mentira tras mentira, ETA pretende convertir nuestro hartazgo con sus fechorías en un pasaporte hacia la impunidad, hacia el olvido. Es delirante que alguien pretenda ayudarles en esa burda trampa con el propósito de obtener réditos electorales o de imagen. Las indignas palabras de Patxi López y las mistificaciones de esos viejos y desvergonzados dinosaurios que ha resucitado Rubalcaba en su campaña de despropósitos no son precisamente tranquilizadoras sobre sus intenciones de fondo. Menos mal que dentro de muy poco perderán cualquier capacidad de hacer fechorías, pero es muy grave que pretendan engañarnos haciendo creer que han resuelto algo que sigue pendiente de que el Gobierno se mantenga firme en defensa de la libertad, de la dignidad y de la decencia.
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Rubalcaba se delata

Pese a la habilidad de Rubalcaba para decir lo que quiere sin que casi nada escape a su control, el candidato socialista ha cometido un desliz importante al hablar de ETA. En unas declaraciones destinadas a apuntarse cuantos méritos pueda haber tras el comunicado de la banda terrorista, Rubalcaba dijo textualmente que “ninguna organización terrorista se disuelve hasta que sabe qué va a pasar con sus presos”. Se trata de una afirmación extraordinariamente importante, tanto por lo que dice, como por lo que, en un descuido indudable, da a entender.
Vayamos primero a lo que Rubalcaba dice de manera expresa. La afirmación de que ninguna banda se disuelve sin saber qué destino se reserva a sus presos es, sencillamente, falsa. Cuando una banda terrorista es derrotada, la pauta que regula su comportamiento es la de “sálvese quien pueda”, y son numerosos los ejemplos que así lo acreditan, como, sin ir más lejos, el del GRAPO en España. Cuando una banda deja de ser viable, por las razones que fuere, la desbandada es lo que ocurre y de sus presos se ocupa, en todas partes y como es lógico, la Justicia. Solo cabe que la banda se ocupe de sus presos mientras siga existiendo, como es el caso de ETA, pero, además, no basta que la banda exista para que esa intención se convierta en algo efectivo, porque hace falta un elemento que, desgraciadamente, a veces se da, la complicidad del poder político legítimo para que la banda nominalmente disuelta pueda negociar el destino de sus presos, que para los terroristas no puede ser otro que la libertad.
En la situación que se ha producido a partir del reciente comunicado de ETA no hay ningún factor que nos lleve a pensar que la banda se haya disuelto, sino que es obvio, muy por el contrario, que está intentando entrar resueltamente en una nueva fase de su proyecto político sin renunciar a nada, tampoco a la violencia, aunque haya anunciado que en el futuro no cometerá atentados terroristas, anuncio que, en su caso, bien podría incumplir como lo ha hecho en otras ocasiones, la más reciente la del accidente de la T4.
Las declaraciones de Rubalcaba, de un aparente sentido común, dicen algo que él no querría decir, al menos de manera tan pronta y explícita; a Rubalcaba se le escapa que al hablar de disolución evita la palabra derrota, que es la única que podría hacernos hablar con sentido de una victoria sobre los terroristas. Lo dicho por Rubalcaba, es una de esas medias verdades tan de su gusto, como su afirmación de que “la policía no está para empeorar los conflictos”, que fue su coartada para tolerar la ocupación indefinida de la Puerta del Sol madrileña. Lo que dice ahora hace evidente que ha estado en una negociación con la banda, de ahí que conozca sus intenciones, que empiece por legitimar una política de excepción con el encarcelamiento de etarras, de la que dio excelentes ejemplos con el caso De Juana Chaos, y que se allane a las pretensiones  de la banda, con tal de que deje de matar. Ahora bien, esto no supondría una derrota de ETA, sino, por el contrario, rendirse a su victoria, otorgarle cuanto siempre ha pretendido, bendecir su lucha, olvidarse de sus víctimas, maniatar a la Justicia, y dar por buenos sus objetivos.
Afortunadamente, una mayoría muy amplia de españoles, cerca del 70% no se creen las palabras de ETA, aunque un porcentaje alto de los votantes de Rubalcaba, menos de la mitad, en todo caso, estén dispuestos a una negociación que no haría otra cosa sino certificar el éxito político de ETA. Esto es lo que Rubalcaba no se atreve a decir con toda claridad porque teme el efecto demoledor que podría tener.
Los españoles hemos de pensar con serenidad en la situación creada. Rubalcaba nos invita a la rendición, no de ETA, sino de la democracia. No deberíamos hacerle caso. ETA pretende aprovechar los últimos momentos de debilidad del PSOE en el Gobierno y conseguir sus objetivos. ETA sabe muy bien que nada de lo que ahora pueda conseguir lo podría alcanzar con un nuevo Gobierno; ahora bien, este hecho puede interpretarse de otra manera muy distinta a la que le da Rubalcaba, que está defendiendo una gestión claudicante del Gobierno, pretendidamente culminada con un falso éxito.
El comunicado es algo que no había ocurrido nunca antes, como ha subrayado Rajoy, pero no significa otra cosa que la siguiente: ETA comprende que no puede seguir atentando porque está minada por la policía y porque desciende el número de quienes la apoyan. De aquí no hay que deducir lo que hace Rubalcaba, sino reforzar el cerco a ETA hasta lograr su efectiva disolución, hasta derrotarla, y entregar a todos sus miembros al poder judicial. Esto sí que sería una victoria de la democracia y es perfectamente posible, aunque pueda suponer algún riesgo, no distinto al que asumimos desde el momento mismo en que ETA hizo su primer atentado y no accedimos a sus pretensiones. Derrotar a ETA es perfectamente posible, pero no con Rubalcaba, ni, como se ha visto, con los socialistas.

Sortu, Bildu y la ley

Sin negar la habilidad de los abogados de ETA para tratar de obviar los más que razonables obstáculos que la legislación opone a la legalización de los amigos políticos de la banda, parece evidente que el camino directo, la mera legalización por los tribunales ha de ser descontado, incluso en la versión venidera del Tribunal Constitucional. Sería, desde luego, bastante escandaloso que la notoria continuidad de Sortu con organizaciones que han merecido su ilegalización, tras procesos sometidos a todas las garantías imaginables, y a las que incluso han considerado como terroristas diversos organismos internacionales, no fuese suficiente motivo para cerrar el paso a ese nuevo disfraz de los mismos enemigos de la democracia que siempre han pretendido la justificación, el enaltecimiento y la colaboración de los crímenes de ETA, del terrorismo puro y duro.
Parece altamente probable que, sin embargo, los de Sortu encuentren una salida lateral para alcanzar sus propósitos, mediante la colaboración de un partido legal como lo es EA. Si esto llegase a suceder,  se haría evidente que el Estado democrático ha defendido los intereses de la paz, de la democracia y de la libertad con decisión, pero con escasa pericia. No vale conformarse con el argumento de que “hecha la ley hecha la trampa”, un dicho que muestra lo muy acostumbrados que estamos al uso torticero de la justicia; habría que reconocer que la legislación no estuvo hecha con el suficiente rigor. Como es obvio, además de este presunto fallo en las previsiones jurídicas en defensa de la decencia política, de la paz ciudadana, y del orden constitucional, lo que está ocurriendo aquí es que diversos partidos pretenden sacar provecho de la situación que Sortu está forzando.
El PSOE juega a aparecer formalmente enfrentado a los designios de los terroristas y de sus amigos, pero sería ingenuo ignorar que está manejando este asunto con un tacticismo evidente y que, como es su costumbre, no pierde de vista en ningún momento sus conveniencias electorales que admiten diversas especies de acomodación a las circunstancias del caso. Es evidente que unos están defendiendo lo que les conviene con vistas al electorado general, y otros están diciendo lo que les parece más oportuno con vistas a las elecciones inmediatas en Euskadi y, como todo el mundo puede comprobar, el concierto es disonante. 
Por otra parte, el juez Martín Pallín, en uno de sus ratos libres en la cruzada que le ocupa en defensa de Garzón y tratando de tildar de fascistas a sus compañeros del Tribunal Supremo, se ha manifestado partidario de olvidarse de lo que dice la ley para admitir a Sortu  en el juego democrático, dando a entender que, detrás de ellos, puede haber miles de votos. Se trata de una tesis que no sorprende en un magistrado capaz de confundir cuanto convenga a sus intereses, porque la cuestión esencial es si el grupo que lo promueve cumple con los requisitos mínimos exigibles para formar parte de una democracia que se respete, y no parece. La democracia ha sido muchas veces débil con el terror y no debería serlo una vez más. Es un problema de dignidad y de valor, cualidades que escasean más de lo que debieran.

A propósito del 11 M

Hoy, víspera del aniversario del atentado que ha causado más muertes en un solo día en la historia de Madrid, y tal vez de España, voy a tomar píe de un comentario que hace un lector anónimo. Éste es su texto:

Apreciado Jose Luis: suelo leerle tanto en su blog como en el Confidencial. Estoy de acuerdo con usted en la mayoría de lo que comenta, y supongo que es sano que no lo esté al 100%. En la lectura de sus artículos noto una una profunda melancolía y escepticismo, una especie de ¿para que narices estoy escribiendo esto si no va a cambiar nada? Muy distinto de sus primeros artículos. En eso coincidimos. Hoy le dejo este link de un artículo de Gabriel Albiac en ABC sobre el 11M que me ha llegado al corazón.

Hay algo que no acabo de entender en su trayectoria y es el no querer entrar a tratar temas como éste [Se refiere, obviamente al 11 M]. Supongo que ni Pedro J, ni FJL serán personas con las que coincida en muchos puntos de vista, y le desagrada cómo han polarizado el tema. Pero me parece que sus razonamientos tienen un fondo de verdad, de una profunda verdad, que está muy alejada de historias conspiranoicas. Yo que quiere que le diga, pero si me preguntan refiriéndose a España ¿cuando se jodió el Perú? si podré dar una fecha, el 11M del 2004. O quizá debería de decir del 11 al 14 Marzo del 2004. La reflexión es ¿cómo un pueblo ha podido ser tan cobarde? (y no refiero a usted), sinceramente desde el vivan las caenas no recordaba algo tan infame. Y la forma en que nos hemos regodeado en nuestra cobardía tiene mucho que ver con los males que ahora nos aquejan. Porque esa cobardía está tan interiorizada que es la que impide que cambiemos el rumbo. Tan interiorizada que es la que ha copiado Rajoy para llegar al poder, en la idea de que mirarnos al espejo debe de ser tan duro que  podemos romper el espejo de un puñetazo (o sea no votarle a él). Pase lo que pase en el Confi, yo le seguiré leyendo. 
Afectuosamente.
Y lo que sigue es mi respuesta: 
Su texto es de los que animan a seguir escribiendo y, aunque creo que no necesito todavía esa ayuda, se lo agradezco mucho. No creo ser más pesimista que hace unos años, pero sí creo ser más consciente de las dificultades de todo orden que hay para vivir libremente, con valor y dignidad, algo que considero irrenunciable, y que me ha llevado a meterme en harinas poco rentables en muchísimas ocasiones, bueno y el amor a mi país, a esta España tan por hacer y tan deshecha que es mi patria.
El link del artículo de Albiac, viejo compañero, me ha encantado. Albiac es un gran escritor y un pensador de fuste, aunque no siempre esté conforme ni con lo que hace ni con lo que dice, ni ahora, ni cuando los dos éramos más jóvenes: yo era ya un liberal, aunque mal formado, y él era un fan de un pensador afortunadamente olvidado que tuvo la desgracia final de estrangular a su esposa.
Es verdad que no he hablado, casi nunca ni extensamente, del 11M, pero ello se debe a que tengo la sensación, quizás equivocada, de que muchos, o algunos,  de los adalides de esa cuestión han sido escasamente honestos, han jugado con las ganas de saber y de justicia de muchos de nosotros. Por esa razón, y porque no creía tener nada específico que aportar, no ha sido un tema que haya frecuentado; he preferido hablar de lo mismo desde otras perspectivas que se me antojan más útiles, menos histriónicas. Es más largo, pero creo que podrá entenderme. Por lo demás, me parece que aquello fue, entre otras cosas, todas horribles, un golpe de estado muy bien planeado, y tengo mis sospechas vehementes de quién y porqué lo hizo, pero me abstendré de jugar con ellas mientras no tenga una certeza, porque no creo que convenga ni fabricar ni aventar argumentos a la orden de nuestros deseos. 
Creo, además, que las responsabilidades políticas de lo que pasó luego están bastante repartidas, lo que no niega, desde luego, que una buena parte del pueblo español actuase de una manera muy cobarde, con la mansedumbre que le es habitual. 
Apoyaré siempre a cualquiera que trate de iluminar aquello, pero me han resultado repugnantes las rentas que algunos han obtenido a costa de la ignorancia y la buena fe de tantos españoles deseosos de acercarse a la verdad. Han hecho mucho mal, su actuación ha sido tan grave, o más, que la de quienes destruyeron los trenes, por hacer una comparación sencilla. Lo puedo decir porque pregunté repetidamente a gente bien informada, de buena intención y, tan deseosa como yo de que las responsabilidades fueran a recaer en quienes me sospecho las tienen, y me dijeron que la mayor parte de lo que se vendía como si fuera buena información era pura basura. La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero, aunque ya sabemos que los porqueros no acaban de estar conformes.
Lo de la verdad judicial, lo ha explicado muy bien Albiac, pero ese juez de cuyo nombre no querría tener que acordarme, estaba allí puesto por quien lo puso, y no quiero entrar en detalles. Los maños lo llaman «cagarse con la capa puesta». 
Los crímenes de estado suelen correr esa suerte, aquí y en los EEUU: los que lo planearon, lo sabían muy bien y se salieron con la suya, obviamente, al menos de momento.
Y, por cierto, a día de hoy, no se me ocurre algo mejor que votar a Rajoy en las elecciones generales, porque, desgraciadamente, no podemos obligar al mundo a ser como nos gustaría que fuese; sí podemos, sin embargo, seguir luchando para que se acerque a lo que vale la pena, y la derrota de socialistas y nacionalistas es mucho más importante que otras urgencias, lo que, como sabe muy bien, no me va a impedir meterme con Rajoy siempre que me parezca oportuno, y lo haré, precisamente, porque le voy a dar mi voto: creo que tal intención me legitima doblemente para criticarle siempre que  crea que lo merece, cosa frecuente, por cierto. 



Las chapuzas socialistas en Interior

Los socialistas, y la izquierda en general, han sustentado su fama en la curiosa doctrina conforme a la cual han de ser juzgados por lo que dicen promover, nunca por lo que efectivamente hacen. Cuando se examina la conducta de los gobiernos socialistas se comprende muy bien lo indispensable que resulta mantener esa doctrina exculpatoria, lo que alcanza caracteres de urgencia escandalosa cuando se considera el comportamiento de los socialistas al frente del Ministerio del Interior. La Gaceta publicó ayer la primera parte de una entrevista al señor Amedo, quien hubo de cargar públicamente con todas las responsabilidades derivadas del caso GAL. Meses después de que Felipe González realizase unas declaraciones en que ponía de manifiesto lo atentamente que seguía las acciones encubiertas del Ministerio, aunque para presumir de no haber ordenado una masacre que, a su entender, hubiesen aprobado los electores, Amedo da nuevas informaciones sobre cómo se desarrolló aquella chapuza inmunda que igualó las acciones del poder legítimo con las fechorías de los criminales comunes. 
Me gustaría llamar la atención sobre una diferencia esencial entre una acción ilegal y encubierta de carácter criminal, y una orden política que, aunque pueda bordear los límites de la legitimidad, pueda resultar admisible, reside, precisamente, en la disposición a asumir la responsabilidad política correspondiente en quienes la hubieran ordenado. Se entenderá muy bien si se recuerda un ejemplo obvio: cuando, hace ya un par de décadas, los servicios secretos ingleses ametrallaron, de manera completamente ilegal, a un grupo de militantes del IRA en territorio español, la señora Thatcher acudió inmediatamente al Parlamento a declararse responsable de aquella acción, de manera que, se piense lo que se piense, de su conducta está claro que asumió todas las consecuencias que pudieran haberse derivado de su acción sin tratar de escurrir el bulto ni de empapelar a intermediarios que cargasen con el muerto, y nunca mejor dicho, pues fueron varios. La conducta de los socialistas en el Ministerio del Interior ha sido y continua siendo exactamente la contraria. Lo que Amedo nos cuenta remacha algo que ya sabíamos, que no solo las órdenes ilegales en relación con el caso GAL partieron de la autoridad política, el Ministro y el Presidente, sino que toda la preocupación de los altos cargos de Interior y del PSOE se centró en cómo engañar a la opinión pública, en negar cualquier responsabilidad en lo ocurrido, refugiándose en la mentira cobarde y en la manipulación judicial, contando, como no, con Garzón por medio.
Se hace imposible no relacionar estos hechos con casos que son, desgraciadamente, actualidad, tanto más cuanto algunos de los protagonistas de unos y otros siguen siendo los mismos. De la misma manera que los socialistas pretendían negar que el GAL existiese, y echaron todas las culpas sobre los policías que ejecutaban sus órdenes pretendiendo el absurdo de que actuaban por cuenta y riesgo propios, asistimos ahora a un rosario de disparates ridículos en relación con el indigno chivatazo policial que evitó la desarticulación del sistema de cobros ilegales de ETA, eso que se conoce como caso Faisán. Es realmente estremecedor contemplar las similitudes en ambos casos, el empeño en negar la evidencia para encubrir al de más arriba, en la esperanza de que éste los encubra luego a todos. Lo más asombroso es que dos de los nombres clave en este sainete grotesco coinciden con dos de las personas decisivas en el devenir del caso GAL, tal como ponen de manifiesto las declaraciones de Amedo, con Garzón y Rubalcaba. El señor Garzón ha puesto toda su habilidad para desestabilizar procesos judiciales en conseguir que el caso Faisán durmiese eternamente el sueño de los justos en un cajón de su despacho. Pero la justicia, que es lenta pero implacable, y que podría volver a abrir determinados aspectos del caso GAL, a nada que decida estudiar los documentos que un testigo de excepción como Amedo está poniendo en sus manos, ha echado por tierra esas pretensiones y ha obligado a que un juez tan mañoso como siempre ha sido Garzón haya de salir por piernas de su juzgado, y tenga que recurrir a procedimientos de imagen, a cargo siempre de los chicos de la ceja, para tratar de salvar lo muy poco que queda de su supuesto prestigio justiciero. Pero la presión de Rubalcaba sigue en plena faena, pretendiendo el absurdo de que, como en el caso Gal, unos policías pudieran tomar por su cuenta y riesgo la iniciativa de intervenir a su aire en un proceso tan delicuescente como el de las relaciones de este Gobierno, inepto y sin principios, con la banda terrorista.
Hay otro aspecto de las maniobras socialistas en Interior que también ahora se pone manifiesto: no se trata únicamente de su absoluta inmoralidad, de su desprecio a los principios más elementales de la democracia, de su capacidad para intentar cazar como sea los gatos de cualquier color, de su olvido de las normas lógicas acerca de cómo y en quién recae la responsabilidad en las acciones del gobierno. Hay, por desgracia, bastante más, una muestra completa de la chapucería más vergonzosa, de la incapacidad y la ineficacia de quienes no saben hacer bien ni siquiera lo que se disponen a hacer muy mal, por las bravas y saltándose cualquier dique moral, cualquier principio de limitación, algo que, a muchos de ellos, les suena, sin duda alguna, a música celestial.

El retrato que ETA se hace de nosotros

Hay una indudable asimetría entre el conocimiento que la sociedad española tiene de ETA y el que la banda tiene sobre nosotros: su último comunicado lo demuestra con claridad, aunque también hace ver que nos tiene realmente en poco. Que ETA pretenda conseguir lo que siempre ha proclamado e imponiendo condiciones al resto del mundo, sin matar, pero sin soltar las armas ni quitarse la capucha, es muestra evidente de que va a tratar de seguir jugando con nosotros, persuadida de que, hasta ahora, no le ha ido del todo mal. Para hacer realidad sus propósitos, independencia, reunificación y socialismo, es decir, gobierno para ETA, la organización terrorista puede aparentar que deja de ejercer el terror, pero no puede renunciar al miedo, a ser un poder oculto, más allá y por encima de cualquier democracia formal. Que pretenda que las instituciones democráticas se plieguen a sus exigencias es una quimera, un desvarío que ha sido alimentado, sin embargo, por la política vacilante del gobierno y por la falta de claridad del PNV y, en alguna medida, también de otras fuerzas políticas. Habla ETA de un conflicto secular, reivindicando de algún modo la carlistada, y de que cese la represión de Francia y de España. Sin embargo, la única represión efectiva y arbitraria que ha sufrido la sociedad vasca, y también el conjunto de los españoles, ha sido precisamente la de la violencia etarra, tan injusta, absurda y desproporcionada con cualquier adarme de razón, que apenas puede imaginarse mayor disparate lógico que el que han proferido esos encapuchados de opereta al perpetrar su comunicado. No se trata de creer o no a ETA, sino de decir bien claro que el papel que ETA pretende atribuirse es inconcebible en una democracia, y que España, y el País Vasco como una de sus partes, es una democracia, todo lo imperfecta que se quiera, pero una democracia al fin y al cabo. ETA puede jugar cuanto quiera, y cuanto se le deje, con las palabras y con la propaganda, y es verdad que mientras se entretiene en eso no le quedan energías para los coches bombas, pero esa clase de juegos no son los que se requieren para normalizar definitivamente la convivencia y la democracia en Euskadi.

Tanto si ETA no renuncia a defender su proyecto quimérico, que es lo que ahora nos dice, como si lo hiciere, nosotros no podríamos renunciar a nuestra democracia, a sus principios y a su funcionamiento, y no podemos hacerlo porque no hay mediación posible entre la libertad y el miedo, entre la representación y la usurpación, entre la democracia y la tiranía de unos pocos. No podemos dejarnos engañar por nuestros deseos vehementes de forzar buenas noticias, por encontrar alguna luz en un asunto tan largo, absurdo y trágico como lo está siendo el de ETA. Que los asesinos se quieran convertir en jueces y policías no facilita ninguna clase de optimismo. ETA tiene que inventar algo porque sus acciones han llegado a ser completamente ininteligibles incluso para los suyos, pero esa necesidad es una forma preliminar de claudicación, una actitud que no será completamente real hasta que se quiten las capuchas, entreguen las armas y se dirijan al juzgado más cercano para saldar sus deudas pendientes con la justicia, con la nación a la que han pretendido sojuzgar y chulear. Cuando hagan eso, que lo harán, será el momento de pensar en ser generosos con ellos, en tratar de cerrar de manera piadosa un episodio largo y sangriento que nadie ha querido convertir, por fortuna, en una nueva guerra civil. Pero nada puede hacerse hasta que no cumplan esas condiciones elementales que nada tiene que ver con lo que han hecho ahora, con ese sainete a mitad de camino entre el Ku Kus Klan y la mesa del trile. No creo que ETA trate de engañarnos, porque piensa que le tenemos tanto miedo que acabaremos cediendo de una u otra forma, pero lo que piensa ETA es enteramente engañoso, es un imposible que nadie podrá convertir en un proyecto razonable porque en esta clase de batallas no existen los empates, o se pierde o se gana, no hay otra. ETA amaga a ver si alguien pica; afortunadamente, Rubalcaba ha salido al paso de cualquier interpretación oportunista recordando que el comunicado de ETA no supone lo que algunos imaginaban que iba a significar. ETA podrá intentar lo que quisiere, pero las realidades son tozudas: no ha ganado la guerra, ha cansado a los suyos, y las fuerzas políticas parecen haber aprendido la lección. ETA no puede confundir la legitimidad que da el ejercicio de la democracia con las expectativas que pueda suscitar la retórica de su muy anunciada renuncia. La democracia española no necesita de garantes, las instituciones deben bastar y saben hacerlo. Los del capirote pueden hacer como que el juego no va con ellos, pero no conseguirán cambiar las reglas del sistema. Lo de ETA no tendrá arreglo hasta que ETA no renuncie a jugar con cartas marcadas, eso que todavía no ha hecho.
[Publicado en El Confidencial]