¡Todos al suelo!

Yo no sé si el comentario de Esperanza Aguirre sobre la abstención del PP frente a la propuesta de financiación autonómica ha sido conveniente o no, es decir, no sé si, por ejemplo, ayuda o no ayuda a su partido. No lo sé, sobre todo, porque el partido de Esperanza Aguirre tiene unas formas muy raras de procurarse ayuda y, por tanto, siempre acaba siendo un misterio si decir que dos y dos son cuatro pudiera ser conveniente. Bien, no sé eso, pero sí sé que lo que ha dicho Esperanza Aguirre es lo que piensa muchísima gente, aunque el PP parece tener unos estrategas que se dedican a tratar de ganar las elecciones no diciendo lo que piensa muchísima gente, y haciendo una gran variedad de cosas igual de sorprendentes.

La vida política no debiera construirse al margen de la lógica, ni de los sentimientos comunes. No se me alcanzan las intrincadas razones por las que algún sesudo líder del PP haya decidido que había que abstenerse en este asunto, pero reconocerán conmigo que resulta molesto no conocer esas razones, si se prefiere que gane el PP. Pues bien, para no hacer cosas raras, es bueno que doña Esperanza Aguirre haya dicho lo que piensa de esa votación, aunque, por disciplina, haya votado lo contrario de lo que creía conveniente. Ya es hora de que los españoles desmintamos a Quevedo y podamos decir lo que se siente sin necesidad de sentir lo que se dice, pero, sobre todo, no puede ser bueno, de ninguna manera, que se apunte a alguien en una lista por decir lo que piensa, cuando se forma parte de un partido que dice creer en la libertad y hasta en la persona.

Por eso me asustan los que dicen que hay mucha gente en Génova que mira mal a la presidenta madrileña porque se ha atrevido a decir lo que piensa. No puede ser. Ni siquiera en Génova debiera haber gente tan retorcida y tan rara. Me dicen algunos que para ganar las elecciones hay que hacer siempre lo que dicen en Génova, y con esto sí que estoy en total desacuerdo. Mi argumento no puede ser más simple: si se ganasen las elecciones haciendo lo que se dice en Génova, se ganarían siempre, y es evidente que ese no ha sido el caso, porque se han perdido en ocasiones memorables.

Si en Génova existiera un grupito de líderes que se dedicasen a marcar tan de cerca a sus rivales como marcan a sus correligionarios, es posible que los chicos de ZP no se mostrasen tan sueltos a la hora de zurrarnos la badana y vaciarnos el bolsillo. Y ya puestos, tal vez fuera bueno probar con procurar aquello que se dice defender, por ejemplo, que todos los españoles debiéramos ser iguales ante la ley, incluso los catalanes. Puede molestar a los catalanes que viven de serlo, pero les parecerá lógico a los demás, y de perlas a tantos españoles hartos de los complejos de quienes dicen representarlos.

Si a ERC le va bien, a los españoles nos irá muy mal

Deben ser muy pocos, si es que hubiera alguno, los países que puedan presumir de tener un enemigo interior de la categoría de ERC instalado en el quicio del sistema político. Nosotros somos tan peculiares que no solo tenemos uno, sino varios, es decir, que en caso de desmayo de ERC, tendríamos dónde escoger.

Resulta que el mayor enemigo del reino, el que abomina de nuestra Constitución, el que se mofa de sus símbolos e instituciones, el que niega las evidencias de una historia común, el que más se empeña, creo que vanamente, en combatir nuestra poderosa lengua, el que más obscenamente nos desprecia, el que no pierde ocasión de zaherirnos y manifiesta de manera continuada su deseo y su determinación de apartarse definitivamente de nosotros en cuanto se vea con fuerza para hacerlo, es quien determina en última instancia las decisiones del Gobierno y, para mayor recochineo, se lleva la parte del león cuando se trata de repartir fondos comunes. Los 300.000 votos de ERC han valido más que todos los demás juntos, y ERC no solo no se ha avergonzado de sus chapucerías, sino que ha presumido a voz en cuello de su mando en plaza.

¿Tiene esto remedio? Difícil mientras ZP siga siendo líder del PSOE, consiguiendo algo que pareciera imposible: gobernar contra los más con el auxilio de sus enemigos.

¿Hasta cuándo consentirán los españoles semejante burla? Como nunca he sido “progre”, me puedo permitir un comentario que pudiera parecerlo: no hay que olvidar que, con ligeros cambios demográficos, estos españoles que consienten tal cosa aguantaron impertérritos cuarenta años de Franco y, en su inmensa mayoría, no movieron un dedo contra las instituciones que le heredaron. Entre nosotros, se teme al que manda, aunque se cisque en nuestros intereses.

La izquierda ha sabido utilizar mejor que la derecha este carácter mansueto de los españoles, y se está permitiendo el lujo de someter a contraste la parábola del rey desnudo, sin que uno solo de los suyos alce la voz para reconocer que el personaje está en pelota picada. Disciplina, ignorancia o interés, o una hábil mezcla de las tres cosas. La situación es digna de Valle Inclán porque todo un pueblo puede ir a la ruina, estamos yendo a marchas forzadas, para que los señoritos de ERC puedan catalanear por el mundo y gastar suntuosidades sin cuento, a costa, sobre todo, del esfuerzo agónico de su burguesía, que está haciendo en esta historia un papel especialmente indigno del que no tardarán en arrepentirse. Pero a costa, también, de quienes se sientan plenamente españoles, catalanes o no, pero no se atreven a despedir por incompetente y desleal a ZP. Los síntomas evidentes de que vamos a un desastre de difícil arreglo empiezan a estar ya absolutamente claros. Los sindicalistas temen perder sus gabelas, pero, a este paso, perderán mucho más.

Confusio

Uno de los personajes que da continuidad a la cuarta serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, es Juan Santiuste, al que su protector, el Marqués de Beramendi, envía a una misión secreta y le adjudica Confusio como nom de guerre. Confusio es hombre al que el apodo le cuadra magníficamente, por su tendencia al caos, de manera que, tras cumplir malamente la misión encomendada, se enreda en una serie de episodios que le hacen pasar de la nada a la absoluta miseria, como pudiera haber dicho Marx (Groucho, por supuesto). Su protector acude en su ayuda y decide mantenerle a cambio de que Confusio se dedique al magno propósito que ha concebido que no es otro que escribir una Historia lógico-natural de España, es decir, una narración de cómo hubiese debido ser nuestro pasado que, a su entender, debiera haber sido profundamente distinto a cómo fue. Confusio no se anda con chiquitas, y para evitarse toda la carlistada, serie inacabable de episodios escasamente gloriosos que aún hoy nos amargan la vida a los españoles, decide, sabiamente, que las Cortes condenen a muerte al rey felón nada más asomar sus pretensiones absolutistas.

La narrativa de Galdós es lo suficientemente inteligente y cervantina como para permitirse esta ironía sobre su tarea como historiador popular, pero lo que hoy me lleva a recordar al bueno de Confusio no es la calidad del texto galdosiano, sino la actualidad de esa figura revisionista.

Con la victoria de Zapatero, ha llegado a la presidencia una especie de Confusio. Sé que las diferencias son abundantes porque el Confusio galdosiano era humilde, extremadamente bondadoso, profundamente liberal y, sobre todo, escribía su Historia con un total desinterés, pero las semejanzas son también innegables. El gobierno de la nación, que así se llama, se ha puesto entero al servicio de nuestro actual Confusio, quien ha decidido que puesto que el pasado se interpreta desde el futuro, la mejor reescritura es un cambio de rumbo, aunque sin olvidarse de pequeños detalles como la ley de memoria histórica para que su voluntad se imponga a cualquier recuerdo libre y plural de las cosas.

Zapatero-Confusio ha hecho mangas y capirotes con la Constitución y, por supuesto, le ha pegado un par de patadas en el trasero a cualquiera que le reclamase nada en nombre de la lógica, asunto sobre el que se ha permitido no solo una práctica muy suelta sino una cierta pretensión teórica. Para no agotar antes de tiempo el papel disponible vayamos a lo más reciente. Zapatero ha cerrado un pacto bilateral entre sus intereses personales (que se supone que son los de su partido, aunque habrá que verlo) y Cataluña, y luego se ha dispuesto a revestir esa coyunda con toda clase de estratagemas para hacer ver que a todos se nos trata mejor. Todavía no se ha atrevido a decir que a todos se nos trata igual, pero todo se andará.

Que ese arreglo suponga hipotecar más el futuro de todos, parece importarle un pito. Se trata de salir adelante, con dinero o cómo sea. Se da a todo el mundo un dinero que no se tiene en la confianza de que llegará la recuperación económica a modo de maná, aunque Zapatero, que es muy laico, no se deja arrebatar por esa clase de metáforas de aire bíblico.

Su confianza está no en la Biblia, sino en su descubrimiento de que la lógica y la economía pueden ser tan flexibles como se quiera. Se trata de una estrategia que le ha dado buenos resultados porque tiene mucho que ver con el pensamiento mágico, con ese resto de sentimiento hippy que todavía es dominante en la mente de muchos votantes. Además Zapatero es, en el fondo, muy liberal y ya se ha dado cuenta de que los españoles no esperan la salvación de su gobierno, que es de chiste, sino que se empeñarán por sí mismos en salir de esta y, cuando lo consigan, puede que decidan que a Zapatero-Confusio no le faltaba algo de razón.

Su presentación del nuevo marco de financiación ha sido gloriosamente confusionaria. Para empezar, ha tratado de ocultar los números, esas magnitudes que todo el mundo sabe que son irrelevantes, detrás de una amplísima cortina de pensamientos felices, un surtido del que nunca está escaso. Se ha sabido la cifra de los miles de millones de Cataluña solo gracias a la bravuconería de los independistas catalanes, que saben muy bien que a los españoles de a pie les gusta que les meen en la pechera. Montilla, en cambio, más avisado, ha recurrido a discursos melifluos, mientras los de ERC no podían disimular el ataque de risa que les da la debilidad de su vasallo, el débil gobierno de la opresora España.

Zapatero-Confusio se tiene que dedicar a lo que sabe, a reescribir lo que hace, al disimulo, a no perder píe frente a los suyos, cada día más cabreados, pero generosamente pagados con el dinero que distrae a los que no son de su cuerda.

¿Habrá alguien que sepa estar a la altura del desafío que representa esta broma macabra? ¿Se conformará el PP con la propina esperando a que escampe por Valencia?

[Publicado en El Confidencial]

La ronda de los inocentes

Tras descubrirse la entrevista secreta de Montilla y Zapatero, éste ha creído oportuno recibir al resto de presidentes, empezando por la Comunidad de Madrid. Este gesto delicado y previsor de ZP no ha disimulado las diferencias de categoría entre autonomías: Extremadura y Asturias, han ido juntas, tal vez para mostrar la solidaridad de las tierras de España cuando se trata de pedir árnica, aunque nadie podría imaginar, por ejemplo, que Cataluña compareciese con Aragón. Zapatero se dispone a zurcir a base de dádivas aparentes el gigantesco roto que perpetró al añadir Cataluña a las excepciones de Navarra y el País Vasco que no tienen que comparecer porque disponen plenamente de lo suyo y apenas pagan una pequeña cuota de afiliación a la empresa común que, casi siempre, acaba saliendo negativa; unas excepciones, dicho sea de paso, difícilmente justificables de cara a un futuro tan negro como el que se nos avecina, en especial cuando se agravan con pactos tan siniestros como el de la cesión del presupuesto de I+D a los vascos para que sus científicos puedan tener acceso a tartas más amplias que las del resto de los investigadores españoles que no son tan “finos y resalaos”.

Si Zapatero consigue que todos salgan con una sonrisa habrá que reconocer que es extraordinariamente hábil, aunque habría que admitir la duda metódica que todos le hayan concedido una mora hasta que se vean las cuentas efectivas. Sin embargo, no resulta difícil profetizar lo que va a suceder: esas cuentas serán misteriosas y, digamos, dialécticas, resultarán lo suficientemente oscuras como para que muchos crean que salen ganando y a otros les convenga fingir que lo hacen.

De la mano de ZP, el sistema de financiación autonómica español va claramente camino del milagro: el todo va a ser menor que la suma de las partes y cada parte va a presumir de ser la más brillante del sistema. Como eso, es imposible del todo, la pregunta que hay que hacerse es ¿quiénes serán los inocentes de esta ronda?  ¿cuánto tardarán algunos en descubrir que ha habido trile, por ejemplo no cumpliendo luego con las trasferencias ahora ofrecidas? Habrá habido, con seguridad, presidentes que se hayan llevado la clave del enigma, y el bolsillo caliente, y habrá habido otros que se tengan que conformar con un aumento nominal… y luego ya veremos. Zapatero es como Madoff: el que pregunte más de la cuenta se queda sin lo suyo y, como Madoff, también parece creer que le queda cuerda para rato.

El tinglado autonómico, con su disparate de gasto, ha sido disfuncional en épocas de crecimiento económico, pero será absolutamente insoportable en los años de depresión que se avecinan, aunque el astuto Zapatero finja no saberlo.  

[publicado en Gaceta de los negocios]