El Partido Popular empieza a tener de nuevo la iniciativa. Ya era hora. Montserrat Nebrera, una militante catalana, que tuvo la osadía de presentarse a unas elecciones internas sin el visto bueno del aparato, va a ser emplumada por haber hecho unos comentarios desafortunados en una tertulia. La secretaria general se ha adelantado a Pepiño al denunciar el crimen nebreril y ha comunicado que se le abrirá expediente disciplinario.
Hay que preguntarse si esta mentalidad disciplinaria va a ser la tónica general a partir de ahora en el PP o si se cree que es la que siempre ha existido. A mí me parece, modestamente, que se trata de una novedad porque, en caso contrario, no entiendo la laxitud mostrada con algunas declaraciones de Fraga o del propio Rajoy, por no citar sino a los más significados y a pifias que están en la mente de todos, que dejan en pañales las meteduras de pata de la asilvestrada Nebrera. Yo también creo que las declaraciones de Nebrera han sido inoportunas y que pueden haber perjudicado al PP en Andalucía, aunque esto sea difícil de comprobar. Pero estoy seguro de que perjudica bastante más al PP esa actitud autoritaria que nace, muy probablemente, de que la dirección se muestra incapaz de encauzar el cabreo de los suyos ante la falta de éxito de las iniciativas del PP, un dato que no será necesario argumentar, me imagino.
No hay manera alguna de crear y consolidar una democracia mínimamente respetable con la mentalidad inquisitorial que delata la iniciativa disciplinaria del PP. Un partido político no puede ser un clan de marselleses ni la Compañía de Jesús ni un regimiento de infantería ni la dirección general de la función pública. Las tareas políticas que tendría que cumplir con eficacia la dirección del PP son tantas y tan arduas que asombra que tengan tiempo para reparar en menudencias como el desliz de Nebrera. Por lo demás, si un partido no está a la altura de lo que piensan y sienten los militantes, aunque a veces se articule y se exprese de manera incorrecta, está bastante fuera de lugar.
El PP debería tomarse en serio su inspiración liberal en asuntos como este y echar por la borda su pasado ordenancista, que viene de donde viene, para tratar de abrirse a la sociedad y cumplir fielmente con su función constitucional que no es otra que dar cauce al pluralismo político, a la voluntad popular y a la participación política. El PP debe estar más atento a preparar efectivamente una alternativa política que a corregir los exabruptos de los suyos, mucho más cuando no ostentan cargo público alguno. Lo contrario muestra una mentalidad de dueño de finca que debe ser muy placentera para quien la posee pero que no le sirve para nada a los millones de electores que esperan que el PP cumpla con eficacia su misión y deje de marear la perdiz a la espera del santo advenimiento.
[publicado en Gaceta de los negocios]