El octavo, no mentirás

Este papa siempre produce polémica, lo que no está mal para su oficio, porque representa a una persona que no se caracterizó, precisamente, por decir siempre lo que todo el mundo quería oír. El problema es que, además de ese carisma que es el importante, los papas llevan siglos siendo gentes poderosas, y el poder no se lleva muy allá con los que agitan. Esa es la curiosa contradicción que un papa debe asumir a su manera, y no podemos quejarnos de que las respuestas que han dado los últimos papas no hayan sido muy distintas. 
Tal vez a Francisco le guste desconcertar, no lo sé, pero cuando desconcierta por decir cosas absolutamente elementales para un cristiano, el escándalo de sus seguidores debería moderarse. 
Creo que le preguntaron hace poco por una de las miles mentiras españolas, eclesiástica esta vez, según parece. Esto es lo que contestó: “la verità è la verità. E non dobbiamo nasconderla». No soy demasiado aficionado a caracterizar a los españoles, ni siquiera a los polacos, pero me temo que la mentira sea ahora el vicio nacional por excelencia, mucho más que la envidia. Me alegro, pues, que el papa haya recordado a todos los españoles que mentir no es bueno, aunque se sea un arzobispo con fama de no tener miedo al martirio. 
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