No hay duda de que los trabajadores tienen derecho a defenderse, tenemos derecho a defendernos, pero es lamentable ver cómo ese derecho se transforma en una inagotable capacidad de abusar. Ahora mismo hay dos ejemplos en la calle: los pilotos de Iberia que con la bella excusa de que la pérfida Albión quiere acabar con la compañía están dispuestos a no ceder ni un palmo de sus privilegios, en un negocio cada vez más competitivo, y puede que hasta engañen al Gobierno en la pelea, dada su inagotable capacidad para meterse en charcos; otro ejemplo, los de Telemadrid, defendiendo bravamente un trabajo de 1.300 personas, que pagamos todos a tocateja y con intereses, para una cadena que no ve casi nadie y que se hace con cinco veces más personal que una privada, pero es que son de izquierda, y no como los pilotos que son muy malos. Que no exista una ley de huelga es lo que demuestra que la democracia española es débil con los poderosos, con la ETA, con los nacionalistas y con los sindicatos, con todos los que se organizan bien y son aguerridos: unos pocos bien organizados y a sacarles el bandujo a los más, que no se enteran.
Trampas tarifarias
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