El ISBN y los libros digitales

Gracias a José Antonio Millán y su Libros y bitios, me entero de que la agencia internacional del ISBN pretende que los libros digitales tengan un ISBN distinto, a semejanza de lo que ocurre con las diferentes ediciones en papel.

A salvo de mejor opinión, creo que se trata de un intento quimérico de controlar algo que, ni necesita, ni admite, ese tipo de control. Las burocracias tardan en comprender que las cosas cambian. Seguir pensando en los libros digitales en términos de libros de papel es casi inevitable para cualquier funcionario, aunque sea un error muy de fondo. La edición digital nos permite pensar en la mismidad de un texto, en su identidad, en términos completamente distintos de los usuales para referirnos a libros de papel, a objetos.

No creo que en esto se pueda ver ninguna amenaza a la integridad de las obras, a la autoría o a la edición de calidad. Creo exactamente lo contrario, pero todavía no tenemos los medios precisos para poder crear los identificadores adecuados, o, mejor dicho, los tenemos, pero no hemos adoptado ninguna solución, aunque sea claro que el ISBN no lo es.

Los textos digitales admiten, en principio, identificadores internos, etiquetas que podrían formularse para que designasen a un determinado texto y nada más que a ese texto, de manera completamente independiente de los caracteres de su edición en papel o digital. Se trata de un tipo de etiquetas que todavía no existen, pero que existirán y que recogerán notas esenciales del texto, no de sus ediciones, aunque sí de sus variantes, cuando las haya. Hay que reconocer que empieza a ser urgente la existencia de tales adminículos, pero no conviene olvidar que el ISBN llegó cuando el número de publicaciones ya estaba muy crecido.

¿Cómo podrían ser esas etiquetas? Creo que Karim Gherab Martín y yo mismo hemos desarrollado algunas ideas claves para afrontar esta tarea, y también me parece tener ideas bastante claras sobre el asunto, pero a lo mejor me equivoco, y, en cualquier caso, no me caben en este post.

¿Tienen edición los textos digitales?

A la palabra editar le han salido muchos usos. Tal vez lo único que tengan en común todos ellos es que se refieren siempre, de uno u otro modo, a un texto, y se ha llamado siempre texto a una serie de signos visuales sobre una superficie. La pregunta que a veces me hago es si existe algún sentido importante en el que se pueda afirmar que se ha editado un texto digital. Si nos tomamos en serio lo que es un texto digital, rápidamente caeremos en la cuenta de que no admite ediciones, admite cambios (que lo transforman en algo distinto), pero no ediciones. Es decir, un texto digital, en tanto que precisamente digital, no tiene ninguna edición posible y cualquier edición de hecho lo transforma en un texto distinto. La edición existe porque podemos mover los signos sobre una superficie, pero, si hablamos en serio,  no hay ninguna superficie ni ningún signo en el mundo digital.

Desde luego las paginaciones, los formatos, las portadas y los títulos son elementos de la edición de un texto que se puede digitalizar, pero no forman parte del texto mismo, del mismo modo que tampoco son parte del texto los metadatos con los que los bibliotecarios identifican, por ejemplo, los libros.

En realidad, no hay libros digitales, eso es solo una metáfora. Un texto digital es, en último término, un número (no es un conjunto de dibujos sobre una superficie, o sea, que, de algún modo no es ni siquiera un texto) y ya se sabe que los números son muy suyos, que cada uno es el que es y no quiere que le confundan con otro.

¿Puede ser alguien propietario de un número?  Ya sé que el planteamiento es un poco extremista, pero me parece que algo de esto hay que tener en cuenta cuando se habla de los derechos, digamos, mercantiles sobre un texto digital o cuando, como algunos hacen se plantea la necesidad de que los libros digitales tengan también, ¡oh maravillosa previsión de quienes se cuidan de que no decaiga la cultura a manos de la barbarie tecnológica!, un precio único.