La lucidez de Muñoz Molina

Gracias a mi amigo Federico Hasna Menduiña he podio conocer un magnífico texto de Antonio Muñoz Molina, «Hora de despertar», que, aunque ya tiene unos meses, no ha perdido ni una pizca  de actualidad y, sobre todo, de oportunidad: es un análisis enormemente certero de una de las verdaderas causas de los males que nos afligen. Les hago un favor incluyendo el link para que lo lean y disfruten
Una Internet mejor

La cobardía al poder

Leo que Barcelona, a lo que se ve ciudad  decidida a ser ejemplar para lo peor, pretende retirar los contenedores antes de las grandes manifestaciones, «para evitar disturbios».  Produce auténtica vergüenza escuchar que los responsables de un Estado que literalmente nos esquilma sean incapaces de mantener el orden y contener la violencia, que es la primera de sus obligaciones. Seguro que el responsable de la idea piensa que es un ejemplo de aquello de la imaginación al poder, pero se equivoca es la cobardía personificada y tan necia que ni siquiera siente vergüenza al verse expuesta de manera tan indecente. ¡Qué asco!
Sin tarjetas SIM

Bono y los nueve viajeros del tren


En su edición de ayer El Confidencial publicaba una noticia que puede parecer meramente técnica, pero que está dotada de un trasfondo político de primer rango. La noticia señalaba que Renfe suprimirá el servicio de trenes de alta velocidad entre Toledo y Albacete, pasando por Cuenca porque no pasaba de los nueve viajeros al día. No quiero entretener a los lectores calculando el precio al que ha salido cada uno de esos billetes, pero les aseguro que sería una cifra que nos produciría vértigo, un gasto que jamás debiéramos habernos permitido.
En el trasfondo de esta noticia está la política de un personaje secundario pero decisivo de la vida política española, don José Bono, Presidente de Castilla la Mancha durante varias legislaturas, ministro de Defensa en el primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y actual presidente del Congreso de los Diputados. Bono ejerció a tope su influencia para conseguir que todas las capitales de Castilla la Mancha tuviesen tren de alta velocidad, costara lo que costase. Así tanto Cuenca, como Toledo, Ciudad Real, Albacete y Guadalajara tienen un servicio de trenes del que carecen ciudades como Londres, Chicago,  Nueva York, Berlín o Los Ángeles.  Al tiempo que conseguía culminar esta proeza, Bono se ha presentado como un líder nacional, como alguien singularmente contrario  a las veleidades de los nacionalistas. Ahora bien, lo que Bono no estará en condiciones de contestar es si el esfuerzo presupuestario, financiero y económico que todos los españoles, también los catalanes, por cierto, han debido hacer para que en su autonomía se pudiese tomar el tren de alta velocidad ha merecido la pena.
No sé si los lectores recordarán otras dos escenas de caudillismo regional protagonizadas por Bono: su oposición a que los aviones del ejército del aire utilizasen un campo de tiro en la provincia de Toledo, en las inmediaciones de Cabañeros, y su oposición a que se cerrase la autovía entre Madrid y Valencia debido a la cercanía de las  hoces del Cabriel, un enclave ecológico de enorme importancia, según el político manchego. El empeño en que el AVE pasase por Cuenca, en particular, retrasó bastante la terminación de las obras, ha supuesto el alargamiento de la línea, un importantísimo incremento de gastos tanto en la construcción como el mantenimiento, y ha hecho que el tiempo de viaje entre Madrid y Valencia, que debiera haber sido el objetivo esencial de la nueva línea,  sea superior al que se hubiera logrado con una línea directa, por lo demás de trazado bastante obvio, y que habría permitido unir Madrid con Valencia en menos de  una hora.
En este punto, Bono tenía a quién imitar. También las capitales catalanas pueden presumir de idéntico nivel de dotaciones: Lérida, Tarragona, Barcelona, donde se convertirá la línea de AVE en una especie de ferrocarril metropolitano, en lugar de situar la estación en las afueras de la ciudad, como era la recomendación unánime de los técnicos, y Gerona disfrutarán de línea de alta distancia. Se entiende, pues, que Bono no quisiera ser menos, y a fe que lo ha conseguido, aunque los manchegos, unos desagradecidos que acaban de votar a María Dolores de Cospedal, no hayan estado a la altura de su responsabilidad, y no se dignen usar un servicio tan exquisito para atender el enorme tráfico profesional, comercial y turístico entre Toledo, Cuenca y Albacete.
Aunque ahora están un poco más atenuados los gritos contra el sistema, no vendría mal caer en la cuenta de que los supuestos vicios del sistema son, en realidad y con mínimas excepciones, vicios de quienes lo protagonizan. El sistema no funciona, se dice, los políticos no solo no resuelven nuestros problemas sino que constituyen un problema que preocupa a muchos. Ahora bien, ¿qué es exactamente lo que no funciona? Casos como el del particularismo disimulado de Bono ilustran perfectamente lo que ha estado pasando con demasiada frecuencia; no es que el sistema falle, sino que algunos se han especializado en explotar la bisoñez política de una gran mayoría de españoles barriendo para dentro, preocupándose de sus intereses particulares antes que nada, inflando las nóminas de las Autonomías mucho más allá de lo razonable, aunque se profese, como es el caso de Bono, un encendido españolismo retórico.
Que un político haya conseguido torcer la mano del interés general en beneficio de su región puede merecer ciertas simpatías, pero solo hasta cierto punto. La conducta de ese tipo de políticos suele considerarse como nacionalismo, pero pocos políticos habrán dado tantas muestras de apego a los símbolos comunes como el señor Bono, y sin embargo le ha hecho unos rotos muy considerables al interés general.
El caso del AVE manchego es una parábola sobre la supuesta modernización de España: obras de relumbrón, que han podido enriquecer a muchos contratistas, y seguramente a varios más, pero incapaces de generar esa dinámica virtuosa de las buenas inversiones, que solo se han traducido en trenes vacíos. Publicado en El Confidencial

Las tribulaciones de un chino en China


Nuestro inefable presidente ha decidido pasar a la historia como autor de disparates absolutamente inverosímiles. El de China de días atrás es antológico. El castigo de los mercados al coste de nuestra deuda ha sido inmediato. Vivimos en una sociedad tan cobarde que nadie que no sea de las filas enemigas le va a decir a este tipo que tiene que callarse el poco tiempo que le queda, y marcharse para siempre en cuanto se conozcan los resultados del 22 M, sean los que fueren. Tal vez sea demasiado mal pensado, y ya se lo hayan dicho, pero este sujeto es de los que no se callan ni debajo del agua. ¡Qué desgracia, Dios mío!
El depósito legal se digitaliza

Las chapuzas socialistas en Interior

Los socialistas, y la izquierda en general, han sustentado su fama en la curiosa doctrina conforme a la cual han de ser juzgados por lo que dicen promover, nunca por lo que efectivamente hacen. Cuando se examina la conducta de los gobiernos socialistas se comprende muy bien lo indispensable que resulta mantener esa doctrina exculpatoria, lo que alcanza caracteres de urgencia escandalosa cuando se considera el comportamiento de los socialistas al frente del Ministerio del Interior. La Gaceta publicó ayer la primera parte de una entrevista al señor Amedo, quien hubo de cargar públicamente con todas las responsabilidades derivadas del caso GAL. Meses después de que Felipe González realizase unas declaraciones en que ponía de manifiesto lo atentamente que seguía las acciones encubiertas del Ministerio, aunque para presumir de no haber ordenado una masacre que, a su entender, hubiesen aprobado los electores, Amedo da nuevas informaciones sobre cómo se desarrolló aquella chapuza inmunda que igualó las acciones del poder legítimo con las fechorías de los criminales comunes. 
Me gustaría llamar la atención sobre una diferencia esencial entre una acción ilegal y encubierta de carácter criminal, y una orden política que, aunque pueda bordear los límites de la legitimidad, pueda resultar admisible, reside, precisamente, en la disposición a asumir la responsabilidad política correspondiente en quienes la hubieran ordenado. Se entenderá muy bien si se recuerda un ejemplo obvio: cuando, hace ya un par de décadas, los servicios secretos ingleses ametrallaron, de manera completamente ilegal, a un grupo de militantes del IRA en territorio español, la señora Thatcher acudió inmediatamente al Parlamento a declararse responsable de aquella acción, de manera que, se piense lo que se piense, de su conducta está claro que asumió todas las consecuencias que pudieran haberse derivado de su acción sin tratar de escurrir el bulto ni de empapelar a intermediarios que cargasen con el muerto, y nunca mejor dicho, pues fueron varios. La conducta de los socialistas en el Ministerio del Interior ha sido y continua siendo exactamente la contraria. Lo que Amedo nos cuenta remacha algo que ya sabíamos, que no solo las órdenes ilegales en relación con el caso GAL partieron de la autoridad política, el Ministro y el Presidente, sino que toda la preocupación de los altos cargos de Interior y del PSOE se centró en cómo engañar a la opinión pública, en negar cualquier responsabilidad en lo ocurrido, refugiándose en la mentira cobarde y en la manipulación judicial, contando, como no, con Garzón por medio.
Se hace imposible no relacionar estos hechos con casos que son, desgraciadamente, actualidad, tanto más cuanto algunos de los protagonistas de unos y otros siguen siendo los mismos. De la misma manera que los socialistas pretendían negar que el GAL existiese, y echaron todas las culpas sobre los policías que ejecutaban sus órdenes pretendiendo el absurdo de que actuaban por cuenta y riesgo propios, asistimos ahora a un rosario de disparates ridículos en relación con el indigno chivatazo policial que evitó la desarticulación del sistema de cobros ilegales de ETA, eso que se conoce como caso Faisán. Es realmente estremecedor contemplar las similitudes en ambos casos, el empeño en negar la evidencia para encubrir al de más arriba, en la esperanza de que éste los encubra luego a todos. Lo más asombroso es que dos de los nombres clave en este sainete grotesco coinciden con dos de las personas decisivas en el devenir del caso GAL, tal como ponen de manifiesto las declaraciones de Amedo, con Garzón y Rubalcaba. El señor Garzón ha puesto toda su habilidad para desestabilizar procesos judiciales en conseguir que el caso Faisán durmiese eternamente el sueño de los justos en un cajón de su despacho. Pero la justicia, que es lenta pero implacable, y que podría volver a abrir determinados aspectos del caso GAL, a nada que decida estudiar los documentos que un testigo de excepción como Amedo está poniendo en sus manos, ha echado por tierra esas pretensiones y ha obligado a que un juez tan mañoso como siempre ha sido Garzón haya de salir por piernas de su juzgado, y tenga que recurrir a procedimientos de imagen, a cargo siempre de los chicos de la ceja, para tratar de salvar lo muy poco que queda de su supuesto prestigio justiciero. Pero la presión de Rubalcaba sigue en plena faena, pretendiendo el absurdo de que, como en el caso Gal, unos policías pudieran tomar por su cuenta y riesgo la iniciativa de intervenir a su aire en un proceso tan delicuescente como el de las relaciones de este Gobierno, inepto y sin principios, con la banda terrorista.
Hay otro aspecto de las maniobras socialistas en Interior que también ahora se pone manifiesto: no se trata únicamente de su absoluta inmoralidad, de su desprecio a los principios más elementales de la democracia, de su capacidad para intentar cazar como sea los gatos de cualquier color, de su olvido de las normas lógicas acerca de cómo y en quién recae la responsabilidad en las acciones del gobierno. Hay, por desgracia, bastante más, una muestra completa de la chapucería más vergonzosa, de la incapacidad y la ineficacia de quienes no saben hacer bien ni siquiera lo que se disponen a hacer muy mal, por las bravas y saltándose cualquier dique moral, cualquier principio de limitación, algo que, a muchos de ellos, les suena, sin duda alguna, a música celestial.

Dontancredismo al borde del abismo

La irresponsabilidad de Zapatero tratando de poner por encima de todo sus intereses, y los de su partido, en una situación económica que no admite contemplaciones está batiendo records. Es evidente que el destino de los españoles y de nuestras economías les importa una higa, mientras puedan seguir engañando al suficiente número de personas, a sus víctimas, y protegiendo los intereses de los poderosos con los que se han aliado, y no hace falta señalar. La manera como marean la fecha en la que se modificará el régimen de las pensiones, por ejemplo, y el continuo intento de engañar afirmando que las cosas mejoran son burdas maniobras que irritan en el exterior y que no sirven sino para gravar y hacer más probable una auténtica debacle, una intervención exterior que dejaría el país como estaba en los años cincuenta, por decir algo.
No me asombra tanto su maldad y su egoísmo ciego como la necedad de quienes endosan estas maniobras. La única solución es que este señor y su partido se vayan ya, que convoquen elecciones y que un nuevo gobierno, aunque fuese de ellos, pueda a empezar a tomarse en serio la situación en la que nos encontramos y a tratar de arreglarla, devolviendo la confianza a los mercados y a los que tenemos que emprender cosas nuevas que saquen a España del marasmo en que nos está ahogando el gobierno malhadado de ZP.
Lo siento, no me gusta emplear este tono que se pudiera confundir con el de un radicalismo que repudio y me molesta, pero creo, sinceramente, que no nos merecemos continuar en esta agonía sin esperanza alguna, y que ZP ya solo puede hacer una cosa por nosotros: marcharse.

Equilibrios en el alambre

El día de hoy no es como para andar con bromas, ni con matices, pero me parece que precisamente en días en que la actualidad parece cegadora, puede ser interesante dedicarse a hablar de cosas ligeramente más sutiles.
Les voy a pintar un panorama de equilibrios entre la política, la justicia y la fama. Visto que el TS va a empapelar a Garzón, si no es que los justicieros internacionales se lo llevan en volandas y a tiempo, estaba cantado que el señor de los trajes, volvería al estrado. Los jueces tienen que ser justos, pero no están obligados a ser heroicos, y visto lo que les había caído a cuenta de don Baltasar, era muy improbable que se pasasen de generosos con el señor Camps.
Si hay un político en cuya defensa no gastaría una línea, es el presidente de la Comunidad de Valencia; creo que es casi imposible ser más torpe de lo que él ha sido, y creo que ha hecho, y parece que seguirá haciendo, un grave daño a su partido, y a España. Si no es un corrupto, que no lo sé, no cabe duda de que se ha conducido de la manera más idiota, ridícula y risible que se pueda imaginar, y solo por eso, en un país medianamente serio, no debería permanecer un minuto más en su puesto. Resulta sorprendente, sin embargo, que se pueda empapelar a alguien por meros trajes, mientras que al señor de los caballos, los dúplex y los variadísimos regalos de sus amistades inmobiliarias, no hay fiscal que le tosa.
Cuando se piensa en la democracia española es inevitable caer en la cuenta de que aquí, el poder, el verdadero poder, sigue siendo intocable.Nuestra tradición de oscurantismo, disimulo, retórica, mentira e irresponsabilidad, sigue intacta. Queda mucho para que podamos gozar de una democracia decente, pero no echemos la culpa a nadie, solo a nosotros mismos que lo consentimos con una mezcla absurda de pasividad, picardía y cinismo.