Creo, desgraciadamente, que vivimos una época en que la realidad importa cada vez menos, especialmente en política. Claro que no es fácil decir qué es la realidad y acertar a determinarla con alguna calidad, y cada cual podría invocar su ejemplo favorito, pero a lo que asistimos es a un vocerío irracional y sistemático que procede a declarar, de facto, que nada importa lo real, ni que lo que digamos o creamos o pensemos tenga la menor relación con eso. Que el PP acepte mansurronamente el camino de la extinción de la mano de Rajoy, que los secesionistas catalanes sigan haciendo ese camino absurdo y sin término comprensible que se han trazado. o que los líderes griegos, y los europeos, jueguen a olvidar lo que de verdad nos importa son sólo tres síntomas de esa dolencia, pero no son pequeños.