Me parece que hay, al menos, tres aportaciones esenciales de Google a la historia de Internet tal como hoy la entendemos. La primera es la importancia de la innovación que supuso su manera de acercarse a la relevancia real de la información a través de la fórmula de su buscador que, tal como Karim Gherab y yo mostramos en nuestro libro, se apoyaba en los trabajos de Garfield que, a su vez, se inspiró para montar el índice de impacto en las prácticas de la jurisprudencia americana (al no haber textos canónicos, es importantísimo indexar las sentencias y ver cuáles son usadas y se convierten en autoridad), así que los leguleyos inspiraron a los cientometristas y, a su vez, estos fueron los que sirvieron de inspiración a Larry Page & co para formular el algoritmo matemático que es la clave del éxito inicial de Google.
La segunda idea que atribuyo a Google, aunque seguramente no sea exclusiva de ellos, es la de que los PC debieran descansar en la red más que en programas residentes. Reconozco que esto me pareció quimérico la primera vez que lo oí, seguramente porque estaba encantado de conocerme ya que había aprendido a manejar el MS-DOS bastante bien. Hoy me parece que es evidente que esa es la idea correcta y cada vez usamos más aplicaciones que se apoyan en la red y menos en la memoria física del PC, lo que, telefónicas aparte, es más simple y mucho más lógico.
Sin embargo quizá la aportación más importante de Google haya sido su forma de ganar dinero con estas cosas. Esto ha supuesto una auténtica revolución y va a permitir que se desarrollen servicios que, de otro modo, seguramente serían imposibles por no ser financiables, aparte de la influencia que todo esto está teniendo en el mundo de los medios convencionales, en el ocaso de Gutenberg.
Por eso creo que el acuerdo de Google con editores y sindicatos de autores es una noticia importantísima, algo que anuncia que el futuro, la biblioteca digital universal, está cada vez más cerca, para el beneficio de todos.