Creo recordar que era Machado quien decía, que el pecado que se le hacía más difícil de perdonar era el de escribir un mal drama en cinco actos, porque nada había más fácil que no escribirlo. Me acordaba de este juicio mientras me removía en mi asiento lamentando el espantoso crimen perpetrado contra el séptimo arte por un tal Florian Maria Georg Christian Graf Henckel von Donnersmarck al hacer una película titulada The Tourist. El tipo del nombre largo ya había perpetrado La vida de los otros, una película pesada, oportunista y mua apta para el entusiasmo de los bienpensantes, pero esto de ahora es menos disculpable que el atracón de buena conciencia, ahora que ya no parece haber mucho peligro.
Haber gastado el dineral que habrá supuesto este bodrio es imperdonable. Soportar a la hierática hija de John Voigt haciendo de Audrie Hepburn, o algo así, es un tormento digno de los más refinados sadistas. Solo es soportable la aparición de Timothy Dalton, aunque sea para maltratar a Paul Bettany que hace su habitual papel de tonto. No vayan a verla, me lo agradecerán. Hasta Venecia parece un poco hortera, y confieso haber recordado con alivio el día que vi Copia certificada, lo que me parece que me exime de cualquier otro comentario.