Escribe Manuel Rodríguez Rivero su habitual sub rosa en el último número de la Revista de libros sobre los blogs y el cuarto poder, en realidad sobre la crisis de la prensa impresa y sobre la remoción del viejo prestigio de las columnas en la prensa de pago. A su favor hay que decir que no se pone ni estupendo ni apocalíptico, que trata de ver lo que pasa tal y como pasa. Se deslizan en su comentario un par de apreciaciones indirectamente erróneas: una a propósito de la gratuidad de la red como factor diferencial sobre las publicaciones que hay que comprar. La radio y la TV han sido siempre básicamente gratuitas y hace ya mucho que funcionan: no van por ahí los tiros, me parece. La segunda a propósito de que siempre quedarán lugares de prestigio (como la revista en que se publica el comentario, que por cierto, en la práctica es como si fuera gratuita y no deja de ser, por ello, bastante buena).
La verdadera cuestión no está en la gratuidad, sino en la abundancia: la radio y la TV son gratuitas pero tanto o más selectivas que la prensa de pago. Internet es selectiva sólo por el mercado, no por el mediador. Lo que realmente cambia es la forma en que se administran los prestigios, cómo se crean, cómo se gestionan, cómo se destruyen. Es la democracia llevada a unos extremos que fueron inconcebibles para sus fundadores, pero frente a los que nada tendrían que decir; qué le vamos a hacer: se abre un mercado incierto en el que millones de mediadores sustituyen a los mandarines, no siempre con desventaja. Seguro que alguna vez se domeñarán estos excesos, pero por el momento es agradable ver que no todas las facetas del diamante se pueden controlar desde el panóptico de turno.