Dinero digital
La mentira política
Dinero digital
Página web y blog realizados con WordPress
Un artículo de Alejo Vidal Quadras en la Gaceta de hoy llama la atención sobre una carta que nadie quiere escribir, sobre los problemas de los que no se quiere hablar. Creo que habría que corregir un poco al brillante analista, y decir que esa carta sí se escribe, él mismo lo ha hecho hoy, pero son pocos los que escuchan, los que quieren oír la gravedad de lo que está pasando, en política y en economía, y tomarse en serio lo que oyen.
Quien no lo hace nunca es el presidente del gobierno, porque en lugar de ocuparse de lo que debiera, se ocupa de seguir en lo suyo, aunque haya ingenuos que piensen que pudiera no presentarse a las próximas elecciones. Zapatero está demostrando ser un maestro consumado en el arte de manejar a los españoles, porque nunca nadie ha conseguido nada con tan poco. Es el indiscutible campeón en el arte de engañar al tiempo que se halaga; nadie le aventaja en ese oficio ni se acerca a su maestría. Quienes piensen que pueda creer en algo de lo que dice tienen mucho trabajo por delante para entenderle, porque no es fácil encontrar una categoría en la que colocarle.
¿Qué dice a los españoles? Que nunca pasa nada, que todo se arregla con el tiempo, que la culpa es de otros, que no nos armemos líos innecesarios con la lógica, que no nos tomemos en serio ninguna de nuestras preocupaciones. Este personaje es el ideal para que los españoles continúen ignorando lo que les pasa, eso que ya decía Ortega que nos pasaba hace muchas décadas.
Lo terrible es que es modelo de política irresponsable ha hecho escuela, y que la oposición parece conformarse. Ya puede desgañitarse don Alejo, que mientras los españoles no vean el país hecho trizas y sin remedio preferirán seguir escuchando al flautista. Muchos creen que eso es precisamente la democracia, una especie de nirvana, y ZP es un coach inmejorable para esta clase de ejercicios: empezó con el talante y acabará con la ataraxia, es un ingeniero del alma, un verdadero poeta.
El cambio de director en el CNI debiera ser una buena noticia, pero el Gobierno se encarga de matizarla para que no nos alegremos demasiado. La buena noticia consistiría en reconocer que cuando un político abusa en beneficio personal de su posición, o hace rematadamente mal lo que tiene que hacer, lo que resulta lógico es ponerle de patitas en la calle. En el caso del dimitido director del CNI, parece que han concurrido las dos causas: se dedicó a pasarlo bien haciendo de nuevo rico a costa de recursos públicos, y no ha sabido, tampoco, mantener la necesaria discreción en todo lo que rodea a esa Casa. Pues bien, el Gobierno en lugar de cesarlo por ambas o por alguna de las dos causas, le ha permitido dimitir, con discurso y todo, y manifiesta que ha decidido aceptar su decisión para evitar controversias. ¡Qué malas deben ser las controversias! Por lo visto, hacer cualquier clase de barrabasadas no tiene ninguna importancia… si no da lugar a controversias.
El Gobierno cree que puede disimular y hacer como que cede a las presiones de la opinión, todo, menos admitir que uno de los suyos ha tenido un proceder indigno. Me parece que eso se llama mentir, y que esa mentira también merecería un cese, pero los españoles resultan ser muy lentos para las controversias, y son amigos de que los mentirosos les halaguen los oídos. Es una pena, pero es así.