Jaula de grillos

Que la política es un oficio duro es algo bien sabido, aunque resulte de una dureza ligeramente retórica cuando las derrotas pueden afrontarse desde una sólida posición en el aparato del partido, formando parte de ese núcleo que, pase lo que pase, nunca pierde ninguna batalla. Un grupito selecto de esta clase de privilegiados fue sorprendido hace unos días, según relataba la Gaceta, en un restaurante de lujo mientras se lamía las heridas. Como demuestra su conversación, los socialistas siguen sin hacer las cosas a las que estarían obligados por decencia y por sentido común y, a cambio, se entregan al denuesto de los compañeros que consideran más responsables. Ayer, Felipe González se ganó algún calificativo nada piadoso con su parentela, por admitir que tenía pocas simpatías con las posiciones que han llevado a su partido al desastre en el que se encuentra.
Una comida con tanto cerebro pensante no sirvió ni siquiera para introducir entre amigos el debate indispensable: las razones por las que el partido ha recibido un castigo tan abultado, y lo que hay que hacer si se quiere recuperar el papel protagonista que el PSOE ha venido manteniendo en la democracia española.
La charla  entre Chacón y Barreda muestra claramente que no están preocupados por lo que le ocurre al país, ni siquiera por lo que le pase a su partido. No han pensado nunca en dimitir porque creen que el partido son ellos,  pero tampoco se sienten obligados a introducir unos granos de cordura en una situación tan desquiciada como la que están atravesando. Su gran estrategia parece consistir en esperar, y se reduce a eso porque pueden hacerlo, porque piensan, y seguramente acierten, que nadie les va a decir nunca que son tan responsables como el que más en la debacle que han provocado.
El PSOE es ahora mismo una jaula de grillos, en la que no hay ni un adarme de reflexión, ni el más ligero espíritu de autocrítica. La batalla de las ideas parece proscrita, decididos como están a preocuparse, antes que nada, de que su estatus no se altere. La imperturbabilidad de los hábitos de estos dirigentes derrotados muestra hasta qué punto se han organizado bien para que nada cambie aunque nada siga igual. A veces parece como si se empeñaran en seguir el consejo de Franco, “haga lo que yo, no se meta en política”.
El PSOE se ha convertido prácticamente en un partido rural y aquí nadie parece inmutarse. La Chacón es de las que han apoyado el abrir las puertas del poder político a los que se disfrazan para no parecer ETA, pero no parece que su error de cálculo y su miseria moral le disminuya el apetito. Cada uno de estos personajes hace la guerra por su cuenta, porque la fingida unidad tras el dedazo para designar a Rubalcaba es ya una vieja monserga. Y sin embargo, el PSOE tendría que apresurarse a hacer autocrítica, a una redefinición, a tomarse en serio la vuelta al pacto constitucional, a la centralidad en la política española, para abandonar el nefasto y ridículo diseño del zapaterismo, esa maniobra para expulsar al PP del mapa, que, de momento, ha dejado al PSOE fuera de la casi totalidad  de los ayuntamientos importantes, y al margen del poder regional. Debe ser muy desagradable para los votantes socialistas comprobar la frivolidad, el descaro y el egoísmo de unos líderes tan irresponsables como miopes. En lugar de propiciar que el PSOE se replantee su estrategia, están en la mera supervivencia personal, en la lucha de todos contra todos, y así seguirán hasta que sus militantes se harten  de consentir tanta vaciedad, como si la cosa no fuera con ellos.