El ayuntamiento de esta ciudad está dispuesto a cazar a sus ciudadanos a cualquier precio; lejos de procurar que vivan libres y, si pueden, felices, se las arregla para que caigan en sus redes. Es como una gran araña cruel y perezosa a la espera de moscas despistadas. Hoy he caído en una trampa, y ayer caí en otra. La de ayer: zona verde, pero debidamente poco visible una prohibición de carga y descarga, total 90 euros. La de hoy: quería aparcar en el parking de la plaza de Santa Ana, y atravesé la calle del Prado, prohibida a la circulación salvo hoteles y servicios, porque pensé que lo del parking era un servicio, pero no, debería haber sabido que sólo se puede entrar a ese parking desde la calle del Príncipe. No sé cuanto me caerá, pero debería sentirme feliz de vivir bajo la protección de un Ayuntamiento tan eficiente y tan poco arbitrario, de manera que, como no lo estoy, se demuestra que soy un tipo raro y antisocial. Quedan advertidos.
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