Por décima vez en más de cincuenta años ETA ha anunciado una especie de tregua. La experiencia y el sentido común indican que, como en otras ocasiones, tras el anuncio se ocultará alguna especie de trampa para osos, o para gobiernos mentirosos.
ETA es criminal, pero no tonta, y ha sabido colocar este ambiguo anuncio de manera estratégica. Para un observador imparcial no dejará de ser sorprendente la manera en la que ETA se hace cargo de la conveniencia del Gobierno de Zapatero, que es el gobierno de Rubalcaba en estas cuestiones. Resulta que Rubalcaba, con un Zapatero silente, dada la monumentalidad de sus errores en este enredo, ha venido haciendo unas tareas de aliño para facilitar la tregüita de ETA, y ETA no ha querido dejarle en mal lugar, ni causarle más cuitas a un ministro tan cuidadoso.
Incluso una organización tan autista como ETA ha entendido que no le convenía rechazar indefinidamente las muestras de consideración que le ha prodigado nuestro gobierno. Que si unos traslados por aquí, que si unos arrepentimientos por allá, que si unos milloncetes para Egunkaria…, los gestos han sido tan abundantes y delicados que hasta un ciego acabaría por ver en ellos un manifiesto deseo de agradar al que no sería cortés dejar en evidencia. De este modo, las equívocas medidas del gobierno acaban siendo engañosamente justificadas por una ETA más comprensiva que la del pasado, y lo que debiera ser considerado una traición a la democracia se convierte mágicamente en una especie de acierto preventivo.
El enredo se advierte muy bien cuando se analiza el tono del Gobierno en torno a la tregüita. Ahora resulta que se sienten escépticos ante el comunicado de ETA. Se ve que quieren dejar claro que ellos no tienen nada que ver, puesto que cuando admitieron, solemnemente, que sí tenían que ver, la ETA los puso a los píes de los caballos con el atentado/accidente de Barajas. Los que sigan creyendo que este gobierno es incapaz de aprender, harán bien en meditar sobre la política de prudentes y escaldados comentarios que ahora nos administran.
Este gobierno es constitutivamente incapaz de atenerse a cualquier régimen de principios, y, además, no sabe estarse quieto, de manera que se ha especializado en actividades escasamente confesables; no deberíamos extrañarnos, es un heredero posmoderno y retórico de la sabiduría chino-felipista sobre la indiferencia del color del gato cuando caza ratones. Su problema es que está por ver que las mentiras, muy gordas, barrocas y disfrazadas de entereza, de este gobierno sirvan para algo, es decir, para algo más que para salir del paso, que es la especialidad indiscutible de los alevines de Zapatero.