Las tribulaciones de un Obama español

Sea cual fuere la idea que tengamos de Obama, y sin ninguna intención de incurrir en hagiografías, es interesante preguntarse si sería posible que en España se diese un caso similar. Para los que quieran ahorrarse los argumentos, la respuesta es muy simple: no. ¿Cuáles son las razones que lo hacen impensable?

En primer lugar, Obama ha vencido al aparato de su partido comenzando desde abajo. Aquí, no se olvide que somos una monarquía, todo está atado y bien atado; Felipe apoyaba a Zapatero y Aznar impuso a Rajoy con los felices resultados que están a la vista de todos. Lo último que quiere perder un monarca es la capacidad de designar heredero, de manera que los out-siders ya pueden ir pensando en cultivar sus vocaciones alternativas porque aquí no pasarán. No es una maldición eterna, pero es un vicio difícil de erradicar y que sería muy conveniente superar, pero no interesa a los happy few que dirigen el cotarro que, a este respecto, son franquistas sin excepción: dejarlo todo bien atado es una de sus dedicaciones favoritas.

Obama es un personaje enormemente brillante, tiene un excelente curriculum académico (fue director de la Harvard Law Review, un puesto que no se regala), es un gran orador y, en principio, no esconde sus valores. Sería muy raro que un personaje con esas características pasase aquí de concejal, en el extraño caso de que hubiese decidido dedicarse a la política y no estuviese ocupado en menesteres privados de más interés, fiabilidad y prestigio. La política lleva unos años haciendo una selección endogámica y cutre de sus protagonistas, premiando al mediocre que siempre aplaude, y eso, al final, lo acabamos pagando todos. Tampoco es un mal sin remedio, pero con nuestra estructura de partidos tiene poco arreglo.

Obama cree en las posibilidades de los Estados Unidos. Aquí a los políticos se les enseña a abstenerse de esa clase de creencias patrióticas, tan mal vistas por nacionalistas e intelectuales exquisitos, para limitarse a su círculo inmediato de intereses. La carrera política se hace a empujones y sin reglamento y lo único seguro es colocarse cerca del jefe a ver lo que cae. O sea, que ni Obama ni Mc Cain.

Son muchos los españoles que desearían tener una democracia como la americana. Es un deseo piadoso pero estéril si no viene acompañado de acciones que le pongan patas. Son muchas las cosas que nos separan de ellos, pero hay una sin la cual es imposible siquiera aproximarse a sus virtudes cívicas, a la excelencia de su modelo: la política no puede ser pasiva, reducirse a ver la televisión o a oír la radio que prefiramos: la política es acción. Obama lo sabía y el uso inteligente de  Internet ha sido una de las claves de su éxito.

[Publicado en Gaceta de los negocios]

¿Obama?

Acabo de pasar unas  semanas en los Estados Unidos y me parece interesante anotar algunas impresiones  en relación con la  elección presidencial. Por allí,  todo el mundo da por hecho que Obama será el vencedor. Aunque carezca de cualquier autoridad para hablar de este tema, querría subrayar tres cosas. La primera  es que gran parte del electorado americano no se siente cautivo, al contrario de lo que sucede en España. La segunda es que, si se miran los últimos treinta años, salvo los ocho de Clinton, el predominio republicano ha sido muy alto y esto es algo que, en general, tiende a agotarse. Por último, pude ver en directo el segundo debate y aunque Obama no me parece Superman, creo que Mc Cain tiene aire de poca cosa, pese a que tal vez no lo sea.

Ahora, lo que se avienen a explicar los que viven allí. En primer lugar, Obama no es negro, sino que representa a las minorías distintas a la wasp, cada vez más importantes en los EEUU. Él, de hecho, juega a eso, a recordar el sueño americano, dando a entender a todos que el país tiene futuro, tiene misión, un componente de su autopercepción que algunos creen que se ha perdido de manera irremisible y que otros muchos querrían mantener de manera indefinida. Esto puede ser muy atractivo también para muchos   wasp desencantados, aunque difícilmente sirva para nada real en la compleja máquina que rige, por decir algo, los destinos del mundo y en la que los EEUU son una pieza importante, pero no más. Esa pérdida de poder y de influencia se les aparece a los menos conservadores como un capital que Obama podría recuperar y Mc Cain podría seguir esquilmando.  Por otro lado, el balance de Bush funciona como  una losa para el candidato republicano: la crisis económica (que se atribuye cada vez más a Greenspan, de modo que, aunque empezó con Clinton, las copas las pagan los republicanos), una guerra oscura y difícil de entender, una popularidad muy a la baja.

A Obama se le reprocha escasa experiencia y se le ve como un candidato de diseño. Fue a Illinois, un Estado con el que nada tenía que ver, porque allí podía hacer carrera con los demócratas gracias a la gran influencia del sector afroamericano en ese Estado, y se cree que obtuvo la investidura de los grandes poderes de las corporaciones más importantes, un poco hartos del predominio petro-tejano y de los supuestos intereses de ese lobby en la política exterior de los EEUU. De ser todo esto verdad, ganaría un candidato bien apoyado y que ha sabido revestir de un cierto aire ONG el crudo interés de gente bastante lista y poderosa. No es poco, desde luego.

Pese a todo, Si se diera valor a mi impresión personal (la gente a la que he podido preguntar y que van a votar),  no habría que descartar la sorpresa.