Las elecciones generales celebradas ayer han alumbrado un panorama político muy nuevo y bastante complejo. Su primera nota es el enorme descalabro que ha sufrido el PSOE, lo que plantea dudas muy serias sobre su orientación política en el futuro. La consecuencia inmediata de este desastre del PSOE es la mayoría absoluta del PP que, sin embargo, no sube excesivamente en el voto (en comparación con lo que sería razonable que subiera), ya que incluso pierde voto en algunas circunscripciones. La victoria de Rajoy es, pese a todo, una gran noticia, y su poder en el partido será incontestable a partir de hoy: su responsabilidad también será enorme, porque así lo es la expectativa provocada por su mayoría y el rango de los difíciles e inaplazables problemas con los que ha de enfrentarse.
España es así. Diversa, compleja, desconcertante, y el panorama político y parlamentario va a ser completamente distinto de lo que era. Suben los nacionalismos, sube el separatismo, sube IU y sube UPyD, los primeros suben mucho con relativamente pocos votos, los segundos suben menos con bastantes más, lo que pone de manifiesto, una vez más, la cara más fea de nuestro sistema electoral. Lo de IU ys se sabe que es un derivado, pero lo de UPyD parece ir más allá, y eso es una gran noticia para la estabilidad, el dinamismo y el equilibrio del sistema político.
Toca esperar, no mucho, pero esperar. Los efectos de las políticas que emprenda Rajoy serán fulgurantes, para lo bueno y para lo malo. El panorama se ha movido mucho, y nada indica que vaya a quedarse quieto.
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