Los argumentos de Pablo Iglesias para seguir mandando en Podemos, cosa que yo no pienso discutirle, no son precisamente muy renovadores. Siendo él el líder, ese es el subtexto, como ahora se dice, promete la victoria. Se trata de la eterna contradicción entre el éxito y la democracia interna. Yo no sé si los de Podemos prefieren un liderazgo más plural, pero sería lógico que lo hicieran a la vista de que son, todavía y veremos para cuánto, un partido en aluvión y confusión, pero es claro que Pablo no quiere renunciar a una primogenitura que le han regalado los medios de la casta. Tiene razón, si se trata de ganar, pero no es claro que la tenga si se trata de hacer algo realmente nuevo, o sea que tiene razón, porque las novedades en política son muy difíciles, especialmente si se va a remolque de viejas monsergas, por más que se vistan de las mejores intenciones y de una atildada imagen que sufriría mucho con una postergación a cargo de bases que imagina ignaras, que solo sirven para montar el espectáculo y aupar a los vencedores, faltaría más.
Lollipop
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