El Real Madrid y la política española

Aunque la actualidad del mundo del fútbol está sometida a una fortísima obsolescencia, es posible que los lectores aún recuerden los penosos sucesos de la semana pasada en torno a la presidencia del Real Madrid. Creo que, si se examinan con un cierto detenimiento, encontraremos en ellos una minuciosa reconstrucción de los defectos estructurales de nuestro sistema  político cuyo análisis puede tener algún interés. Al fin y al cabo, se trata de la forma en que los españoles organizamos y soportamos el poder, la forma en que entendemos la democracia.

Lo más doloroso es comprobar la ausencia absoluta de criterios éticos, de comportamientos ejemplares que se traduce, entre otras cosas, en una pornográfica falta de respeto a las reglas y en una entronización de la tropelía  y el insulto como artes supremas de la lucha política. Hace días, viendo uno de los episodios de El ala oeste de la Casa Blanca, escuche al Presidente Joshia Bartlet (demócrata) defender la contratación de una militante republicana diciendo: “soy capaz de percibir el ansia por cumplir con el deber a kilómetros de distancia”; esa capacidad para reconocer los valores que están por encima del interés partidista y egoísta brilla por su ausencia entre nosotros, de manera que se han impuesto como reglas de conducta tanto el desprecio a los argumentos y a las razones ajenas, como el pisoteo de cualquier mínimo atisbo de objetividad. De esta manera se explica con facilidad el éxito de los mentirosos.

En el caso del Real Madrid hay muchos testimonios de ese envilecimiento colectivo. Empezaré por lo más obvio: una parte muy importante de nuestra prensa, en lugar de informar,  ataca; en lugar de aislarse de la pelea para proporcionar elementos de juicio a sus lectores, se convierte en mamporrera y no renuncia a dedicarse al puro y simple matonismo. Que ese ejercicio de cinismo y de parcialidad sea propuesto como modelo de ética produce vómitos a cualquiera que conserve un mínimo de conciencia cívica. Una noticia puede definirse como la revelación de algo que algunos no quieren que se sepa, aunque muchos entienden que informar es conseguir que se haga real aquello que les interesa que lo sea: en lugar de periodismo de investigación, tenemos una gran industria de  suplantación que otros muchos se limitan, sin más, a repetir. 

Lo más grave, sin embargo, está, tal vez, en el fondo del asunto, en cómo las ambiciones más desorejadas de poder se disfrazan de desinterés, de madridismo, de afán de servicio en medio de la pasividad de los teóricos dueños del club, del pueblo soberano. Los electores, en este caso las decenas de miles de socios del club, suelen limitarse a ver cómo se despedazan los distintos candidatos mientras, a lo que parece, dan por válidas las proclamas de decencia y desinterés, de madridismo, que emiten en su nombre cualquier de los muchos portavoces que contratan con sueldos astronómicos para conseguir el apoyo de los medios de información

Todo hace patente que nuestra democracia solo se rinde ante el dinero. El dinero es casi el único poder, y el dinero se compra con más dinero, creando una burbuja de corrupción incontrolada e incontrolable que caerá, a no dudarlo,  sobre las cabezas de quienes  han consentido  tanto desafuero. Hace ya mucho tiempo que la izquierda dejó de hablar de los poderes fácticos, seguramente porque ha ingresado en el club aunque sea de temporera, pero lo que esa expresión mencionaba tiene ahora mucho más poder que nunca y es un cáncer en la democracia… y una enorme hipoteca en el Real Madrid.   

Se supone que el Real Madrid es de los socios, pero todo el mundo sabe que en el Madrid no se mueve un dedo sin que lo sepa quien de verdad tiene el poder, aunque haga protestas de ausencia, mientras terminales bien engrasados se dedican a cantar sus glorias y a pedir su regreso, tras el breve e iluso reinado de tres temporeros. En la democracia española, pasa un poco lo mismo y dejo que cada cual saque las analogías pertinentes porque no conviene pecar de excesivamente obvio.

 El Real Madrid se enfrenta a nuevas elecciones, pero, salvo que los socios decidan inquietarse por lo que en teoría les pertenece, el porvenir está atado y bien atado. El caso del Real Madrid es un aviso a navegantes. Lo curioso es que el desastre social y la mentira moral que supone seguir diciendo que el club es de los socios mientras sus destinos se deciden en muy otras partes, podría terminar si los socios cayeran en la cuenta del poder que efectivamente tienen. Bastaría que un candidato, hasta ahora inexistente,  se atreviese a jugar en serio la baza de la propiedad del Club proponiendo su conversión en una sociedad anónima, que dejaría un buen dinero a los socios que no quisiesen ser accionistas por mucho amor que profesen al club, para que se acabase esa farsa. Pero seguro que son muchos los que prefieren seguir creyendo que son los dueños del club aunque los empleados les traten como ganado. También hay analogía política para esto, pero tiene más miga y no es tan sencilla. 

[publicado en elconfidencial.com]