En un artículo muy reciente, Enric Juliana se quejaba, no sin cierta razón, del mapa de inversiones ferroviarias. El escándalo viene de que la línea Barcelona Valencia no aparece, de manera que Barcelona y Madrid están unidas por una línea de alta velocidad, Valencia y Madrid pueden estarlo en breve, y Barcelona no tiene ese tipo de buena conexión con Valencia. En ese triángulo de grandes ciudades, hay un lado al descubierto. Luego afirma, también con cierta razón, que hace falta un gran corredor de mercancías para que el Mediterráneo quede bien unido a Europa.
El argumento supone que el escándalo se produce por la sumisión al supuesto victimismo de los valencianos y por la permanencia de un esquema radial en las comunicaciones ferroviarias. Puede ser. Habría que decir, sin embargo, que el asunto puede contarse de otra manera. Primero porque la conexión ferroviaria entre Barcelona y Valencia es, salvo un par de puntos que están en solución, de las mejores de toda la península en cuanto a viajeros, y son muchos los que han defendido que mantener y mejorar ese modelo es preferible al excesivo gasto de la alta velocidad y, segundo, que el tráfico de mercancías es un desastre en toda la red, sin que el eje mediterráneo suponga ninguna expansión.