El papel lo aguanta todo

Veo en el blog de Madr+d sobre futuro del libro que, a propósito de la impresión alemana de una cierta versión de la Wikipedia, se vuelve a argumentar sobre el prestigio del papel. A mi me parece que esto empieza a ser digno de psicoanálisis y que pudiera estar ligado a que el sentido del tacto tal vez proporcione una impresión de realidad más fiable que los otros sentidos, en especial que la vista. No sé lo que dirán los que sepan de esto, pero a mi me parece que no hay alucinaciones táctiles. Además, la mano, proporciona poder, también intelectual, como lo acredita el origen latino del término concepto (que si no me equivoco viene de capio-capere, coger). Tener en la mano algo es dominarlo. Seguro que también influye el hecho de que un texto impreso, por voluminoso que sea, es siempre finito y sugiere, en consecuencia, la posibilidad de dominarlo (olvidando que toda lectura es inacabada), mientras que el texto digital es, de algún modo, casi infinito, es más, puede alterarse, puede no decir hoy lo que decía ayer. Este es un temor que, de algún modo, está justificado y que hay que esperar no se produzca, porque a todos conviene que los textos tengan fecha. Un texto digital que mediante la conexión a un proveedor o autor fuese cambiando su contenido sin advertirlo al posible lector sería algo más que un engorro, sería un artilugio orwelliano, el medio ideal para el Miniver, el ministerio de la verdad al que tanto se acercan las televisiones españolas.

Las columnas del prestigio

Escribe Manuel Rodríguez Rivero su habitual sub rosa en el último número de la Revista de libros sobre los blogs y el cuarto poder, en realidad sobre la crisis de la prensa impresa y sobre la remoción del viejo prestigio de las columnas en la prensa de pago. A su favor hay que decir que no se pone ni estupendo ni apocalíptico, que trata de ver lo que pasa tal y como pasa. Se deslizan en su comentario un par de apreciaciones indirectamente erróneas: una a propósito de la gratuidad de la red como factor diferencial sobre las publicaciones que hay que comprar. La radio y la TV han sido siempre básicamente gratuitas y hace ya mucho que funcionan: no van por ahí los tiros, me parece. La segunda a propósito de que siempre quedarán lugares de prestigio (como la revista en que se publica el comentario, que por cierto, en la práctica es como si fuera gratuita y no deja de ser, por ello, bastante buena). 
La verdadera cuestión no está en la gratuidad, sino en la abundancia: la radio y la TV son gratuitas pero tanto o más selectivas que la prensa de pago. Internet es selectiva sólo por el mercado, no por el mediador. Lo que realmente cambia es la forma en que se administran los prestigios, cómo se crean, cómo se gestionan, cómo se destruyen. Es la democracia llevada a unos extremos que fueron inconcebibles para sus fundadores, pero frente a los que nada tendrían que decir;  qué le vamos a hacer: se abre un mercado incierto en el que millones de mediadores sustituyen a los mandarines, no siempre con desventaja. Seguro que alguna vez se domeñarán estos excesos, pero por el momento es agradable ver que no todas las facetas del diamante se pueden controlar desde el panóptico de turno.