Un gobierno secuestrado

Este gobierno que se mueve en las sombras para que nadie sepa lo que hace, que se refugia tras la disciplina militar y el silencio debido, que paga más que nadie a los bandidos, no ha aprendido todavía la lección churchiliana de que cuando se prefiere el deshonor a la guerra, se alcanza el deshonor y no se evita la guerra. Ahora tenemos a tres compatriotas secuestrados en algún lugar del mundo y, aunque no se pueda culpabilizar al gobierno de esa acción criminal, cosa que el PSOE no dudo en hacer tras el 11-M, como puede recordar cualquiera, si cabe requerirle reflexión sobre si su conducta ha sido la más adecuada para evitar la repetición de sucesos de este tipo.

El gobierno ha cometido el gravísimo error de ordenar a nuestros soldados, en alta mar, que no actuasen contra los secuestradores, y su exceso de prudencia, su miedo a mancharse con sangre española en el caso de haber actuado con dignidad, con valor y con inteligencia, no ha sido la prevención más adecuada para evitar futuras agresiones a cualquiera de los muchos españoles que andan mundo adelante.

El gobierno está secuestrado por su temor a mancharse las manos, por su miedo a tener que renunciar a los idílicos mensajes que parecen legitimarle, a las melifluas imágenes del mundo que les sirven para llamar la atención, aunque también para hacer el ridículo ante cualquiera que no comulgue con ruedas de molino. El gobierno está secuestrado por sus propias mentiras, por hacer cosas distintas a las que dice, por sentirse en la obligación de seguir hablando, por ejemplo, de solidaridad, de igualdad y de equilibrio entre los españoles, mientras premia descaradamente a quienes necesita para mantenerse en el poder.

El verdadero drama de este gobierno es que cada vez son más los que conocen su precio, los que saben que su valor es cada vez menor. Nos quedan largos años de prueba con un gobierno sin otro objetivo que llegar como sea a las próximas elecciones, a ser posible, sin que el cien por cien de sus votantes hayan descubierto todavía lo único que de verdad les importa.

Un utilitarismo romo y cobarde

Muchas de las reacciones frente al rescate pagado de los marineros del Alakrana se basan en un razonamiento perverso inspirado en la utilidad y en el cálculo, en una especie de justicia sometida a cotización y contabilidad analítica. Se trata de modernas versiones del principio capaz de justificar toda iniquidad, a saber, que la consecución del fin justifica cualquier procedimiento.

Todo parece poder quedar reducido a que la cosa nos salga barata, a que sea rentable. Es sorprendente ver cuántos que fustigaron al gobierno con imperativos kantianos cuando, por ejemplo, hubo un accidente aéreo en Trebisonda, se convierten en utilitaristas de mercado cuando se trata de sus asuntos. Es comprensible y disculpable que las familias y los amigos de las víctimas, se dejen llevar por el egoísmo y tiendan a olvidar los principios de la moralidad y de la justicia, pero es absolutamente intolerable que, bajo ese manto de piedad, se cuele el utilitarismo romo de quienes no temen otra cosa que el perjuicio electoral, o el mero desprestigio por no saber cazar ratones, con independencia del color del gato.

Las posiciones del gobierno han estado enderezadas al disimulo, a una imposible alianza del cinismo y la piedad para ocultar su cortedad de miras y/o su cobardía, o ambas, que no suelen ser incompatibles. En lugar de hacer lo que debieran haber hecho, a saber, emplear los medios legítimos para combatir un acto de piratería, tratan de convencernos de que han llevado a cabo una actuación diplomática contundente, como si sacar pecho hablando de nuestros cónsules, nos sirviera para atenuar el ridículo que este gobierno ha obligado a hacer, una vez más, a nuestros paradójicos soldados.

El gobierno ha tratado de que la alegría por el regreso de los secuestrados sirva para legitimar las chapucerías aplicadas al caso. No es ya que el gobierno mienta por interés, sino que nos desprecia tanto que no se molesta ni siquiera en que sus ideales parezcan coherentes.

[Publicado en Gaceta]