El parto de los montes

Sin que se sepa muy bien por qué, seguramente habrán sido muchos los que han respirado tras el final del riguroso suspense con el que se clausuró el conclave socialista, una reunión en la que lo único  que ha habido, por más que se le llame Congreso, ha sido la elección entre dos formas agónicas y artificiosamente enfrentadas del mismo zapaterismo, el  continuismo matizado por las devociones hacia el pasado anterior a Zapatero, representado por Rubalcaba, y la ridícula pretensión de renovar el zapaterismo que representaba Carmen Chacón.  Lo único positivo de este espectáculo tan insustancial ha sido que las votaciones se hayan hecho como debe ser, en secreto y no brazo en alto, norma elemental que debiera ser de obligado cumplimiento para los partidos pero que, una y otra vez, se saltan las cúpulas directivas para mejor controlar a quienes supuestamente les controlan a ellos, y que, a no dudar, Rubalcaba volverá a saltarse de nuevo en cuanto pueda.  La división en el seno del millar de delegados era de tal porte que no ha habido otro remedio que tomarse en serio  el derecho al  secreto del voto, aunque sea por una vez.
Vista la victoria de Rubalcaba por un margen tan estrecho e insignificante, no hay más remedio que decir que el PSOE no solo está derrotado, sino completamente dividido. Es verdad que los militantes suelen tener un alto sentido de la supervivencia, y acudirán raudos en auxilio del vencedor, pero el partido, obligado a una dolorosa y muy larga travesía del desierto, se ve obligado a empezar la marcha en las peores condiciones posibles. No es fácil hacer profecías ante andadura tan arriscada como la que les espera, pero no es difícil suponer que la unidad que tanto se proclama vaya a brillar por su ausencia, y que las facturas que unos y otros se van a girar tras esta escaramuza tan reñida no van a cesar en el corto plazo, ni mucho menos. No se trata de integrar a una minoría, sino de  acomodar a una buena mitad de dirigentes convencidos de que este triunfo de la vieja guardia va a suponer un retroceso aún más grave que el recientemente registrado en las urnas.
Aun sin mediar argumentos ni ideas, la lucha por el liderazgo ha sido un enfrentamiento radical de dos facciones que ahora mismo, y la situación se agravará con toda probabilidad después del 25 de marzo, no tienen un poder que compartir y que, en consecuencia, van a seguir luchando cuerpo a cuerpo en las innumerables escaramuzas que jalonan el desarrollo de la vida del partido, especialmente cuando la política se pretende hacer sin grandeza, sin ideas, sin generosidad y sin otro fin que mantenerse en el poder.
La división socialista es consecuencia de la derrota, desde luego, pero los socialistas deberán, cuanto antes, empezar a preguntarse en serio por sus causas, por las razones por las que más de un cuarenta por ciento de sus electores han preferido otra cosa. No lo harán, porque ello supone poner en serio riesgo toda la tramoya ideológica en la que se ha venido fundando el opíparo negocio político del PSOE, abrirse a una renovación que supondría, para empezar, la jubilación de la casi totalidad del personal político del PSOE, que en el caso de Griñán o de Rubalcaba apenas podría llamarse anticipada. El hecho de que ni siquiera se haya dejado adivinar la posibilidad de una tercera vía, es realmente dramático, por cuanto significa que Zapatero ha triunfado aniquilando por completo a las personas que hubieran podido encabezar una renovación. Es un sarcasmo que Chacón haya pretendido  enarbolar esa bandera en un partido que ha se ha sometido con impavidez y talante gallináceo a las ocurrencias del líder, contemplando cómo una política demente y absolutamente irresponsable iba arruinándonos a todos, aumentando las cifras del paro y dejando a la sociedad española en la peor situación desde hace décadas, sin esperanza, sin horizontes.
Que la solución que los socialistas proponen a los españoles consista en dar un cheque en blanco a uno de los políticos más gastados y desprestigiados de la democracia, indica la profundidad de la crisis socialista, su absoluta carencia de recambios, su incapacidad para la renovación, su ceguera a las realidades políticas y a los deseos de los ciudadanos. Todo indica que este Congreso se ha decantado finalmente merced a las habilidades secretas de personajes como Blanco o Zarrías, gentes sin ideas, sin un mínimo atractivo, pero que dominan eficazmente el arte de hacer propuestas que no se pueden rechazar a personas que se lo deben todo.
Este Congreso ha sido decepcionante porque en él no se han escuchado ni las razones de los votantes socialistas para  dejar de serlo, ni las disculpas de los responsables de ese inmensa e inaudito abandono por parte de los votantes. Todo se ha resuelto entre bambalinas, en secreto, sin razones, casi sin eslóganes, porque los dos candidatos han competido en decir idénticas vaguedades, en no dar ni una mínima muestra de razón política, en despreciar, en el fondo, aquello que no pueden controlar, la inteligencia y la voluntad de los electores  que no les deben nada. El horizonte socialista es casi tan sombrío como la biografía política de su nuevo líder. El futuro nos dirá si ese partido convulso y deshecho es capaz de renovarse y rehacerse por el bien de la democracia y de los españoles, pero, si no lo hacen, otros ocuparán el papel que ellos han desempeñado, y es muy posible que eso sea lo mejor para todos. 
La barbarie crece

La asignatura pendiente

El problema del PSOE es el siguiente: si se dedica a cultivar su voto fiel, esto es, si se deja llevar por la cultura política inspirada en el resentimiento social y la envidia, que es, sin duda, una de las más hondas razones de ser de la izquierda española, tiene una parte de su trabajo asegurada, y estará siempre en una cierta mayoría moral frente a una derecha a la que pinta como insolidaria, egoísta y «antigua», aunque todos esos epítetos, quizá especialmente el último, sean difíciles de comprender, viniendo de quien vienen.  Entonces estará en condiciones de ganar siempre que la economía vaya bien y perderá cuando, casi inevitablemente, la desbarate. 
Si, por el contrario, se dedicase a reinventarse, a convertirse en una izquierda competitiva como la norteamericana, o la más común en el norte de Europa, ganaría amplitud de espectro social, pero su base, hasta ahora bastante berroqueña, se iría disgregando, poco a poco.
El problema está en que las políticas que suenan bien a la base, como las que ha insinuado APR en su presentación, son rigurosamente inaplicables, de hecho ningún gobierno del PSOE las ha aplicado nunca, de modo que ello les obliga a una esquizofrenia que, como mejor se representa es con el apellido de un banquero: Botín. Se trata de la vieja táctica de los teros: los huevos en un sitio, los gritos en otro.
Atreverse a dar el salto de ese píe forzado no es fácil. Zapatero lo ha intentado por el lado del pacto con el nacionalismo burgués, pero ya se ve que no le ha salido; ha intentado poner en píe un socialismo insoportablemente retórico, y el balance ha sido desastroso, como corresponde a una salida en falso.
¿Podrá intentarlo Rubalcaba? Creo que no le faltan ni recursos, ni ambición, pero no tiene tiempo. Si consiguiera un resultado decente y el liderazgo nacional a medio plazo, creo que lo intentaría, y no sería mala cosa. No creo que, de hacerlo, lo hiciere por generosidad, sino por instinto, porque las cuadernas del viejo rencor de clase son cada vez más débiles e inseguras. 


Google responde

El candidato Rubalcaba


La proclamación oficial de Alfredo Pérez Rubalcaba como cabeza de la lista por Madrid en la lista del PSOE, y, por ende, como aspirante a la presidencia del gobierno español ha sido uno de esos típico actos que tanto gustan a los partidos españoles: entre nosotros y que la tele lleve nuestra imagen por doquier.
No tengo el placer de conocer personalmente a Rubalcaba, pero creo que su imagen es lo suficientemente potente como para que pueda convertirse en un candidato con posibilidades. Es evidente que se enfrenta a una situación muy complicada y a un destino incierto, por llamarlo de alguna manera, pero es fácil que sea uno de los personajes mejor preparados para afrontar la ardua caminata que le espera a un PSOE desprovisto del gobierno y sin apenas poder territorial.
De momento, ha hecho lo que cabía esperar que hiciera, separarse del Gobierno y girar a la izquierda, porque, de la misma manera que el PP siempre está girando al centro, el PSOE siempre está condenado a esa maniobra retórica. Adviértase el hecho, muy notable, de que ambos giran en la misma dirección, lo que certifica lo que, todavía hoy, se da por hecho, la superioridad moral y política de la izquierda, aunque se encuentre tan a la intemperie como se encuentra por culpa de sus pecados zapateriles, seguramente imperdonables para muchos.
Hay que estar atentos a dos cosas: a si el electorado que ha abandonado al PSOE da muestras de fiarse de Rubalcaba, y a si el candidato, poco a poco, empieza a decir algo distinto que lo más obvio y trillado.
Blogger draft a peor

¿Qué está pasando?

Me parece que esta es la pregunta que se hacen muchos ciudadanos ante la plaga de escándalos que ensucian la imagen del PP, con mayor o menor motivo. Seguramente serán ciertos los toros, al menos algunos toros, pero no menos ciertas ni instructivas son las circunstancias de esta espectacular corrida fuera de temporada.

Como estamos en una democracia consolidada y en la que todo el mundo se atiene escrupulosamente al principio de separación de poderes, no cabe pensar sino en la casualidad para explicar el celo conjunto de Rubalcaba, de la fiscalía y del juez Garzón en depurar esa clase de supuestos y viejos delitos. Pero, en fin, como nuestro país ha hecho suyo el dicho de “piensa mal y acertarás”, dejaremos a nuestros lectores que ensayen en conciencia explicaciones alternativas a la mera fortuna.

Porque es coincidencia muy notable que cuando el país esté hecho un desastre, ZP no convence ya ni a los que le prepara TVE para su lucimiento, y el porvenir es acusadamente oscuro, debido a la inacción y al disparate que cada día nos procura el gobierno, justamente en ese día, se ponga misteriosamente en marcha el perezoso ventilador de la justicia y toda la mierda provisional que avente contribuya a intensificar el tufo de corrupción en las inmediaciones del PP y solo del PP.

Primero parecía que la cosa iba contra la presidenta de Madrid, una persona que ha tenido el atrevimiento de ganar por goleada al partido del gobierno. Cierta prensa, independiente, por supuesto, ha ayudado lo que ha podido mostrando los frutos sazonados de un riguroso trabajo de investigación periodística en que se ve cómo parece que este hizo algo que al otro le parecía que podía ser perjudicial para alguien y que todo eso fue vigilado por no se sabe quién aunque nos dicen que es evidente que no podía sino seguir órdenes directas de la Presidenta quien, en su increíble torpeza, estaba procurando espiarse al tiempo que espiaba a los que espiaron a quienes ella pretendía espiar, o algo así.

En estas estábamos cuando, de repente, la cosa tomó un cariz distinto, lo que da que pensar sobre las prisas del estado mayor que dirige el asunto.  De manera inesperada, los espías se vieron alejados del primer plano por una auténtica falange de corruptos que, ¡oh casualidad! parecían haberse sentado todos juntos en la mesa de una boda ya lejana pero, al parecer, decisiva en la historia política del PP.

¿No será que está fallando la coordinación de funciones, siempre tan necesaria, entre los servicios de policía y la judicatura con cuya garantía de independencia nos sentimos cada día más libres y más seguros? Por algo puso Felipe González, en su momento, a Belloch como ministro de ambos asuntos, para que no pasaran estas cosas tan inoportunas, pero no ha habido valor para mantener con el debido vigor esa innovación en defensa de la democracia y así nos va.

En la boda del Escorial estaban todos juntos. ¡Tate, tate! El español, siempre capaz de atar a las moscas por el rabo, saca las consecuencias del caso inmediatamente, y comprende que el tiro va por elevación, que ya se pasa de Esperanza, que se supone es caso cerrado, y se apunta más arriba. Con esto va a pasar como con la transición: que nos hicieron creer que fue una cosa maravillosa y ahora se ha descubierto que fue una época de vileza, silencio cómplice y traición. Ahora, tras la paciente investigación de Rubalcabas y Garzones se va a descubrir que el progreso aznarí no fue sino un improvisado manto con el que cubrir las miserias de una corrupción generalizada, y muchos parecen pensar que ya va siendo hora de que se diga la verdad. Esta preocupación por el pasado siempre acucia cuando el futuro se adivina de color hormiga.

Tratan de implicar a  Aznar porque le temen y aunque se profesan pacifistas, han aprendido la utilidad que pueda tener la guerra preventiva, siempre que se haga con los apoyos necesarios de la opinión, que no les han de faltar. Se malician que Aznar pueda decidirse a intervenir, a poner su autoridad al servicio de los votantes y los militantes del PP para que el partido se enderece como conviene, y saben que con un PP medianamente en forma el batacazo podría ser de espanto.

Yo no sé lo que Aznar pueda estar pensando, pero creo que cada vez son más los españoles que aplaudirían alguna forma de intervención para evitar que colapse un partido que es bastante importante para que en España siga habiendo algo mínimamente parecido a una democracia. Aznar ha dicho ya en público que la situación política actual está más allá de una mera crisis de alternancia, y es seguro que será consecuente, más allá de consideraciones  acerca del grado de responsabilidad que le pueda caber, dado el hecho indiscutible de que conserva una autoridad moral y una capacidad de liderazgo que ahora no abundan. El futuro del PSOE es efectivamente oscuro, aunque haya que reconocer que, sin duda, tienen un buen departamento de efectos especiales.

[Publicado en El Confidencial]