Ayer tuve un problema en carretera y hube de ser rescatado por una grúa. Aproveché muy bien el tiempo de viaje con el gruista que resultó ser persona de bastante interés. Me contó su experiencia como camionero autónomo que había sido y me hizo pensar en lo duro que resulta, para muchos, ganar unos euros, y por qué siempre parecen pocos para los que trabajan con tanta dureza como los camioneros. Luego comparé esa experiencia vivida en carne ajena con lo que se está diciendo acerca de los 400 euros para los que no encuentran trabajo, una especie de limosna laica, que, al parecer, se convertiría en un insulto si se diesen a cambio de algún tipo de trabajo, de un mini-job según empiezan a llamarse. Estoy seguro de que mi gruista, y yo mismo, preferiríamos el mini-job a la limosna, pero cuando tanta gente se opone con tanta pasión hay que preguntar qué se gana con esa campaña, y quién lo gana. Una respuesta muy interesante está en este artículo de Juan R. Rallo. Al final tendremos que reconstruir desde abajo el mercado laboral y el tejido económico del país, pero los grandes enemigos de que salgamos adelante siguen y seguirán estando arriba, administrando en nuestro nombre los buenos sentimientos que se nos supone y que nos niegan en cuanto se pone mínimamente en duda su desinterés y su eficacia. Siempre hay gente dispuesta a creer lo que no le interesaría creer, esa es una de las claves de la política.
Copias, preferencias y progreso
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