La pifia del Gobierno con la ley que pretende imponer una tasa irrenunciable a Google es de tan alto fuste que no puede explicarse únicamente con la impericia y el paletismo digital que es habitual en nuestros gobiernos. Me dicen que, por detrás, existía un grupito de listillos dispuestos a constituir una SGAE partiendo de la tasa Google, que ya consideraban en el bote, y que ellos repartirían. No sé qué llama más la atención de estos supuestos intrigantes, si su avaricia o su estupidez. De todas formas, la idea no resulta extraña, es como la radiografía de buena parte de las administraciones públicas, unos paganos obligados y unos administradores opacos y soberbios: el fallo está en que Google ha resultado ser menos tonto que la mayoría de los electores.
BQ a lo grande
BQ a lo grande