Lamento sinceramente no poder hacer un gran elogio de una iniciativa ambiciosa de nuestro cine, de una película que mejora la nota media de nuestras producciones y que pretende ser un ejemplo moderno y atractivo de cine histórico. Sin embargo, lo mejor de Lope, la película de Andrucha Waddington está, sin duda, en los versos del poeta; no están mal un par de escenas con cierta gracia, tres a los sumo, dentro de un guión previsible y poco trabajado. Lo peor la ambientación, el paisaje y el paisanaje. Yo estoy harto de que los especialistas de nuestra industria, por llamarles algo, confundan el aire de gran producción, si es que eso es lo que pretenden, con muchedumbres de andrajosos que abarrotan las escenas, y no dejan ver ni los decorados ni las plazas; es irritante que piensen que todos los españoles del siglo XVII eran sucios y desharrapados, o que crean que cualquier estancia habría de estar repleta de los objetos más incomprensibles y feos, al parecer porque, a su juicio histórico, no existían entonces ni la escoba ni las mudas.
Entre Madrid y Lisboa hay, ahora mismo, parajes de gran belleza, de enorme verdor que, seguramente, fueran todavía más lujuriosos en época del Rey Felipe. Para ilustrar las andanzas y los viajes del joven Lope, a los expertos de la película no se les ha ocurrido otra cosa que enseñarnos parajes polvorientos y pedregales inhóspitos, como si estuviésemos viendo un espagueti western. Se ve que nuestros artistas e intelectuales del cine son gente culta y avisada, muy al tanto de que todo el pasado de este país ha sido un desastre miserable.
La película tiene algunos otros defectos, pero se deja ver y creo que gustará a parte del gran público, aunque haya que lamentar que no se usara algo más de imaginación y de cuidado para hacer un producto que estuviere a la altura del poeta. Claro que, si se comparase con otras joyas españolas del género, por ejemplo con la malhadada Sangre de mayo de Garci, podría merecer grandes elogios. Tiene tan buenas intenciones que incluso llega a salir un sacerdote que no sodomiza a nadie, lo que, visto lo visto, supone una agradable contención del sectarismo habitual. Lo dicho, lo mejor los versos de Lope: aunque para gozarlos no sea necesario ir al cine, se dejan ver y oír, y se agradecen.