Cuando la transparencia escasea o no existe se produce un efecto especialmente perverso que los expertos pueden aprovechar con enorme ventaja: la falsa transparencia, el filtrado interesado, se convierte en una cortina de humo. En su virtud, no sólo se tapa algo sino que se induce a creer que está operando una transparencia absolutamente inexistente. No se trata de pasarse de listos, basta con preguntar cui prodes? Tal vez no acertemos, pero es una pregunta esencial si queremos que alguna vez la transparencia sea algo más que un simulacro.
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