Este expresivo dicho castizo resume muy bien toda la teología, por lo menos para el común de los mortales. Es lo que ha recordado insistentemente el Papa, que la fe no es una teoría, que es una vida en la que el Dios hecho Hombre nos acompaña y sostiene. Nada indica que sea fácil vivir de esa manera, es evidente que no lo es, pero cualquiera que se llame cristiano tiene que recordar que no basta con creencias, que hace falta vivir y testimoniar ese misterio que nos debe llenar de caridad, sobre todo, y de esperanza.
La Iglesia trata de renovarse, es su obligación, para poder repetir incansablemente su mensaje, para hacer eficaz su trabajo y su testimonio. A veces se dice que estos tiempos son duros, seguro que lo son, pero nunca ha debido ser fácil esa especie de contravida que a veces supone la religión vivida con exigencia. No fue fácil ni para los Apóstoles, ni para Pedro, entonces y ahora.
El Papa, además del regalo religioso de su presencia, nos ha hecho, de pasada, otro don: que al menos por unas horas hayamos podido mirar esta vida con unos ojos distintos, que hayamos podido poner en segundo plano esas agonías que habitualmente nos azogan como si realmente fueran lo único importante, y es claro que no lo son.
Una buena idea de HTC
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