¿Navega libremente el Alakrana?

Nuestro presidente puso su gesto más solemne para decir la frase que llevaba varios días deseando pronunciar, “El Alakrana ya navega libremente y todos los miembros de la tripulación están sanos y salvos”, es decir que casi se puso épico. Los hermeneutas radicales, a los que supuestamente se asemeja el pensamiento de Zapatero, profesan la convicción de que la épica es peligrosa porque, habitualmente, oculta alguna fechoría. El hecho de que Zapatero haya transgredido accidentalmente su forma de pensar preferida, el discurso civilizatorio al que es tan aficionado, y haya recurrido, sin ninguna improvisación, al recurso épico revela que debe encontrarse en un aprieto. ¿Se habrá convertido acaso Zapatero en un utilitarista al estilo de González, al que solo le importaba que el gato cazase, independientemente de su pelaje? No lo creo. El recurso a una retórica inhabitual en Zapatero podría también indicar que se ha vuelto sensible a las emociones patrióticas, al fin y al cabo dirige el gobierno de España, según dicen los anuncios.

El secuestro del Alakrana ha sido un calvario para el gobierno por alguna razón adicional a la más obvia, que no pienso negarle. El gobierno se estaba quedando en cueros ante la opinión nacional porque es muy sencillo hacer una pregunta realmente simple: ¿Para qué nos estamos gastando lo que nos cuesta esta administración si ni siquiera es capaz de liberar a unos pescadores que han caído en manos de unos piratas de aspecto tan desarrapado? ¿Por qué hemos de mantener unas costosísimas fragatas que no nos sirven siquiera para recuperar por la fuerza un enorme barco que ha caído en manos de una chalupa? ¿Para qué demonios queremos el CNI, las embajadas y los miles de asesores si no sirven ni para un apuro relativamente ligero y que, además, era perfectamente previsible que volviera a suceder?

Bernardino León, que lleva fama de empollón, ya advirtió días atrás que convenía ver una peli americana para darse cuenta de lo peligrosos que son los somalíes, es decir que si ni siquiera los americanos pueden con esta gente ¿cómo vamos a poder nosotros? Estuvo hábil el Bernardino, pero su estratagema no sirve para contestar la pregunta principal. Entre españoles, el gobierno tiene que tener un halo de misterio, de poder indestructible y por eso hay tanto monárquico y somos tan prontos a la sumisión y al acato. El gobierno inspira respeto, son los que mandan y hay que obedecerles. Bien pues era precisamente esta premisa la que se estaba tambaleando peligrosamente. Por esa razón llamó Zapatero a La Moncloa a las mujeres de los marineros y, sin necesidad de intimidarlas, consiguió que cierta espera tranquila se adueñase de su ánimo, porque la verdad es que esas vascas estaban a punto de tirar por tierra todo el tinglado de la farsa. Zapatero no les mostró ningún arma secreta, pero, como suele hacer este gobierno, supo hacer promesas contantes y sonantes.

Yo sé muy bien que no es de buen tono preguntar ahora por el precio que todos hemos pagado con este asunto. No lo voy a hacer, pero me digo a mi mismo, y digo a quienes me puedan leer, que hemos dado un ejemplo de impotencia, de debilidad y de cobardía que solo podrá borrarse con mucha determinación y con mucha inteligencia. No sé si este gobierno será capaz de hacerlo, más bien creo que no tenga ninguna intención de ponerse a ello. Sus intereses más altos han quedado a salvo, el único daño que les importa seguramente se ha evitado a tiempo.

Pero la vida es larga, y nuestros barcos seguirán navegando por mares de piratas que se sentirán completamente seguros de que ningún buque español les vaya a poner seria resistencia. Nos han tomado la medida, han confirmado lo que aprendieron con el Playa de Baquio, que somos un país fácil, razonable, dispuesto al negocio. Hemos dado un ejemplo completo de la firmeza de nuestras instituciones, con la posible excepción de la dignidad de la justicia. El político que quería dialogar con ETA estará lamentando la oportunidad perdida por la cabezonería de algunos y por lo imprecisos y marrulleros que son los jefes de esa banda. Él, que se ha entendido a la perfección con los somalíes, podría haber logrado una paz en Euskadi que unos cuantos intransigentes le han echado a perder.

Se ha demostrado, una vez más, que esto de la alianza de las civilizaciones funciona estupendamente a nada que se suelta algo de dinerillo. Zapatero ha recurrido a la épica porque piensa que, en adelante, es hora de sacar pecho. Los necios de siempre le atacarán tratando de buscar los cinco píes al gato del rescate, pero, ya lo ha dicho la vicepresidenta con su piquito de oro, el gobierno no ha hecho otra cosa que cumplir la ley y moverse discretamente por el buen fin de un asunto tan desagradable. Lo que hace falta es que se deje trabajar al gobierno en paz: han bastado unos días de contención de la crítica y se ha producido el milagro de la liberación, el Alakrana navega de nuevo hacia casa.

[Publicado en El Confidencial]

Miedo al miedo

El añorado Adolfo Suárez hizo famosa la consigna, tomada de Roosevelt, de que no había que tener “miedo al miedo”; me parece, que, aunque la consigna, con su fondo de esperanza cristiana, sirva para siempre, es muy valiosa ahora. Entre nosotros se extienden muy variados temores y hay que saber que tras la tempestad viene la calma. Tememos al paro, a la crisis, a un gobierno incapaz y desnortado, a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, al agonismo de nuestra política, a la nueva gripe, y a un centón de cosas más. Hay que desechar el miedo porque, de tejas abajo, hoy es siempre todavía, y tenemos la obligación de afrontar las consecuencias de nuestros errores con experiencia, esperanza y valor.

Hemos perdido la ilusión en el proyecto político de la transición, sobre todo porque una parte, actualmente dominante, de la izquierda, y la práctica totalidad de los nacionalismos, han soportado muy mal la comprobación de que se pueda gobernar sin ellos. Tendrán que volver sobre sus pasos.

El régimen democrático, más de treinta años después de su consagración constitucional, sigue padeciendo atentados terroristas y deslealtades sin cuento; algunos no han aprendido la lección de que no es posible tenerlo todo y se empeñan puerilmente en imponernos sus caprichos y jeribeques. Son muchos los que no han aprendido a aceptar que sus derechos, y, más aún, sus deseos o sus caprichos, sí tienen límites. También pudimos pensar que ese nuevo programa traería bienestar y riqueza, por unos años lo creímos a fondo, y ahora nos encontramos con que no es oro todo lo que reluce, con que hemos de rehacer con esfuerzo, renuncias a privilegios, imaginación y generosidad una economía que no es que se haya desajustado sino que ya ha dado de sí todo cuanto podía dar.

Nuestro desengaño puede conducir a la madurez si no nos dejamos llevar por el derrotismo y la melancolía. La responsabilidad de cada cual es distinta en esta tesitura, pero es muy grande la de todos. Los españoles debemos aprender a defender lo que queremos, sin miedo alguno a oponernos, de acuerdo con las reglas pactadas, a quienes quieren lo contrario. Estos días se han oído cosas realmente tremendas a propósito de la sentencia del Tribunal Constitucional. Uno de los chistes del gran Ramón lo recordaba recientemente de modo magistral: parece como si el problema no fuese la constitucionalidad del Estatuto sino la estatuidad de la Constitución. Ahora, los que se ven en lo peor, hablan de renegociar un pacto de Cataluña con España, lo que, hoy por hoy, constituye un imposible lógico y constitucional. Es muy probable que la Constitución deba ser reformada, pero por todos, no solo por Carod y Zapatero. Ello exigirá un nuevo gobierno y hay formas de lograrlo.

[Publicado en Gaceta de los negocios]

El gobierno de las palabras

El PSOE de ZP llegó al poder tratando de imponer su lenguaje. Aunque términos como talante ya están por completo fuera de uso, este gobierno le ha cogido gusto al mando de la palabra, a decir lo que es. En esa tarea, ZP está dando muestras de un radicalismo incompatible con cualquier manera de entender la democracia, porque está negando cualquier sentido a las opiniones ajenas. Ha habido temas en los que ha tropezado con la oposición radical del público, como, por ejemplo, en los inauditos intentos de criminalizar al vino que protagonizó quien ahora se encarga de enderezar la economía, pero en general ha tenido cierto éxito. Y como a todo el que tiene éxito le acaba por tentar el abuso, el gobierno se comporta de manera cada vez más absolutista.

Empecemos por el uso indebido de un avión militar para asistir a mítines de partido. Se trata de un proceder sin precedentes y que revela que, a falta de mejores motivos, el culto al líder está en su apogeo. Zapatero quiere parecerse a Obama y ha debido de pensar en que si Obama va en el Air Force One, él se merece como mínimo un Falcón.  Luego, ante las denuncias y protestas, viene la retórica de la seguridad y lo que haga falta para justificar su capricho. 

Se ha comparado a ZP con personajes de Carroll, pero lo que de verdad le cuadra, a él y a sus secuaces, es el lenguaje orwelliano, el doble pensar, el hacer que las palabras signifiquen lo que a ellos les viene en gana, incluso, cuando parezca necesario, una cosa y su contraria.

En el caso del aborto han batido todos los records, desde argumentar que defienden los derechos del no nacido hasta asegurar, ¡por razones científicas!, que carece de humanidad, o que desprenderse de él es algo parecido a ponerse tetas, según la muy culta y precisa expresión de la ministra de igualdad (o de igual da, que seguro que le da lo mismo). 

Con el asunto de la gripe se han refugiado en el arcano: han acudido a los protocolos de la OMS con ese gesto paleto y apocado que supone que cualquier cosa que se diga en el extranjero es verdad indiscutible. A su entender, el haber permitido una visita de escolares a un centro en el que había personas infectadas, es irrelevante porque se han cumplido los protocolos de marras.

Zapatero cree que el dinero es también un símbolo, como el lenguaje,  y que hay que gastarlo con salero, como quien habla. La verdad es que no se entiende que, con esa mentalidad, sea tan cicatero y no nos ponga a todos en nómina para superar esta crisis causada por los especuladores, pero todo llegará. Su facundia verbal es un correlato de su capacidad de dilapidar. Se dice lo que sea, y se gasta lo que sea, que ya se arreglará esto de alguna manera. Mientras tanto, a gozar de la mayoría y a seguir innovando. 

[Publicado en Gaceta de los negocios]

El retruécano

Aunque tal vez  no tenga una gran formación retórica, está claro que ZP es aficionado a los juegos de palabras y, si no es él quien los cultiva, tiene un grupito de asesores que le preparan papelas la mar de ingeniosas con las que luce su aplomo en la tribuna. Eso que le dijo a Rajoy de no ser quien para dar lecciones porque lo suyo es perder elecciones es una cosa muy fina y muy ocurrente, además de que rima. 

ZP venera la sutileza que le parece, casi con seguridad, la parte más positiva en la herencia dialéctica de la lucha de clases que la izquierda ha debido abandonar, más que nada, porque resulta aburrido comer con los pobres cuando se puede cenar con los ricos y, encima, tenerlos con el corazón encogido, siempre a la espera de las dádivas presupuestarias. Además, a falta de buenos datos y de ideas originales, qué duda cabe que lo mejor es dar muestras de  ese ingenio florido que tanto veneran los españoles de a píe.

Cabe sospechar, sin embargo, que el presidente sea algo más que un aficionado a las frasecitas; algo hay en él que induce a creer en que es un solipsista del tamaño de un rascacielos. Lo razonable, dada su manera de afrontar los debates, o las hipotéticas crisis, es asumir que profesa vehementemente la creencia de que, lo que no se menciona, no existe en realidad. Su teoría es una variante de aquella afirmación, un tanto cínica, según la cual,  ya que no podemos cambiar el mundo, deberíamos, al menos, cambiar de conversación. Esa es, me temo, su arma secreta contra Rajoy: conseguir que el líder del PP se vea asociado con un aguafiestas, con una especie de cobrador del frac que, no en vano, va vestido con un aire relativamente fúnebre.

Frente a ese aire triste y amargamente realista, ZP pretende investirse de una gaya conciencia, ser amigo de las finuras y el cinismo suave. Cree que los españoles no son pasotas, sino escépticos, y siempre van a preferir a un humorista capaz de hacer un chiste en un funeral que a un contable que trabaja hasta los días en que hay partido.  En consecuencia, ZP se ha deshecho de personas tristes y taciturnas, como Solbes, y se recrea con la compañía de mujeres alegres y faldicortas, aunque la verdad alguna no está ya para muchos trotes, pero eso son minucias cuando se tiene voluntad de juerga y de pasarlo bien.

Pero ZP no se confía solo al efecto de las sutilezas sino que, a Dios rogando y con el mazo dando, se trabaja bien el apoyo de la artillería mediática, en espacial de las teles, tan divertidas, y tan predispuestas a las buenas noticias. La hormiga lo tiene crudo en su enfrentamiento con la cigarra. A Rajoy no se le ocurren frases ingeniosa sino cifras contundentes y eso resulta áspero y reiterativo, cree ZP. Algún día hará una variante de “mi reino por un caballo”, pero puede que se quede con ambos, por el asombro que produce su facundia y su imperturbable sonrisa. 

[Publicado en Gaceta de los negocios]

Un Gobierno de partido

El nuevo gobierno de ZP es fruto de varias circunstancias. En primer lugar, es consecuencia del absoluto fracaso del Gobierno saliente, un grupo desconcertado de ministros en el que, los que tenían un mínimo de sensatez y de independencia, estaban deseando dejar de serlo. En segundo lugar, es digna muestra de la improvisación sistemática que caracteriza el estilo político de su presidente, amigo de hacer y deshacer gobiernos en los que nunca quedan claras ni las competencias, ni los programas. Hoy, por ejemplo, se le quita a Ciencia e Investigación lo que inteligentemente se le había dado ayer, o se le resta el deporte a Educación para hacer que dependa directamente de Presidencia, como en Cuba: Zapatero no se resigna a no apuntarse las medallas y los campeonatos que se adivinan porque teme que, a la postre, serán sus únicos trofeos. El nuevo Gobierno tiene tantos parches que apenas queda nada nuevo en él. 

Lo peor del Gobierno es, sin embargo, su partidismo. No me refiero, como es lógico, al PSOE, que también tendrá sus quejas, puesto que al fin y a la postre, el partido gana las elecciones, sino al hecho de que ministros como la de Cultura representen de una manera tan sesgada el conjunto de problemas que se supone tienen que afrontar. Cultura es el caso más espectacular, pero no es el único. Enrocarse en una tanqueta de la SGAE para disparar contra todo del mundo partidario de la libertad de intercambio en Internet es una jugada escasamente inteligente, aunque típica de alguien  poco amigo de la libertad ajena. Apostar por el cine, como si toda la cultura se redujese a él, es apostar por la soledad y el desprestigio. Si hay algo que en el mundo está cambiando de forma radical es este sector, pero ZP prefiere el aliento cariñoso de los amigos, aunque sea un aliento del pleistoceno.

Zapatero ha comenzado a instalarse en el bunker. Se rodea de los más fieles, de los menos propicios al libre juicio de las cosas. Se prepara para una defensa a ultranza de lo que le queda a la espera de que el enemigo se agote contra gente tan correosa y pueda haber ocasión de nuevas descubiertas. Sus victorias electorales han sido tan peculiares que no me atrevería a asegurar que vaya a equivocarse, pero hay que constatar que está pensando más en los errores del adversario que en los aciertos propios. No hay en el gesto fundador del nuevo Gobierno ninguna apuesta por una política renovada; es, tan solo, un pacto de intereses mínimos pero bien cohesionados que trata de fortalecerse mostrando solidez y exhibiendo su fuerza sin rebozos, a la espera de que el respetable se achique y decida refugiarse en el santo temor de lo nuevo, ponerse al abrigo de esa incierta libertad de la que Zapatero y los suyos no nos consideran capaces.

[Publicado en Gaceta de los negocios]

Un balance complejo

Las elecciones en Galicia y en el País Vasco muestran que la política española, que tiende frecuentemente a perderse en bizantinismos, se vuelve de vez en cuando interesante… gracias al concurso de los electores. Las cosas son ahora mismo muy distintas de lo que eran la semana pasada a consecuencia de las urnas. 

Zapatero, como los toreros que demoran indebidamente la suerte suprema, ha recibido su primer aviso. Galicia ha inaugurado una costumbre que hay que suponer prometedora: que los nacionalismos pierdan el poder  por voluntad expresa de los electores. El País Vasco podría ser una reedición de la fórmula, pero ya veremos. En cualquier caso, a Zapatero se le complica enormemente el panorama político en un momento en el que la situación económica es escasamente proclive a rendirse a sus encantos. A partir de ahora, su mano izquierda ha de estar muy atenta a lo que haga la derecha y, no le será fácil mantener determinados equilibrios. Si logra convencer a Patxi López de que se refugie con el PNV debajo de una boina, tendrá serios problemas en el resto de España y, si no lo hace, comprobará hasta qué punto está escaso de escaños en el Parlamento nacional. Podríamos estar a las puertas, incluso, de unas elecciones anticipadas. ZP tendrá que meditar y es evidente que eso no se le da tan bien como repartir sonrisas, de manera que lo pasará mal. A los cinco años de gobierno pudiera estar iniciando un declive irreversible. 

El PP ha podido respirar con tranquilidad y mostrarse satisfecho, pero no debería confundirse, porque las buenas noticias de Galicia se deben matizar con la pérdida de 60.000 votos vascos, lo que, sin constituir un desastre absoluto, da para pocas alegrías. En Galicia ha ganado un candidato nuevo que ha hecho una gran campaña con ayudas inestimables de quienes han apostado por él, y está obligado a hacer las cosas muy bien en el futuro, sin las ambigüedades galleguistas del PP más caciquil y sin ninguna clase de complejos. 

El PP ha podido comprobar también que la campaña en su contra no solo ha fracasado por la intemperancia de un ministro mal encarado y la impavidez de un juez de apariencia escasamente independiente, sino porque el público sabe distinguir, y en esto de la corrupción rige el principio de que más obran quintaesencias que fárragos, más vale un Audi de Touriño y un paseo en yate del come-homes radical, que una maraña de conversaciones casuales de la época del pleistoceno, desveladas con cuentagotas por el diario amigo en un alarde de periodismo investigador de la mejor calidad. Los estrategas del acoso al PP han conseguido lo contrario de lo que seguramente se proponían: ni han hundido al PP, ni han conseguido que la pelea interior alcance proporciones homéricas, más bien al contrario. 

Mariano Rajoy ha recuperado espacio de maniobra y un margen de credibilidad, pero no debería regresar al dolce far niente con el argumento de que la travesía es larga. Sus adláteres podían aprovechar la oportunidad para precisar el punto de mira y evitar los disparos sobre las tropas amigas que solo sirven, cuando no causan bajas y cabreo, para que las huestes se dispersen. El PP es un partido plural y creer que la ocupación de Génova sirve para tener una autoridad indiscutible es un error grueso. La autoridad se gana venciendo, no es algo que pueda heredarse y Rajoy ha dado ahora un primer paso que debería confirmar ejerciendo su liderazgo con más diligencia, con mayor diálogo y trabajando más y mejor para poder contar con los mejores y con todos los demás, sin olvidar a ninguno. Necesita reforzar su equipo y desprenderse de quienes le han sugerido los malos pasos del pasado, ese intento un poco cutre de reinventar un PP supuestamente amable e inevitablemente destinado al protectorado de ese proyecto de PRI mansamente dirigido por gentes tan exquisitas y educadas como Rubalcaba, Blanco o ZP. 

La aparición de UP y D en el Parlamento de Vitoria es una buena noticia política y debería servir para que el PP no olvidase cosas que absurdamente parece quieren olvidar algunos de los listillos que  se han sentido llamados a reinventar un PP a gusto de sus adversarios. La mayor debilidad de Rajoy ha residido en esa especie de inconfesada dependencia de las baronías regionales, en el apoyo de esos que no le dejaron irse a su casa cuando, al parecer, quería hacerlo. El PP no puede ser un partido hecho de retales, no puede confederarse de hecho porque al noventa por ciento de  sus votantes, que aman como cualquiera  las peculiaridades, reales o inventadas, de su patria chica, lo que les importa es seguir siendo españoles y, presumir de serlo, preferiblemente cuando haya motivos para ello. Los votantes del PP han dado ya muestras variadas de que son lo más sólido e importante que tiene ese partido, los únicos que pueden exigir a sus líderes que trabajen con ambición, con unidad  y con esperanza por una España próspera, por una sociedad libre y equilibrada con la que todos sueñan. 

[publicado en El Confidencial]

¿Qué está pasando?

Me parece que esta es la pregunta que se hacen muchos ciudadanos ante la plaga de escándalos que ensucian la imagen del PP, con mayor o menor motivo. Seguramente serán ciertos los toros, al menos algunos toros, pero no menos ciertas ni instructivas son las circunstancias de esta espectacular corrida fuera de temporada.

Como estamos en una democracia consolidada y en la que todo el mundo se atiene escrupulosamente al principio de separación de poderes, no cabe pensar sino en la casualidad para explicar el celo conjunto de Rubalcaba, de la fiscalía y del juez Garzón en depurar esa clase de supuestos y viejos delitos. Pero, en fin, como nuestro país ha hecho suyo el dicho de “piensa mal y acertarás”, dejaremos a nuestros lectores que ensayen en conciencia explicaciones alternativas a la mera fortuna.

Porque es coincidencia muy notable que cuando el país esté hecho un desastre, ZP no convence ya ni a los que le prepara TVE para su lucimiento, y el porvenir es acusadamente oscuro, debido a la inacción y al disparate que cada día nos procura el gobierno, justamente en ese día, se ponga misteriosamente en marcha el perezoso ventilador de la justicia y toda la mierda provisional que avente contribuya a intensificar el tufo de corrupción en las inmediaciones del PP y solo del PP.

Primero parecía que la cosa iba contra la presidenta de Madrid, una persona que ha tenido el atrevimiento de ganar por goleada al partido del gobierno. Cierta prensa, independiente, por supuesto, ha ayudado lo que ha podido mostrando los frutos sazonados de un riguroso trabajo de investigación periodística en que se ve cómo parece que este hizo algo que al otro le parecía que podía ser perjudicial para alguien y que todo eso fue vigilado por no se sabe quién aunque nos dicen que es evidente que no podía sino seguir órdenes directas de la Presidenta quien, en su increíble torpeza, estaba procurando espiarse al tiempo que espiaba a los que espiaron a quienes ella pretendía espiar, o algo así.

En estas estábamos cuando, de repente, la cosa tomó un cariz distinto, lo que da que pensar sobre las prisas del estado mayor que dirige el asunto.  De manera inesperada, los espías se vieron alejados del primer plano por una auténtica falange de corruptos que, ¡oh casualidad! parecían haberse sentado todos juntos en la mesa de una boda ya lejana pero, al parecer, decisiva en la historia política del PP.

¿No será que está fallando la coordinación de funciones, siempre tan necesaria, entre los servicios de policía y la judicatura con cuya garantía de independencia nos sentimos cada día más libres y más seguros? Por algo puso Felipe González, en su momento, a Belloch como ministro de ambos asuntos, para que no pasaran estas cosas tan inoportunas, pero no ha habido valor para mantener con el debido vigor esa innovación en defensa de la democracia y así nos va.

En la boda del Escorial estaban todos juntos. ¡Tate, tate! El español, siempre capaz de atar a las moscas por el rabo, saca las consecuencias del caso inmediatamente, y comprende que el tiro va por elevación, que ya se pasa de Esperanza, que se supone es caso cerrado, y se apunta más arriba. Con esto va a pasar como con la transición: que nos hicieron creer que fue una cosa maravillosa y ahora se ha descubierto que fue una época de vileza, silencio cómplice y traición. Ahora, tras la paciente investigación de Rubalcabas y Garzones se va a descubrir que el progreso aznarí no fue sino un improvisado manto con el que cubrir las miserias de una corrupción generalizada, y muchos parecen pensar que ya va siendo hora de que se diga la verdad. Esta preocupación por el pasado siempre acucia cuando el futuro se adivina de color hormiga.

Tratan de implicar a  Aznar porque le temen y aunque se profesan pacifistas, han aprendido la utilidad que pueda tener la guerra preventiva, siempre que se haga con los apoyos necesarios de la opinión, que no les han de faltar. Se malician que Aznar pueda decidirse a intervenir, a poner su autoridad al servicio de los votantes y los militantes del PP para que el partido se enderece como conviene, y saben que con un PP medianamente en forma el batacazo podría ser de espanto.

Yo no sé lo que Aznar pueda estar pensando, pero creo que cada vez son más los españoles que aplaudirían alguna forma de intervención para evitar que colapse un partido que es bastante importante para que en España siga habiendo algo mínimamente parecido a una democracia. Aznar ha dicho ya en público que la situación política actual está más allá de una mera crisis de alternancia, y es seguro que será consecuente, más allá de consideraciones  acerca del grado de responsabilidad que le pueda caber, dado el hecho indiscutible de que conserva una autoridad moral y una capacidad de liderazgo que ahora no abundan. El futuro del PSOE es efectivamente oscuro, aunque haya que reconocer que, sin duda, tienen un buen departamento de efectos especiales.

[Publicado en El Confidencial]

Madrid 10 Barcelona 1

Los madridistas, que son mayoría entre los madrileños, aunque Teruel también existe, desearían que un titular como este pudiera referirse al fútbol, pero eso resulta pero que muy improbable, al menos hoy por hoy. No se trata de fútbol, sino de deuda, y ahí las cosas son así de claras. Gallardón ha llevado la deuda madrileña a las cotas más altas que imaginarse pueda, hasta el punto de que ha dejado cortos a sus rivales socialistas, siempre tan competentes en esta clase de desaguisados.  Ha superado con creces, incluso, la barrera que le había propuesto el muy flexible Solbes, de manera que, con un caso tan nítido,  el PSOE estará en condiciones de echar la culpa a Rajoy, que suele llevarse esta clase de bofetadas propiciadas por el entusiasmo de sus más fieles, del crecimiento del déficit público.  Según informa Carlos Sánchez en elconfidencial.com, de acuerdo con las cifras del Banco de España, el ayuntamiento de Madrid debía al finalizar el tercer trimestre del año pasado, 6.496 millones de euros, lo que supone un 400% de la cifra existente al comienzo del mandato de Gallardón y que está a punto de alcanzar la supercifre de 8.000 millones, casi tres mil euros por madrileño.  Quizá no sea mucho si se tiene en cuenta que Gallardón aún no ha estropeado del todo la calle Serrano, aunque está en ello, ni ha puesto patas arriba el Paseo del Prado, que es uno de sus próximos proyectos.

Creo que una de las ventajas que Barcelona ha tenido siempre sobre Madrid ha sido la mayor categoría de sus alcaldes, seguramente porque para un barcelonés llegar a la plaza de Sant Jaume era una de sus mayores aspiraciones, mientras que los políticos madrileños han actuado siempre como si ser alcalde de la capital fuese un destino de segunda. Lo malo es que Gallardón quiere ser el líder del PP y está decidido a romper esa tradición poco brillante a base de gastar pasta y que lo pague el que venga. Visto que oponerse a ZP no funciona, piensa dejar en ridículo las cifras de déficit del PSOE. 

[publicado en Gaceta de los negocios]