¿Epistocracia?

 

Un libro, relativamente reciente, de Jason Brennan (Against Democracy), que confieso no haber leído, ha vuelto a resucitar la idea de que pudiera ser más conveniente reservar el voto y las decisiones públicas a las personas más inteligentes y preparadas, renunciando a la idea del sufragio universal que podría considerarse como un error o, incluso, una temeridad.

Creo que es interesante recordar algunas de las razones por las que no es razonable esa suposición que, en el fondo, remite al viejo autoritarismo de Platón. El resumen, bien podría ser el de la posición, y la oposición, aristotélica frente a esa forma de autoritarismo supuestamente racional: mejor que se gobierne conforme a reglas y leyes que conforme a la voluntad de algunos, aunque pudieran ser los mejores.  Ahora bien, ¿por qué una regla o ley que otorgase la capacidad de decidir a los más sabios sería contraria a ese criterio?

  1. A mi modo de ver, en primer lugar, porque no se puede presumir que las decisiones políticas puedan ser analizadas como si fueran problemas teóricos, algo asequible a una inteligencia profunda y no al saber de los no expertos. No es fácil decir qué es lo que puede suceder tras una decisión aparentemente sabia, ni si una decisión catastrófica, a primera vista, no traerá mejores consecuencias en el medio y largo plazo. Ya lo decía Mao, es demasiado pronto para evaluar las consecuencias de la Revolución francesa.
  2. Lo que se pone en juego en las decisiones políticas no siempre tiene que ver con algo decidible de modo puramente racional; es la gran paradoja de la libertad, si se supone que la decisión hubiera de ser siempre racional y únicamente racional, en realidad no habría nada que decidir, tan solo calcular, si acaso.
  3. No es la inteligencia sino, en cierto modo, la dignidad lo que está en juego y no se puede, no se debería, privar a nadie de una cierta capacidad de contribuir a la decisión de que se trate que, en realidad, no la toma nadie, pero, a la vez, la toma todo el mundo.
  4. Es paradójica la idea de que podamos elegir a los más inteligentes de una manera puramente inteligente, y, además, implicaría negar la posibilidad de que los electores se corrompiesen por intereses o prejuicios. Se podría decir aquello de que líbreme Dios de los inteligentes, que de los necios me ocupo yo, aunque tampoco es nada sencillo hacerlo. La distinción entre inteligentes/sabios y tontos/necios no es nada simple, precisamente porque todo el mundo cree saber hacerla con nitidez.
  5. La libertad política es una conquista, y también lo es la capacidad (relativa) de destituir pacíficamente a quien nos parece que lo hace mal, y no se pueden subordinar a ninguna sabiduría indiscutible, me parece.