Un amigo sabio y atento me relata algo sucedido en una admirable universidad madrileña:
«Te voy a contar una historia filosófica sucedida en mi facultad. Hace unos días aparecieron unos carteles en los pasillos del edificio anunciando la próxima una conferencia de Zizek en el salón de actos. Firmaba la convocatoria un colectivo de alumnos de doctorado que editan un anuario filosófico. El día de la conferencia la voz ya se había corrido por todo el campus, y a la hora de la convocatoria el salón de actos estaba lleno de gente. La librería de la universidad había agotado los libros de Zizek. Puntuales, entraron dos alumnos del colectivo, uno de los cuales hizo una presentación panegírica del filósofo. Cuando terminó, el segundo alumno sacó de una bolsa un magnetofón, lo encendió, y se escuchó una voz que se suponía correspondía a la de Zizek. Unos instantes de duda, gritos de indignación y una salida en masa de los presentes dejaron sola la voz gangosa de la cinta. Los asistentes hicieron cola en la librería para devolver los libros de Zizek. Solo eso».
Por la transcripción.
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