Parábola del juez valiente

El señor presidente del gobierno ha hecho un elogio público de la valentía del juez Garzón en la lucha contra ETA. Digo yo que ese elogio, viniendo de quien viene, vale su peso en oro. Porque ¿quién la negaría a ZP ser una autoridad en materia de valor y de cobardía?, ¿habrá que recordar cómo retiró las tropas de Irak?, ¿hemos olvidado sus valientes negociaciones con ETA, en las que el juez campeador también le echó una mano?, ¿acaso no tenemos a la vista sus bravas exigencias a Chavez?

Que Zapatero te llame valiente es algo muy grande, y creo yo que los jueces del Supremo deberían de pensárselo dos veces, aunque, ahora que lo digo, ¿para qué necesita un juez ser valiente? Pues sí, para ser juez en España se necesita valor, y pronto vamos a verlo.

Lo que no debiéramos olvidar, en cualquier caso es que se juzga a Garzón por asuntos que poco tienen que ver con la valentía. ¿Es valiente Garzón por escribir de su puño y letra al amigo Botín, ¡qué nombre para un banquero!, para pedirle unos dólares? ¿Es valiente Garzón por saltarse los límites de lo permitido para investigar a unos delincuentes, presuntos, por supuesto, aunque menos por tener amigos del PP? ¿Es valiente cuando pretende investigar algo sobre lo que se han escrito más de 15.000 libros, y sobre lo que ha legislado, en sentido contrario a sus intenciones, el Parlamento?

Orwell podría haber mejorado sus hirientes paradojas sobre la igualdad de haber conocido la peripecia penal garzoniana. Su conclusión pudiera haber sonada así: “Todos los jueces son iguales ante la ley, salvo que el juez sea un valiente, según el presidente del gobierno”.