Como en la delirante escena de los Hermanos Marx en el Oeste, nuestro ministro de Hacienda se ha soltado el pelo en plan Groucho, y, al grito de “¡más madera!”, está destrozando el tren económico a base de nuevos impuestos, hasta dejarlo en los purititos huesos. “¡Es la guerra!”, dice Groucho-Montoro sin pararse a pensar, ni un minuto, de qué lado se supone que tendría que estar, porque, al parecer, todo consiste en que la locomotora, aunque sea sin tren, llegue al déficit convenido. Miedo da este hombre creativo hasta el surrealismo, a la hora de inventar hechos imponibles y descubrir sujetos pasivos a los que dejar en pañales, como Gandhi, aunque esto sea de otra película.
Un amigo me jura que Montoro es, en realidad, un peligroso liberal que se ha infiltrado en un gobierno de realistas, para poner un calificativo que no moleste, y que está firmemente dispuesto a demostrar que lo de la curva de Laffer es cierto, a ver si así convence a Rajoy y al PP de que conviene no esmerarse en la subida de impuestos. Mucho mejor sería dar la curva por demostrada, y aplicarse un poco más en gastar menos en lugar de ese empeño en recaudar más, pero los hacendistas son así de rigurosos, y no se creen nada que no sea la práctica contable, y a veces ni eso, porque siempre hay alguien ocurrente para sugerir que el resultado parece dar razón a Laffer, pero que se trata de una simplificación, y hay que seguir apretando al personal para que no se cabreen más los catalanes, que menudos se han puesto con lo de Wert, otro liberal disfrazado.
Los hermanos Marx están bien para unas risas, pero en economía conviene hacer los experimentos con gaseosa, como recomendaba don Eugenio. ¿Es tan difícil comprender lo sano que es que la gente pueda trabajar para sí en lugar de para Hacienda?
[Publicado en La Gaceta]