Hoy es el día de la fiesta nacional y, entre unos y otros, se ha convertido en una jornada triste y problemática, algo que no debiera ser, pero así es la vida. Triste porque comprobamos, una vez más, que tenemos muchos enemigos sin apenas tener partidarios. Me parece que nuestra España padece un secuestro oficialista y político, y que los meros españoles no estamos muy dispuestos a celebrar este despojo en el que nos estamos convirtiendo. Hay que invertir esta tendencia, y los políticos que no sepan hacerlo acabarán por ser barridos, o conseguirán que España deje de existir, que todo cabe.
La polémica sobre la españolización y Wert está siendo todo un espectáculo. Ya es fuerte que un ministro no tenga los reflejos mínimos como para no caer en trampas para osos, porque, en español, solo se puede españolizar lo que no es español, que es lo que dijo la consejera catalana con la peor intención, y contra la buena lengua no valen las bravatas. Peor aún, sin embargo, es que ni siquiera se le conceda el derecho a pensar algo más inteligente de lo que efectivamente ha dicho, tan torpes andamos. Y en estas, se le ocurre al PSOE, que está en racha, reprobarle. ¡Qué disparate! ¡Qué ejemplo de solidaridad nacional y de españolismo bien entendido! Menos mal que el otro Maragall se ha decidido a hacer un partido descaradamente soberanista: a ver si eso permite, de buena vez, que el PSOE lleve la E con motivo y orgullo, y no como un lastre de la historia, como un nombre equívoco.
Aliquid novum sub Sole
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