La importación de ese hallazgo de los green shoots a la terminología del debate, por llamarlo de algún modo, sobre la manera de salir de la crisis me ha traído a la memoria dos recuerdos distintos. Uno se refiere a la vieja polémica acerca del supuesto carácter científico de la economía, en la que siempre he tendido a inclinarme del lado de los suspicaces, seguramente por ignorancia. Mis escasas luces sobre la ciencia económica me inducen a aplicarle aquella frase de San Pablo (IIª Epístola a Timoteo, 6-11), aunque haya sido escrita muy a otro propósito: “Semper discentes et numquam ad scientiam veritatis pervenientes”. La verdad es que, aún fuera de contexto, la cita de San Pablo puede leerse de manera más positiva, como una manera de alabar la perfectibilidad y la humildad de los distintos saberes, pero su sentido crítico es bastante evidente. Los economistas están muy seguros de lo que dicen, pero no son más capaces que los demás de adivinar el futuro. Menos mal, aunque su saber no nos cure de mucho. Como le oí decir una vez a Pedro Schwartz, si los economistas supieran a ciencia cierta cómo fueren a ir las cosas, serían todos millonarios. Me parece que no es el caso.
A falta de ciencia económica, parece que todo queda reducido a una especie de magia, a diversas formas de tautología: “la crisis pasará cuando vuelva la confianza”, “hay que bajar costes para recuperar mercado”, y miles de cosas así. En un escenario como este, lo de los brotes verdes resulta hasta poético.
La segunda cosa que me trae a la memoria lo de los brotes es una observación de Stanislaw Ulam, según la cual, lo único que mejora con la edad provecta es cierta capacidad de perfidia. No sé si esto puede aplicarse también a las instituciones, pero me malicio que sí, y la política es casi tan vieja como la vida. Los políticos tienen una gran capacidad para engañarnos, para decir lo que nos gustaría oír, esa es un parte muy importante de su oficio.
Los brotes verdes funcionan muy bien en ese aspecto. Hay algo natural en los brotes, más allá de todos los desvelos del agricultor, y algo fatídico en la perdición de las cosechas. Los brotes verdes nos invitan, al tiempo, a la esperanza y a la pasividad, recomiendan una conformidad con el destino que está más allá de toda crítica. Buena es la calma y la paciencia, pero no estaría de más pensar que los gobiernos tal vez pudieran hacer algo distinto por nuestro bienestar, sin limitarse a esperar la llegada de la primavera.