Prietas las filas

…recias, marciales, nuestras escuadras van.. Así sonaba la letra de un himno que las gentes de mi edad hubimos de aprender en los colegios franquistas. Me refiero al himno, no solo por la tendencia al refugio en los años mozos sino, porque me lo ha recordado el Comité federal del PSOE, no porque en él se cantase, que a eso no hemos llegado, sino porque literalmente se ha hecho en él lo que el dichoso himno pretendía glorificar: ¡Unidad, unidad, disciplina, disciplina, doctrina, doctrina, destino, destino!

El drama actual de nuestra izquierda no es, como tantas veces se repite, la caída del muro, ni siquiera Lenin u Orwell; el problema es que la socialdemocracia ha dejado de existir porque sus adeptos parecen preferir el dogmatismo a la crítica, y la demagogia al diálogo; amenazados por la preponderancia de las ideas liberales, los socialistas españoles han dado un imposible paso atrás para refugiarse en ensoñaciones sobre la revolución pendiente, una poética expresión de Girón, si no me equivoco, y para organizarse como una especie de neo-milicia romana, como un partido-falange . No se dan cuenta de que, al hacerlo, pierden por completo la inspiración moral que pudiera salvar a la izquierda, justificarla: la rebelión frente a la injusticia y el desorden establecido, la apuesta por la crítica, la ejemplaridad personal. Todo eso ya no pertenece al universo moral de unos personajes instalados en el poder, que hacen y deshacen a su antojo, apoyados en el capital de un voto que nunca podrá obtener de ellos lo que prometen.

Los de ZP ya no se fijan en los resultados de su gestión porque tienen todavía diversos culpables a mano, y se continúan presentando como la garantía para los que apenas tienen ya nada. Pero esos electores tienden al desengaño, porque lo primero que entienden es que su pobreza se ha hecho al tiempo que se les aseguraba que no pasaba nada, que todo era un montaje de los antipatriotas, una consecuencia de los errores de Bush que no afectaría a la fortaleza de la economía española, tan segura en sus manos. Y ahora que las cañas se han vuelto lanzas, ZP les sigue diciendo que lo peor ha pasado, que ya se acabó.

El Comité federal ha sido un aquelarre de elogios al gran timonel, un conclave para repetir la triple verdad que les justifica y, a su entender, les protege: prometen más cohesión social, más modernización de la economía y más ampliación de los derechos. Más, siempre más en la propaganda, mientras la gente se da cuenta de que la realidad es menos, siempre menos. Han inventado nuevos derechos sin cuento y sin razón, la economía sostenible, nuevos empleos públicos, nuevas limosnas, y un montón de ocurrencias que ya solo suenan bien en sus oídos.

A su manera, tiene grandeza esta apuesta última por sobrevivir en el Titanic de la unidad, mientras todo se hunde. Tienen garantizada la fidelidad de la orquesta, aunque ahora demediada, que los sigue jaleando como a heroicos resistentes al acoso de los bellacos, pero sospecho que el gran timonel acabará huyendo en una de esas barcas que siempre aparecían en las películas de Bond, para que se salvase el malo y pudiera continuar la serie.