La derecha española

Durante los ocho años de gobierno de Aznar, aunque el PSOE estuviese en crisis, y fueron unas cuantas, la izquierda siguió teniendo arraigo y solidez. La izquierda ha sabido ser más que los partidos que la representan. No está claro que esa sea la situación de la derecha.

La derecha no dispone, en la medida suficiente, de los instrumentos culturales de que ha gozado la izquierda y que en 2004 permitieron su vuelta al poder tras un período muy corto de hegemonía del PP. Los electores de la derecha constituyen un grupo disperso desde el punto de vista ideológico y que no ha sido capaz de crear los medios suficientes para la creación, difusión y promoción de sus valores. Pese a su indudable importancia numérica, se trata de un grupo a la defensiva, sin metas claras, con abundantes contradicciones que nadie trata de superar, y que ha carecido generalmente de una amplia visión estratégica. Esta situación ha cambiado algo en los últimos años, pero no haber sabido atajarla suficientemente fue, sin duda alguna, uno de los errores de fondo del gobierno de Aznar.

Una de las razones de esta diferencia entre izquierda y derecha es la siguiente: el único sector en el que las ideas de derecha han triunfado es la economía; la izquierda ha cambiado de naturaleza, de manera que los capitales (aunque puedan preferir a título privado a la derecha política) acuden en auxilio del vencedor allí donde gane la izquierda. Que Zapatero esté poniendo en peligro esa connivencia es uno de sus méritos indisputables.

Con la excepción mencionada, vivimos en una situación espiritual en que, renunciando básicamente a un programa económico propio, la izquierda promueve unos valores sentimentales muy nítidos y muy fáciles de compartir por una gran mayoría y, con la ayuda de casi el cien por cien del sector cultural, consigue imponerlos, identificando ese modo de pensar como el único civilizado. Quienes piensen de otra manera han de sobrevivir en un medio en el que, en la práctica, so capa de democracia, está severamente prohibido cualquier punto de vista alternativo.

Se trata de una situación a la que se debiera poner remedio, pero es un problema que escapa a la capacidad de cualquier partido como tal, por muy bien que lo haga, y no suele ser el caso. Solo una crisis gravísima podrá poner en riesgo este idílico panorama en el que sestea la izquierda.