Los jugadores de Mus tenemos un lenguaje peculiar y lleno de metáforas cultas, por si no lo sabían. Resulta que cuando el compañero de pareja hace una jugada dadivosa en un momento crítico, se le suele reconvenir con alguna frase correcta y educada, pero alusiva a su carácter blando e ingenuo, como, por ejemplo, la que da título a esta columna. La política es menos entretenida y más pesada que cualquier partida de Mus, pero también tiene que atenerse a algunas reglas esenciales y, cuando no se hace, el compañero, en este caso los electores, debería reconvenir al partido despistado con alguna frase apropiada. Me parece que el PP, si se descuida, puede merecer algún que otro reproche de este tipo.
¿Sabe el PP lo enormemente preocupados que están la mayoría de los españoles por el lacerante asunto de las escuchas a sus lideres y jefecillos? Me parece que no lo sabe. Lo diré con cierta claridad: no les importa nada. Puede parecer muy duro que la mayoría de los españoles se despreocupe de flagrantes violaciones de derechos elementales, pero así es. El PP corre el riesgo de confundir los asuntos que preocupan a sus dirigentes con los asuntos que preocupan al común de los mortales, consiguiendo, de este modo, que una buena mayoría de españoles consolide su idea de que sus problemas le son ajenos a los políticos, en especial a los del PP, que, además, no se pasan el día engañando al personal con lo mucho que sufren por las penas ajenas. Por su fuera poco, una buena mayoría de españoles ya sabe cómo se las gasta el PSOE y, a gran parte de los restantes, les parece bien, si el fin lo justifica, y si no también.
Los partidos políticos no son organizaciones dedicadas a la ayuda del ciudadano, pero deberían, al menos, dar la sensación de que sí les preocupan los problemas de este más que sus cuitas internas, sus corruptelas, reales o supuestas, y cosas así. Muchos políticos confunden la política con hacer que los ciudadanos se preocupen de lo que les quita el sueño a ellos, pero las cosas, para funcionar bien, deben ser exactamente al revés.
La habilidad del PP para seguir la agenda que conviene al adversario es ya proverbial, de manera que reconozco que tiene cierta dificultad resistirse a tradiciones tan recias como la de la ingenuidad mediática, pero deberían esforzarse en no seguir hablando de lo que los del PSOE quieren hablar.
A veces da la sensación de que al PP le sobran palabras y portavoces y le faltan ideas. Otras, dan a sensación de que creen que la política es un concurso televisivo y que siempre hay que contestar las preguntas del locutor, olvidándose de la sabiduría de Umbral que siempre iba a
El libro del PP, esa es la cuestión. Cuando predomina la idea de que las elecciones no se ganan, sino que las pierde el Gobierno, si es que lo hace, se incurre fácilmente en errores tan de principiante como los mencionados. El abandono de una auténtica oposición sustituyéndolo por algo que puede confundirse fácilmente con la bronca, beneficia al que está en el poder, sin duda alguna. Si el aspirante no tiene claro cuál va a ser su programa, y si, en consecuencia, los electores no conocen con entera certeza las razones por las que debieran votar al partido que no gobierna, el riesgo de que pase lo que paso en 2009 no dejará de estar presente, por mal que parezcan irle las cosas al gobierno.
La lógica nos enseña a distinguir la razón necesaria para que suceda algo, de la razón suficiente para que lo haga. Tener un programa claro es imprescindible, pero puede no bastar cuando el gobierno no lo esté haciendo del todo mal. Lo terrible es que se repita el escenario del 2009, un gobierno insolvente que pudo continuar en el poder porque la oposición no había hecho de modo solvente sus deberes, porque ignoraba la situación efectiva del mapa electoral, y porque no acertó a presentaba un programa convincente y atractivo, que, entre otras cosas, tampoco hablaba con seriedad de lo que había que hacer ante la crisis que llamaba a la puerta.
No estamos ante las urnas, pero pidiéramos estarlo en breve, si el PP acertase a poner en píe una moción de censura, que obtuviera un gobierno de gestión y un pacto económico de los aliados coyunturales para convocar elecciones, a la vista del desastre incesante. No será fácil conseguir que ello suceda, pero, en cualquier caso, acabaría siendo inútil si el PP no adoptase, desde ahora mismo, una posición de auténtica alternativa, si no empezase a olvidar el tipo de oposición que ha venido practicando, que puede gustar mucho o poco, pero que no aumenta su base entre los electores capaces de dar un vuelco, a la japonesa o más modesto, pero el vuelco que ahora necesita España para abandonar una política zigzagueante, demagógica, desnortada y sin ninguna clase de proyecto.
Queremos saber qué se propone hacer el hará el PP para sacarnos del triple lío, económico, político y constitucional, en que estamos; lo demás sobra, por ahora.
[Publicado en El Confidencial]