La extraña estrechez del PP

¿Es normal que el PP no encuentre a nadie para dirigir la RTVE que al que actualmente dirige Telemadrid?  ¿Qué pasa en un partido que nominalmente tiene cientos de miles de afiliados que no se puede encontrar a nadie para  casi nada? La verdad del caso es que la dirección del PP desearía reunirlo todo en media docena de personas, o, mejor, en Soraya y dos más, pero cantaría un poco. El problema de nuestra democracia está en el interior de los partidos, en su férreo control por parte de minorías absolutamente refractarias a ser controladas por nadie, enemigas a muerte de cualquier forma de poliarquía, y así nos va. Esto pasa en os viejos partidos, en los nuevos y en los novísimos, y seguirá pasando mientras no nos demos cuenta de que ahí está el agujero negro que todo lo emponzoña, lo falsifica y lo corrompe.
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No más, sino mejores

Algunos interpretan nuestra carta como el intento de lanzar un nuevo partido. Se trata de una conclusión sin mucho fundamento porque la carta es únicamente la iniciativa personal de un pequeño grupo de personas a título individual que, además, procuramos que los firmantes pudieran pertenecer a cualquier tendencia ideológica y política, como de hecho está sucediendo. 
Pero me apresuraré a decir una cosa esencial sobre los partidos: no creo que haga falta ninguno más, lo que me parece esencial es que los partidos sean mejores de lo que son, y difícilmente mejorarán si quienes creemos que hay que mejorarlos nos dedicamos a fundar nuestro partidito particular en el que ser líderes indiscutibles. Para esa aventura, la verdad, prefiero a los tiranos de los partidos grandes. 
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Carta a Pablo


Mi sobrino Pablo me pregunta sobre algunas cosas de la política que no entiende, a la espera de que yo las entienda. Le agradezco su confianza y contesto, en la medida en que puedo, a lo que me plantea, un tipo de preguntas que aletean, me parece, en las acampadas de los indignados, de los desconcertados, frustrados  y descontentos como les llamo en mi fuero interno, porque lo de la indignación está bien para los 93 años y la literatura, pero puede resultar un poco pedante cuando  se es más joven, pero, en fin, da igual.
Me pregunta si se puede modificar el modelo parlamentario que tenemos. La respuesta es que sí, pero habría que modificar la Constitución. Sería ideal que nos acercásemos a un modelo mayoritario, un único escaño  en cada territorio con lo que se vota siempre a una persona, pero ese es un modelo que quisieron evitar los partidos de izquierda, y la propia UCD, en los orígenes de la transición, cuando se hizo la ley electoral que no se ha modificado sustancialmente. Es razonable que lo temieran porque resta mucho al poder de los partidos, pero, casualmente, ese es el poder que está impidiendo que nuestra democracia vaya algo mejor. Aquí todo se resuelve entre dos o tres. Véase, por ejemplo, el vodevil del POSE y el dedazo de Rubalcaba: con la representación proporcional y el poder en manos de los partidos, lo extraño sería que no pasase eso. La pretendida idoneidad de las listas abiertas es ilusoria, por completo: no arregla nada. La distribución de escaños se podría arreglar para conseguir mayor proporcionalidad, lo que haría aumentar el número de escaños, cosa de muy escasa o nula operatividad, mandando lo que mandan las camarillas de los partidos. La cosa no tiene arreglo fácil, pero yo empezaría por castigar a los partidos que no cumplen lo que dicen y por exigir desde dentro, cosa que es ardua, pero puede hacerse. La verdad es que, en mi opinión, el partido que, con todos sus defectos, ha sido más democrático fue la UCD, y acabó mal, como se sabe. Pero que las cosas hayan salido una vez mal no  implica que sea imposible que se hagan mejor en otras ocasiones. Esa es mi apuesta, pero no sé si los españoles están dispuestos a tener tanta paciencia como rebeldía y a esperar sin renunciar a conseguir lo que creen necesario, una democracia mejor que la que tenemos ahora. Seguiré otro día,

Una mala noticia, para UPyD y para todos

Una de las pocas cosas claramente interesantes de la política española desde el triunfo de Zapatero ha sido la aparición de UPyD con una imagen de frescura y ganas de romper el cerco político dignas de todo encomio. Sin embargo, todo lo que ha ocurrido en torno al abandono o la expulsión de Mikel Buesa, nunca se sabe del todo la verdad de estos casos cuando se es mero espectador, me pareció realmente penoso y me recordó las peores imágenes del estúpido partidismo que se ha instalado en España, una partitocracia desvergonzada que nos coloca en una especie de caudillismo compartido, cuyas ventajas son muy discutibles, y que guarda una relación muy escasa con lo que debiera ser una democracia abierta y madura.

Ahora mismo, una pre-noticia, uno de esos rumores que saltan a la prensa, imagino que para ver qué pasa, me ha dejado todavía más preocupado. Parece ser que UPyD (¿quién será el remitente?) piensa proponer como candidato a la alcaldía de Huelva a un famoso padre de niña víctima. No tengo nada contra ese señor cuya labia admiro como el que más, y cuyo inmenso dolor respeto y trato de compartir, pero me parece un signo de oportunismo y demagogia que cualquier partido trate de apuntarse sus innegables éxitos mediáticos. Creo que es un desastre que los partidos no estén siendo lo que la teoría dice que debieran ser: cauces de participación que permitan que afloren líderes valiosos, políticos de verdad y no esa especie de cromos repetidos de la geta del jefe que se acostumbra a promocionar en hábil connivencia con famosos de paso; me parece penoso que los partidos se puedan convertir en filiales de los canales de audiencia abundante entre gentes que solo se interesan por el morbo y el cotilleo. El PP ha recurrido varias veces a este estúpido expediente de la notoriedad, por ejemplo, cuando tuvo la genial idea de presentar al hijo de Adolfo Suárez, un personaje cuyos méritos se reducían estentóreamente a ser hijo-de, como candidato a la presidencia de Castilla la Mancha; naturalmente, Bono se lo merendó sin pestañear.

La política española debe mucho a esos militantes modestos y anónimos que de verdad creen en lo que creen y cuyo único error es aguantar con excesiva paciencia las estúpidas genialidades y caprichos de sus jefes. Si alguna vez pudiese mejorar esta atmósfera corrupta y neciamente partisana que preside la política española, será gracias a esos soldados cansados que soportan estoicamente el peso muerto que llevan encima. En fin, que eso pueda pasar ya en UPyD es realmente descorazonador.